Rodrigo Malbrán, director de La Mancha: “este país tiene mentalidad sísmica”

Escrito por el junio 5, 2018

A casi dos años de reabrir la reconocida Escuela de Teatro Internacional La Mancha, el pedagogo se enfrenta a las adversidades con las que conviven las artes escénicas en el país. Siendo el único latinoamericano acreditado para enseñar el innovador método de Lecoq, tuvo que esperar 20 años para recibir el FONDART, justo cuando estaba por dejar Chile.

Aislada a los pies de la cordillera de los Andes, junto al sinuoso Camino a Farellones, en el sector oriente de Santiago, se encuentra la reconocida Escuela de Teatro Internacional La Mancha. Su director, Rodrigo Malbrán (55), fundó el establecimiento en el año ’95 y la compañía teatral del mismo nombre, junto a su ahora ex esposa Nellie Nixon y su padre Ernesto. Si bien cerró la institución en 2012 a causa de sus proyectos personales, hace dos años volvió a abrir sus puertas y recibir estudiantes tanto de Chile como del resto del mundo.

Entrada principal de la escuela.

Debido al exilio de su padre, luego del golpe de Estado del ’73, Rodrigo vivió desde los diez a los 21 años en Noruega. A medida que su estadía se prolongaba comenzó a interesarse por la pedagogía: “Quería volver a mi país a enseñar algo bien. Aunque no sabía en ese momento qué era lo que iba a ser”, recuerda.

Tras cursar estudios del estilo de Stanislavsky en la Universidad de Bergen, decidió viajar a París para entrar en la Escuela de Jacques Lecoq. Allí conoció de primera fuente el método del maestro Lecoq, renovador de la escena internacional, referente del teatro del gesto y uno de los pedagogos más reconocidos. Al terminar sus estudios se convirtió en uno de los 27 acreditados para impartir el método, el único latinoamericano y escandinavo, ya que tiene doble nacionalidad.

Respecto de la esencia de esta forma de enseñar, Malbrán afirma que “se basa en las leyes de la naturaleza, en buscar un autor/autora y en enseñarle a los alumnos todas las técnicas y estilos teatrales, con una visión del teatro popular, y una metodología bastante concreta”.

 

Educar en el cerro

Fue luego de realizar talleres gratuitos -con el auspicio del gobierno noruego- junto al actor Fernando González, en la Universidad de Chile y en la Universidad Católica, que Malbrán vio en Chile el lugar óptimo para fundar la escuela y compañía de teatro La Mancha, un lugar donde “no solamente iba a cumplir una funcionalidad cultural, sino que también iba ayudar a los jóvenes después de la restauración humana que tiene que ocurrir en un país de posguerra”, recuerda.

Sin embargo, para Rodrigo esta restauración no significa que sus obras deban tener color político, sino que deben hacer un llamado a la reflexión. “El teatro debe poner arriba del escenario un reflejo de la sociedad, para que el público piense, converse y discuta. Por lo tanto, para mantener su libertad como fenómeno, no puede adscribirse a ningún partido político ni vertiente”, señala.

El verdadero objetivo de su escuela consiste en formar creadores que cuenten sus propias historias, que se conviertan en “cronistas de su época”, como él les llama. Los alumnos conocen todas las facetas del teatro pero sin olvidarse de sí mismos: “El artista siempre se expresa y se comunica mejor cuando habla desde su propia problemáticabuscando un lenguaje universal para que el público se pueda sentir identificado con la materia que se plasma en el escenario”, comenta.

Es por esto que se habla de lo que funciona y lo que no funciona, no de los gustos personales de los profesores. Se intenta entregar las herramientas para un trabajo de calidad, que contribuya al escenario teatral con una diversidad genuina. “A mí me pasa que el 40% de los trabajos que hacen mis exalumnos ya egresados no me gustan, pero funcionan”, sostiene.

En el desarrollo de la identidad se explica la principal herramienta pedagógica de su escuela y del método de Lecoq: la llamada Máscara Neutra. Ésta consiste en un rostro sin expresión que desafía a los alumnos a comenzar desde un estado de equilibrio previo a la acción. La idea es que una vez alcanzada esta etapa, el cuerpo se convierte en una página en blanco, o bien, greda con la que se podrá amoldar desde lo más básico de su identidad.

Por otro lado, esta metodología busca enseñarle al alumno que actuar es un oficio sencillo, tal como lo es ser un panadero, pero que requiere de trabajo arduo, pues “el artista no se mueve solamente a través de sentimientos, pasiones o estados de ánimo, tiene que ver también con disciplina, estructura y con un orden de vida”. Además, explica que este trabajo arduo está regido a leyes científicas, que son estudiadas en relación a los primeros siete años de la persona, aquella etapa en que define gran parte de su identidad.

Malbrán critica a las universidades señalando que la mayoría enseña de todo un poco, pero nada realmente, algo que no sucede con su método. Afirma que con dos años basta para obtener todas las herramientas y estilos teatrales. De esta forma, hace la analogía: «si el teatro es un árbol, las universidades enseñan a estudiar todo el árbol, mientras que La Mancha se encarga de profundizar en solo una hoja, porque en esa pequeña parte está el ADN para crear el resto del ser vivo”.

Jacques Lecoq con su máscara neutra.

Pero además, cree que una educación con la esencia del método de Lecoq, puede aplicarse no solo a las artes escénicas, sino que a todos los aspectos de la pedagogía, pues es el modelo del siglo XXI.

Asegura que en Chile la educación está atrasada unos 80 años y que sentar a un niño por siete horas recibiendo información es algo obsoleto, pues en la experiencia está el aprendizaje. “El ser humano antes de ser filósofo era un curioso de la vida. Un niño investiga a través del error, que es una fuerza motriz en esta escuela y se convierte en conocimiento. Esa frasecita de Descartes, ‘Pienso y luego existo’ es una falacia, porque uno primero siente”, sentencia.

En trabajo constante está también la Compañía de Teatro La Mancha, un colectivo cuyo único miembro permanente es Rodrigo, quien trabaja con un elenco rotativo de ex alumnos. Ha producido obras como «Alturas de Macchu Picchu«, basada en el poema de Pablo Neruda con motivo del centenario de su nacimiento y «Parranda», en donde se exploran los personajes del mundo de la anti-poesía de Nicanor Parra.

 

Aprender con cabeza y cuerpo

Al enseñar, Melbrán considera que para aprender el cuerpo es tan importante como la mente: “La cabeza tiene una memoria y el cuerpo tiene otra más antigua”. Son estos los aspectos que le llevan a concluir que “hay que buscar otro formato educacional y esta escuela y esta pedagogía de Lecoq, tiene cosas que podrían ayudar a refrescar y a reconstruir esta educación”.

A pesar del buen nivel en teatro que tiene Chile, tal como ha corroborado Melbrán a lo largo de sus viajes y seminarios teatrales internacionales, el financiamiento sigue siendo un problema. “No basta con el apoyo que está dando el Estado, falta una subvención o un financiamiento mayor que el FONDART, el que por lo general, ganan los mismos de siempre”.

Ricardo aplicó por 20 años al FONDART y solo lo obtuvo cuando se supo de su salida del país en el 2012. “Este país funciona en urgencia, tiene una mentalidad sísmica. El pasado no importa ni el futuro tampoco.  ¿Por qué? porque sabemos que puede venir un terremoto y puede quedar la cagá’ en cualquier momento”.

Al respecto de los “tiempos mejores” de Piñera, no tiene una mirada optimista, cree que será más de lo mismo y que el cambio verdadero vendrá con el tiempo. Por ahora, él solo se dedica a su compañía y a su rol de director, y pedagogo en una de las mejores escuelas de teatro de Latinoamérica, a pesar de no ser reconocida por el ministerio de Educación.

Media máscara expresiva elaborada por Tomás O’Ryan, usada en la obra “Reventando la pelota” de la compañía La Mancha”.

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