Mes del libro: “la lectura debiese ser una actividad ciudadana”

Escrito por el abril 10, 2018

Este 23 de abril se conmemora el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, como una forma de homenajear a los libros y a los  escritores. En ese contexto, Chile es uno de los países con menor índice de lectura. Según un estudio de GFK Adimark del 2017, sólo un 22% de la población lee diariamente. ¿Cómo podemos cambiar este escenario?

La lectura es un proceso complejo, que nos permite aprender de otros y conocer el mundo. A través de ella, practicamos la empatía y el poder situarnos en la realidad como ciudadanos críticos y autónomos. Cada texto, más allá de su temática, es una herramienta que nos da la posibilidad de ejercitar la mirada.

Es por esto que en el Día Internacional del Libro y la Lectura, que coincide con el nacimiento y la muerte de grandes exponentes de la literatura como Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Inca Garcilaso de la Vega, entre muchos otros, se hace aún más importante evaluar el hábito lector de los chilenos.

Según una investigación de GFK Adimark del 2017, en Chile las personas con mayores ingresos lideran la lectura diaria con un 30%, respecto de los grupos más humildes que representan un 19%. Además, sólo un 24% de las mujeres lee casi todos los días frente a un 20% en el caso de los hombres. El periodista y director de la editorial Librosdementira, Luis Cruz, señaló que estos bajos índices en el hábito lector se deben a una serie de factores.

“La penetración de internet, el celular y el tiempo que la gente pasa mirando la pantalla, han afectado nuestro comportamiento. Por otra parte, desde el golpe de Estado en adelante hubo una baja valoración de los libros. Eso provocó un quiebre porque antes del régimen, Chile era uno de los países donde más se leía en Latinoamérica”, indicó el autor.

Para el editor, desde ese entonces hubo una disociación entre el público y el trabajo de los escritores, donde finalmente el gobierno y el Estado optaron por quitarle el valor a los libros y a la lectura.

 

¿Cómo incide la familia en la formación de nuevos lectores?  

En general, la gente que creció con una biblioteca en su casa se forma en un entorno muy natural. No es un tema ir a una librería o a una feria a comprar un libro, pero esto es porque sus papás eran lectores y esto se transforma en algo normal. Pero en una familia donde ni mamá ni el papá leen y tampoco hay una biblioteca, para los niños el libro pasa a ser un objeto extraño y que sólo puede encontrarlo en el colegio.

Todos los incentivos formales apuntan a que ese niño no lea o que haga otras cosas como ver televisión o jugar en el teléfono. A mí me llama mucho la atención esos padres que gastan mucha plata en comprarles una tablet a sus hijos y no un libro. Porque es verdad que en Chile los libros son caros respecto a los sueldos miserables que tenemos. Pero igual la gente se las arregla para comprar tecnología. Como sociedad, la valoración que nosotros le damos al mundo de los libros es bastante precaria.

¿Qué piensas de las políticas de fomento lector?, ¿en qué crees que han fallado?

Lo que pasa es que no están pensadas en las necesidades del público o de los lectores. Sino más bien están apuntando a lo que creen aquellos que hacen esos proyectos. Sucede lo mismo en los colegios, donde los planes de lectura vienen del Mineduc y promueven textos que no necesariamente abordan temáticas que van a interesarles a esos escolares. Al final, generan el efecto contrario. Creo que cualquier iniciativa que busque fomentar la lectura, en un país donde se lee tan poco, aportan un grano de arena a mejorar esa situación.

En ese sentido, ¿consideras que el IVA es también uno de los responsables de la baja tasa de lectura y del poco acceso a los libros?, ¿por qué?

No sé sí es un responsable directo. Por ejemplo, si un libro vale $10.000 sin el IVA va a quedar en $8.100. Tampoco es tanta la diferencia en el precio. Sin embargo, simbólicamente el hecho de que el Estado le quite el IVA al libro es una señal muy potente como sociedad de decir ‘el intercambio de ideas que se genera a través de este formato es tan valioso que lo dejamos excepto de impuestos’. A mí me parece que no sólo los libros debiesen estar exceptos del IVA, sino que también los medicamentos y las cosas de primera necesidad. Además, todas las actividades culturales como el Lollapalooza no pagan IVA, porque la ley que se hizo con el retorno a la democracia dice que el Estado quiere más cultura y artistas, por lo tanto no existe algún otro pago adicional. Con el libro no pasa eso.

Aun cuando existan otras formas de intercambiar información, a mí me sigue pareciendo que el libro es la principal herramienta que tenemos como sociedad para autoeducarnos, para conocer lo que está pensando el otro e ir desarrollándonos como personas. Sin embargo, el libro se ha vuelto bastante elitista. En cada feria, yo he visto que nuestro público en general son universitarios. Creo que los de textos se deberían sacar de ese sitial y aterrizarlos a que sea actividad más ciudadana, y que la gente leyera más por placer.

En los últimos años, el papel ha mutado al digital y se han generado nuevas plataformas de lectura como la Biblioteca Pública Digital, que fue lanzada recientemente. ¿Crees que esas iniciativas cumplen con su objetivo y hacen más cercanos los libros?

Sí, pero es un camino muy largo como también todas las políticas de fomento lector. En esos casos, hay que pensar que se va a lograr un cambio en unos 10 años y trabajando con las nuevas generaciones, porque es muy difícil cuando un adulto no lee.

Aun cuando la pantalla tiene sus beneficios y la Biblioteca Pública Digital es una estupenda iniciativa, me parece que la literatura ocurre en los libros de papel. Este es un formato que va a costar ser destronado por los dispositivos electrónicos, que son buenos pero que nunca van a reemplazar al soporte físico.

¿De qué forma las editoriales independientes, como Librosdementira, se han hecho cargo de este problema y han atraído a los lectores más allá de las obras que traen las grandes empresas?

En nuestro caso, partimos haciendo una página web de difusión de literatura que era gratis. La idea era que la gente se acercara a los autores importantes de ese momento en Chile y que los pudieran conocer. Ahí nosotros publicamos dos colecciones: una de poesía y otra de narrativa que tuvieron bastante éxito. Todavía hay gente que se acuerda de nuestros libros digitales.

Cuando empezamos a publicar en papel, tuvimos que empezar a vender los libros. Pero la forma que tenemos de promover lo que hacemos es ir a todas las ferias del libro que se nos presenten en distintos lados. Porque así realmente podemos llegar a las personas que no van a una librería y que no forman parte del mercado tradicional del libro. Por otra parte, desde hace tres años tenemos una política editorial sostenida de ir a los colegios y hacer presentaciones de libros. Ahí llevamos a distintos escritores, los estudiantes hacen preguntas y se expresan. Esto ha sido una experiencia muy bonita, dejando de lado la precariedad del mercado editorial independiente.

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