Mujeres migrantes que resisten: Elizabeth Andrade y su activismo desde los feminismos populares.

Escrito por el julio 25, 2022

“(..) Porque no importa donde se nace y se muere,
sino donde se lucha por el buen vivir de todas y de todos”
-Elizabeth Andrade

Elizabeth Andrade (54), Dirigenta Social, mujer inmigrante de origen peruano, que vive en Chile hace casi 3 décadas, ha sido galardonada con el Premio Nacional de Derechos Humanos 2022, otorgado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos en Chile.

Por Vanessa González Peña

 

Este hito marca un evento significativo para todas las mujeres inmigrantes en Chile, que tienen como actividad fundamental la defensa de los derechos humanos de las comunidades en situación de movilidad humana, pero también la lucha contra las violencias patriarcales, racistas y xenófobas.

Actualmente, Elizabeth es Presidenta de la Corporación Rompiendo Barreras, del Movimiento de Pobladores Vivienda Digna (lidera demandas de radicación de ocho comités del Macrocampamento Los Arenales en Antofagasta y sus dos mil familias), Co-fundadora e integrante de la Red Nacional de Organizaciones Migrantes y Promigrantes, por mencionar algunos. Es ampliamente reconocida en el quehacer político migrante en Antofagasta, donde vive desde el año 2010, y con su trabajo en el Macrocampamento los Arenales, en donde despliega su lucha desde el año 2015: reivindicando las identidades latinoamericanas, concientizando a las personas inmigrantes sobre sus derechos humanos, sociales, políticos y culturales, a la misma vez que levanta las banderas de lucha por la vivienda digna.

Si bien su accionar actual se ubica en el seno de las luchas populares desde los Movimientos de Pobladores, el activismo que desempeña también es profundamente feminista y de un caráctar popular, territorial y comunitario. Es en estos espacios, donde se despligan diferentes estrategias de autoorganización migrante. Algunas de las experiencias que se pueden mencionar: levantar ollas comunes, el generar convenios territoriales, el promover la organización comunitaria y el acompañarse mutuamente entre mujeres. Un ejemplo de ello es el apoyo que hace a demandas colectivas junto a mujeres líderes de campamentos en Calama, Antofagasta, Mejillones, Iquique y Alto Hospicio.

Vanessa González Peña

Se hace evidente que las mujeres inmigrantes en nuestro trayecto migratorio tenemos que enfrentarnos no sólo a las barreras simbólicas que se nos imponen como migrantes, sino también a distintos riegos y amenazas propias de nuestra existencia como mujeres.

Esto último incorpora una serie de desigualdades y asimetrías de género que buscan menoscabarnos y atentar contra nuestros derechos, desde las distintas manifestaciones de la violencia de género. Es por ello, que Elizabeth sin duda alguna es actualmente un referente feminista pues no sólo ha desempeñado una lucha por la dignidad de pobladores y pobladoras, por la vivienda digna, los derechos de las personas migrantes sino también por poner en el centro los cuidados, combatir diversas formas de violencia que experimentan las mujeres con las que se organiza, promover espacios seguros de convivencia para mujeres e infancias, y generar sostenibilidad comunitaria, ampliando las demandas a través de espacios de articulación a nivel nacional.

Las disputas en el campo de las luchas por la vivienda y la ciudad, son sin duda alguna disputas intersectoriales. Desde hace mucho tiempo hemos evidenciado cómo existe una feminización de la lucha social comunitaria en países de Latinoamérica, en donde las agentes comunitarias con un nivel amplio de participación y liderazgo son las mujeres. En este caso, en el Chile de hoy, vemos como esta participación es diversa e incorpora a mujeres inmigrantes también, que han construido un devenir transformador en el país en el que ahora viven.

La participación de Elizabeth -así como de tantas mujeres que se encuentran en el plano de la invisibilidad – apunta a insertarse en una lucha que busca contraponerse a un sistema dominante, que además ha criminalizado la existencia de las personas inmigrantes, instalando un Estado policial sobre nuestros cuerpos, vidas y formas de habitar. En experiencias como la de Elizabeth, la lucha política de las mujeres adquiere dos formas: la primera, una lucha explícita por el derecho a la vivienda y la ciudad, a transitar y construir los territorios, reivindicando los derechos habitacionales que son universales, desde una perspectiva contrahegemónica para la ciudad; la segunda, una lucha que parece ser más implícita, por la reconfiguración de las estructuras patriarcales que solidifican las dinámicas cotidianas de desigualdad que viven las mujeres,  y sobre todo las mujeres inmigrantes.

El activismo de Elizabeth nos alienta a alzar la voz contra las injusticias que viven miles de personas en Chile, contra la precarización de nuestras vidas, y llena de esperanza a las mujeres inmigrantes que vamos transitando los caminos de la lucha social por nuestra dignificación y por el derecho a migrar y habitar un territorio.

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