Requiem Rumbero: Homenaje a David Ortega (En Memoria)

Escrito por el enero 31, 2020

En algunas ocasiones los astros se alinean para conectar pueblos de formas inesperadas y permitir así que grandes referentes del arte puedan cruzar horizontes, dejándonos ser testigos de uno de los más hermosos gestos humanos: brindar cultura con las manos abiertas. 

Un ejemplo de ello, fue la presencia por casi 27 años en Chile de David Ortega, maestro mayor del tambor y la percusión en todas sus expresiones, quien con un corazón gigante, un talento sobrenatural y una humildad única pudo tender un puente directo entre La Habana y Santiago de Chile, abriendo las puertas a los artistas chilenxs al infinito complejo de la música cubana, la rumba y el son.

Hoy ante su partida luego de una lucha férrea contra el cancer, nos toca despedirlo entre tumbadoras, claves y pasos de rumba. En la escena de la música tropical chilena no hay quien no reconozca la herencia riquísima que dejó este baterista y multipercusionista habanero. Hay un antes y un después en Chile desde su llegada, con él conocimos el lenguaje de la clave cubana, su misterio y su sabor. La magia del 3 + 2.

Formador de Formadores, el Legado del Tambor

David Ortega Stuart, percusionista cubano del barrio El Vedado de La Habana, llegó a Chile el año 1993 invitado por la Universidad Católica a una clínica de batería latina, gracias al contacto realizado por Sergio «Tilo» González, baterista y compositor de Congreso. Con una carrera consolidada como músico de sesión y como formador musical en diversas escuelas y orquestas de Cuba, David tomó sus baquetas y vino a sembrar en tierras chilenas dejando un legado inmenso en sabiduría, sabrosura y tradición.

Inició sus estudios en la Escuela Nacional de Instructores de Arte de La Habana, mezclando la teoría y el estudio del tambor con la rumba que fluía por sus venas y que fueron su crianza en las calles de La Habana. Tomó cursos de post grado con Reither Rivero, José Luis Quintana, “Changuito” y Guillermo Barreto.  Luego realizó clínicas de percusión afro-caribeña en diversas escuelas, principalmente en Europa hasta llegar a nuestro país. Desde 1998, se desempeñó como profesor de percusión en la carrera de Intérprete Instrumental con mención en Percusión Afrolatina en la Escuela Moderna de Música, dejando una estela de músicos profesionales, orquestas de latin jazz y exponentes de talla internacional que pasaron por sus aulas y clases.

En nuestras tierras enseño y educó en los más diversos contextos, talleres y espacios, entregando su amor por la música en muchos casos de forma desinteresada y tocando con el respeto que se merecían todos los públicos y audiencias. Participó también del Conservatorio de Percusión de Chile y de numerosas presentaciones  y grabaciones con agrupaciones locales.

No sólo fue la semilla que llegó a hacernos gozar con la riqueza del complejo del Son y la Rumba en la percusión, entregando contenidos, saberes y tradiciones afrocubanas a quién quisiera aprender con humildad, sino que además construyó un camino como formador, elevando el nivel de varias generaciones de percusionistas nacionales que se adentraron en el camino de la percusión latina y la batería siguiendo sus pasos.

Recordados son los domingos de Rumba que organizaba junto a la comunidad cubana en Chile, donde músicos y bailarines se daban cita a compartir y lentamente ir seduciendo a chilenos y chilenas con el ritmo antillano. Formó el grupo de rumba y cantos afrocubanos Aggayu Solá, junto a sus compañeros Ernesto Artimex y Efren Viera, mostrando la vernácula polirritmia de los tambores batá a los ojos de lxs chilenxs.

Una Clave para la eternidad

Hizo su vida en Chile amando este país y a su gente a través de la música, entregando conocimientos y espectáculos de nivel mundial con diversas agrupaciones con las que recorrió todo el territorio nacional. «Donde tocaba David, no había fallo, había que afirmarse para mantener ese tren», era una frase recurrente entre los músicos nacionales ejemplificando que su ritmo y precisión eran tales, que «afincaba» lo que le pusieran por delante.

Su figura representa al maestro que entrega su conocimiento y amor con infinito compromiso a la tierra que lo vio nacer y a la tierra que lo acogió con cariño. Despedir a David es recordarlo con fiesta, rumba y son. Siempre generoso, dispuesto a compartir una conversación, regalar un disco, amante de su familia y su cultura. Respetuoso del trabajo del arte, siempre entendiendo que la música cubana necesita del bailador, que si el público no goza con el trabajo del músico no está lograda la magia del tambor.

Su velorio y despedida se realizó hoy en la Casa Michoacan de los Guindos, centro cultural de la comuna de La Reina, en un ambiente de amistad, rumba y recuerdo. La clave hizo su llamado, sonaron los tambores y las voces se elevaron por despedir a David Ortega Stuart, una fiesta de la música latinoamericana que ojalá acompañe su alma eternamente.

Escucha acá un extracto de la rumba de despedida a David Ortega.

 

Por Kike Ortega

31 de enero 2020

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