Especial 50 años golpe cívico-militar: «Caso quemados», la juventud combatiente en el año decisivo

Escrito por el julio 1, 2023

«Caso Quemados» ha sido el nombre que se le ha dado a uno de los sucesos más dolorosos ocurridos en el régimen militar comandando por Augusto Pinochet. A 50 años del golpe y a 37 de este caso, hacemos un repaso histórico desde la mirada de quienes nacimos después de ’90, o la llamada democracia pactada. 

Por Javiera Barría Gallardo

Una mañana fría de invierno del 02 de julio de 1986, Rodrigo Rojas De Negri acompañaba a su tío Raúl a acarrear los neumáticos que darían fuerza a la barricada en la población La Palma en Estación Central. Era el primer día de las dos jornadas de protesta programadas por los grupos, movimientos y partidos opositores a la dictadura de Pinochet. Con su fiel compañera, Rodrigo se convocaba a la calle con su cámara colgando del cuello escondida entre su chaqueta, planeado los disparos cuando la represión cayera sobre los manifestantes. Tal como lo hizo en varias oportunidades, desde su retorno a Chile.

Carmen Gloria Quintana, por su parte,  fue recogida en su casa junto a su hermana Emilia por los compañeros de corte de calle, quienes pasaron por ellas a las 7 de la mañana. Según relata en el libro «Rodrigo Rojas De Negri: hijo del exilio«, de Pascale Bonnefoy, sus padres discutieron, «mi papá le dijo a mi mamá: ´¡Déjalas, ya están grandes!´. Así se volcaron hacía el punto donde debían comenzar la manifestación.

La acción salió mal. Descoordinaciones. Militares al acecho. Avenida General Velásquez. La patrulla militar n°10 «Los Libertadores». Bidón en mano. Cámara al pecho. Rodrigo un mal atleta y Carmen Gloria asustada.

El año decisivo

Los lagos 17 años de dictadura cívico-militar aparecen de forma interminable con las historias terribles y horrorosas que escuchamos, leemos y nos enteramos quienes nacimos posterior a este periodo de nuestro pueblo. Pienso en aquel año, 1986, en el que nació mi hermano de al medio, el último de los hijos paridos en dictadura en mi familia, me devuelvo y pienso: «Cuánta valentía, madre mía, de parir y resistir en un Chile totalitario».

Aquel año, en el que Nicolás fue un bebé, una guagua, diríamos, fue el año en que lo movimientos opositores a la dictadura definieron como «decisivo» para terminar con el régimen de Pinochet. El historiador Rolando Álvarez, esclarece para mí y para quienes lee, con un poco la historia:

«La dictadura militar no había conocido de protestas masivas en su contra hasta el mayo de 1983, a partir de esa fecha, en un contexto de reactivación de las organizaciones sociales y populares, y también de una aguda crisis económica que afectó al modelo neoliberal que estaba implementando el régimen, comenzó un ciclo histórico que se conoce como las jornadas de protesta nacional». 
El llamado era paralizar una vez al mes. Por parte de los estudiantes no asistir a clases y cuando daban las doce del día, manifestarse en la Plaza de Armas. Por la noche, como dice Álvarez, el protagonismo se lo llevaban las poblaciones. Fueron casi dos años en que mensualmente se lograba coordinar el repudio y convertirse en protesta. 
Pero  a finales de 1984, la dictadura implementó el Estado de Sitio, lo que disminuyó las manifestaciones.
Llegado 1986, como relata una nota del diario La Nación (vuela alto), «el Partido Comunista había decretado ese año como ´decisivo´, elaborado su política de Sublevación Nacional para derrocar al dictador. Las dos mayores operaciones de FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) pretendían ser el golpe de gracia». Lo que se materializó en el atentado que pretendía dar muerte al Dictador en septiembre de ese año.

El llamado de la Asamblea

La Asamblea de la Civilidad, nacida en abril de 1986, agrupaba a organizaciones en resistencia, en mayo ya había convocado a una paralización, la cual pretendía fuera más masiva para el 2 y 3 de julio de ese año. La agrupación multigremial, encabezada por la Confederación Nacional de Trabajadores del Cobre, acordó que aquellos dos primeros días de julio serían fundamentales. «Había una gran esperanza que decretara una movilización muy masiva que permitiera deponer al dictador», señala Rolando Álvarez. Jóvenes, como Carmen Gloria y Rodrigo acudieron al llamado.

Caso «quemados»

Qué horrible han sido los nombres que hemos tenido que utilizar para nombrar los horrores de la dictadura. Me gustaría decir que Carmen Gloria es una gran sobreviviente, que a pesar de tener más del 60% de su cuerpo quemado por los innombrables militares de la patrulla comandada por el teniente Pedro Fernandez  Dittus, mantuvo su fuerza y posterior a ser rociada con bencina y ser quemada viva, siguió combatiendo la dictadura y buscando justicia por su compañero, fugaz, Rodrigo Rojas De Negri, quien no logró sobrevivir al ataque.
Según las primeras declaraciones que tomó la jueza Elena Montt en la Posta Central esa noche del 2 de julio, Carmen Gloria dijo:
» A mí me agarraron y me lanzaron a la muralla. Me trajinaron y me metieron el caño de un fusil por el ano. Me dijeron que andaba en las barricadas y les dije que no. Después llegaron dos sujetos de civil que bajaron de un auto, camionetas Pick-up (…) y me tomaron fotos e interrogaron. En ese interrogatorio estaba cuando uno de los militares que vestía de uniforme me lanzó bencina o parafina en el cuerpo y me aplicó fuego. Yo me empecé a quemar y gritaba de dolor; estaba quemada entera».
Mientras Rodrigo, en su único testimonio logró contar su vivencia: «Cuando estaba ardiendo los mismo militares me apagaron con frazadas. Después se fueron y volvieron momentos más tarde, metiéndome en un auto azul y me llevaron a un lugar que no conozco y me dejaron botado en un hoyo junto con otra señorita que detuvieron en el mismo lugar donde yo fui detenido».
Cuatro días más tarde Rodrigo falleció. Carmen se tuvo que someter a más de 40 intervenciones fuera del país. Sin titubear dio declaraciones en todo el mundo, denunciado lo que ocurría en Chile.

El quiebre de las relaciones internacionales

Para ese entonces la dictadura chilena estaba ya estaba muy desprestigiada a los ojos internacionales. Exiliados y reporteros de diversas nacionalidades daban cuenta de la violación a los Derechos Humanos que se vivía en el país. Pero el caso de Rodrigo y Carmen Gloria marcó un precedente.

Según Álvaro Henríquez, en su tesis de grado, el Caso Quemados tuvo un fuerte impacto en la relaciones entre Estados Unidos y Chile. La prensa el día 3 de julio de 1986 informaba sobre el crimen. Incluso, el diario cómplice del régimen, El Mercurio, acotadamente, cubrió la retorno de Veronica De Negri, la madre de Rodrigo, tras un largo exilio en Washington.

LEE LA ENTREVISTA A VERÓNICA DE NEGRI 

«El gobierno norteamericano estaba cada vez más decidido a apoyar una transición institucional de la democracia. Esto se vio reflejado en el funeral de Rodrigo Rojas el día 11 de julio por parte del Embajador de Estados Unidos en Chile, Harry Barnes».

Barnes, para el historiador Álvarez tuvo un papel «fundamental, poco conocido», quien junto a el  embajador de Francia, Paul Depis asistieron al funeral de Rodrigo. «Las repercusiones del crimen de Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana se sintieron en todo Washington tanto la opinión pública como miembros del Congreso y altos funcionarios del gobierno exigieron a Pinochet el esclarecimiento de los hechos y la pronta aplicación de justicia, aunque eso significara el rompimiento con un antiguo aliado», escribe Henríquez.

«Justicia, tú siempre tan esquiva para mi pueblo»

A pesar de contar con los nombres de quienes participaron de este crimen, que se conocieron desde un inicio, fue recientemente, en marzo del 2022, que diez miembros del Ejército fueron condenados por homicidio consumado y homicidio frustrado.
Nelson Caucoto, abogado querellante, declaró a Radio Universidad de Chile,  que “la verdad siempre termina por imponerse», tras el fallo dictado por la Cuarta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago. Sin embargo, como señala la periodista Pascale Bonnefoy, «cuando la justicia tarda treinta y cinco años, ya dejó de ser justicia».
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