Día Mundial Contra el Acoso Escolar: Más allá de las cifras

Escrito por el mayo 2, 2024

Desde 2013, el 2 de mayo se conmemora el Día Mundial contra el Bullying y la Violencia Escolar, una realidad que afecta año a año a niñeces y adolescencias. En Radio JGM quisimos ir más allá de los datos – siempre necesarios para entender el panorama actual del acoso escolar en Chile –  y nos acercamos a conocer más sobre cómo es vivir bullying y cómo, a pesar del transcurso de los años y las diferentes políticas que cada gobierno anuncia/impulsa,  los patrones se van repitiendo.

Por Fernanda Imbert Fuentes

Realidad Nacional

Para 2019, la Superintendencia de Educación tenía registrado 3.008 denuncias por bullying. Dos años después, las denuncias habían aumentado a 5.115 y en la encuesta: “Monitoreo de Establecimientos Escolares en Pandemia: Aprendiendo desde la realidad nacional” se establecía que “a fines del año 2022 un 33% de los/as encuestados/as percibía un aumento de la violencia entre estudiantes en comparación con el año 2019” (Centro de Estudios Mineduc (2023). Evidencias, efectos de la pandemia en la salud mental y en la convivencia de las comunidades educativas: Estado del arte de la investigación nacional e internacional. Pág.13), mostrando el gran impacto que la pandemia tuvo en la convivencia escolar.

Para abril del 2023, la ONG “Bullying sin fronteras”, publicó un documento donde se registraba que Chile contaba con 28.500 casos de violencia escolar entre los años 2022 y 2023, situándose en el puesto número 22 de países a nivel mundial con más presencia de casos de bullying. Finalmente, el año 2023 cerró con la segunda cifra más alta de denuncias por violencia escolar desde 2014, con 4.502 casos denunciados (datos de la Superintendencia de Educación), 613 casos menos que el año anterior pero casi 1.500 denuncias más que en 2019. 

Números que primero, dejan ver que hay muchos más casos de acoso escolar en Chile de los que se denuncian, y que además, ponen en evidencia que las medidas no están siendo suficientes ni eficientes. 

Más allá de las cifras: los testimonios

Catalina, Nicolás y Antonia, nunca se conocieron durante su época escolar. Distintos colegios, edades, estratos económicos e incluso diferentes regiones. Y aún así, sus casos guardan similitudes.  

Los tres recuerdan empezar a sufrir de bullying en los primeros años de la básica (segundo y tercero). Relatan que solían ser el primer blanco por irles bien en clases, lo que era motivo de burla. Tanto Antonia como Nicolás intentaron buscar ayuda en el colegio como primera medida, pero en ambas situaciones el resultado no fue el esperado: a ella sus compañeros empezaron a tratarla peor, y a él la dirección del colegio lo puso como “el culpable” o la “persona no grata”, razones por las cuales tuvo que cambiar de establecimiento.

Para Catalina y Antonia, quienes no se cambiaron de escuela, el acoso evolucionó. Empezaron a meterse con sus cuerpos, a inventar chismes sobre ellas e incluso a ejercer violencia física en distintas medidas. Ambas empezaron a sufrir una baja importante de autoestima.

Nicolás, quien había disfrutado de unos primeros años tranquilos en su nuevo colegio, también volvió a recibir bullying, esta vez de lo que él consideraba “un grupo cercano”, quienes se escudan en ‘las bromas’ para justificar sus comportamientos.

Antonia y Nicolás no volvieron a pedir ayuda en sus respectivas direcciones escolares, ya tenían antecedentes no favorables al haberlo intentado. Mientras que Catalina intentó conversar con los profesores y dirección, pero no hubo respuesta. No escaló en otras medidas puesto que su madre era funcionaria del colegio y existía la preocupación de ponerla en riesgo.

Escape de la situación

Los tres casos mencionan haberse aferrado a hobbies para pasar por estas etapas: libros, series, deportes, arte y lugares. Salidas de escape fuera de sus realidades escolares, que no hacían más que empeorar día a día.

Finalmente, los tres tuvieron que recurrir a defenderse a través de la violencia para poder frenar el bullying directo que sufrían. En la enseñanza media, los tres se unieron a grupos donde el acoso ya no era directo ni constante, pero se notaba la diferencia que hacían sus compañeros para con ellos; excluirlos de invitaciones, hablar mal de ellos mientras estos estaban presentes, ponerse en contra de ellos en cualquier situación e incluso ridiculizar con situaciones pasadas excusándose nuevamente en “las bromas”. 

Cuando se les pide recordar si existían campañas anti bullying en sus colegios, Nicolás recuerda haber visto en tercero medio algunos letreros con frases ‘anti-acoso’, Antonia no recuerda haber visto nada y Catalina recuerda como le molestaba escuchar como se llenaban la boca hablando de «lo que no tenía que pasar», mientras que dentro del establecimiento no hacían nada contra las situaciones de acoso que ella, otras, otres y otros pasaban.

¿Aplaudible o preocupante?

Los tres “aprendieron a vivir con estas situaciones” a medida que iban pasando los años; el seguir adelante es la solución aplaudida mientras se ignora que la salida restante es trágica y sin retorno. Hay múltiples estudios que vinculan el acoso escolar y el bullying con la depresión y el suicidio adolescente.

A pesar de que se siguen repitiendo los mismos patrones a través de los años, y que estos escalan día a día en violencia, pareciera que se sigue esperando que primero haya un gran cambio nacional antes de efectuar medidas concretas en particular. Finalmente, aquellos que viven día a día esta realidad tendrán que seguir escuchando promesas vacías hasta que se tomen acciones concretas.

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