Kimi: retratando los peligros de la vigilancia corporativa

Escrito por Frente Cultura y Feminismos el junio 7, 2022

Este energizante thriller contemporáneo, Kimi, nos coloca en la posición en que la sospecha resulta ser la única respuesta natural ante un mundo hiper vigilante.

Por Rodolfo Figueroa

Kimi (2022) es una película cuya historia es protagonizada por Angela (Zoë Kravitz), una mujer que desarrolló debilitante agorafobia tras haber sido víctima de asalto sexual. Ella trabaja para Amygdala, la compañía responsable de Kimi (un asistente personal al estilo de Siri o Alexa), revisando sus grabaciones para corrección de datos. El Evento Incitador que propulsa la trama es el descubrimiento de un crimen dentro de estas grabaciones, seguido por su decisión de perseguir justicia. Con tal de conseguirla, Angela tendrá que abandonar su hogar y enfrentar sus propios miedos.

Kimi desarrolla dos líneas temáticas a partir de su premisa, entrelazadas por los eventos de la trama. Observación y Género. Vigilancia y Control. Desde la escena inicial, la película nos invita a prestar atención tanto a lo que se ve como a lo que se escucha. Lo que los dispositivos capturan. Una periodista pregunta por la seguridad de nuestra información, Angela trabaja revisando grabaciones realizadas por el dispositivo, y ella se encuentra en constante vigilancia por su vecino. Es una película sobre el vigilar y ser vigilado, y como el control sobre nuestras propias vidas se nos despoja a través de ello.

Otra cara de la violencia de género

En ese sentido, la elección de protagonista no podría haber sido mejor. Angela es una sobreviviente de asalto sexual, alguien, justificadamente, en constante sospecha del sistema que se supone debía protegerla, pero que falló en hacerlo y se tornó en su contra.

No es una coincidencia que la violencia que Angela enfrenta en esta película tenga fuertes implicancias de género en la vida real. A través del film, ella enfrenta gaslighting corporativo, acoso, secuestro, dopamiento por drogas de contacto y la amenaza de muerte; sin mencionar el crimen que ella atestiguó. La protagonista está familiarizada con esta violencia; y su alcance, más que nunca, parece infinito.

Esto se evidencia en el contraste entre el tratamiento fotográfico de su hogar versus el del mundo exterior. Dentro de su hogar, la cámara asume un rol más estático, de angulación y altura clásica, además de un montaje controlado. Es el mundo supuestamente dentro de su control. Fuera de éste, la cámara se vuelve errática, a través del manejo en mano, angulaciones inclinadas, holandesas, cambio de ejes y una variación exacerbada de la escala de planos, desde la claustrofobia del plano cerrado, al choque de Angela con su ambiente en el abierto.

La vigilancia como arma de persecución

Angela no está equivocada en sus sospechas. Los sistemas de vigilancia que se supone existen para su servicio, son armamentizados en su contra. Todo lo que se puede saber sobre ella está disponible para que la corporación lo use en un intento de detenerla. Sean sus registros médicos, su dirección, su celular e incluso su mirada. En respuesta a ello, su sospecha es clave para su sobrevivencia; pero incluso más que ello, para enfrentar al sistema, la verdadera llave se encuentra en el apoyo del prójimo. En momentos clave del film, es a través de la ayuda de completos desconocidos que Angela logra continuar. En ese sentido, Kimi es una película cuyo cinismo hacia el sistema es palpable, pero cuya creencia en la gente también.

Kimi es una película energizante y entretenida, que supone una advertencia terrorífica: ¿podemos ser verdaderamente libres si nuestra información no lo es?