Expectativas: crónica de una visita al Patio 29

Escrito por el julio 12, 2023

Se propusieron realizar el recorrido, hacía tiempo que esperaban el día. Era una mañana fría, con cenizas de lluvia y nubes exclamando su retorno, trazando las figuras que recibirían el nuevo solsticio. El punto de encuentro fue en la estación Cementerios, allí comenzaría la travesía hacia el Patio 29.

Por Rodolfo Lira

Patio 29

Vista desde memorial del Patio 29, Cementerio General. Fotografía Rodolfo Lira.

—¿Dónde viene? —preguntó Pablo—.

—Dice que llega en cinco minutos —le contestó Carlos, conocido como Kako, luego de echar una ojeada al celular—.

Esperaban al Rorro, el apodo de Rodolfo, el último integrante que faltaba para entrar al valle de tumbas y mausoleos.

—¡Ahí llegó! —señaló Angie, la única mujer del grupo, que llegó desde Quilicura al igual que Kako.

Rodolfo vivía en Recoleta, exactamente a una estación de metro del cementerio, resultaba cómico que hubiera sido el último en llegar, teniendo en cuenta que Sebastián y Pablo llegaban desde La Florida y Melipilla respectivamente.

Los cinco subieron hasta la salida y se encontraron de lleno con vendedores de adornos para los visitantes; globos, molinos y una pasarela roja que desbordaba colores con los ramos de violetas, rosas, lavandas, siemprevivas e infinidad de otras flores que los recibieron. Estaban en la Avenida Recoleta, los autos pasaban por doquier y algunos ingresaban por la entrada para vehículos hacia el cementerio. Un caos a las afueras del lugar de descanso.Enseguida, luego de ingresar por el costado del portón vehicular, comenzaron a caminar derecho, sin rumbo aparente, ya que nadie sabía cómo llegar a destino. Entonces Kako abrió el mapa en su celular.

—Ok… estamos en el patio N°82, tenemos que seguir por acá derecho y luego girar a la izquierda —señaló—.

Recorrieron muchos mausoleos, nichos rotos, estatuas de estilo renacentista, panteones imponentes, murales y graffitis. Los rayados en rojo y negro se preguntaban lo mismo una y otra vez: ¿Dónde Están? La misma pregunta se hacían los estudiantes en su búsqueda por encontrar el Patio 29, aquel lugar que en dictadura fue un sitio para ocultar cuerpos supuestamente no identificados, o NN. ¿La tarea? una observación escrita. Parecía fácil, algo que cualquier novato en la profesión podría cumplir, sin embargo, nunca creyeron lo que sucedería, algo que recordarán hasta el final del día.

Eran las 11:14 y se encontraban en Domeyko con O’higgins. Lograron llegar al lugar planeado, un letrero blanco y verde les señalaba su destino, habían llegado al Patio 29. Se dispersaron y comenzaron a reconocer el lugar, con una calma y respeto profundo por los cuerpos que ahí yacían. Vieron la tumba del expresidente Salvador Allende junto a su esposa Hortensia Bussi, y alrededor las tumbas llevaban nombres grabados en la piedra, algo no calzaba…

—Este no es el Patio 29, las tumbas no deberían estar identificadas… —dijo Kako—.

—Recuerden que desde 1987 el patio pasó a estar entre los 157 y 162—respondió Pablo—.

—¿Qué hacemos? —preguntó Rorro mientras sacaba una foto con su cámara réflex antes de que fuera interrumpido—.

—¡Oiga chiquillo, no puede tomar fotos!

Ninguno respondió. La trabajadora del lugar se les acercó.

—Tienen que pedir un permiso antes de tomar fotos.

—¿Por qué no podemos?, estamos haciendo un registro para la universidad —preguntó Rodolfo, con templanza, apagando la cámara—.

—Si en alguna foto sale el nombre de una familia pueden demandar al cementerio. Si es para algún trabajo vayan y avisen, así no tengo necesidad de reportarlos. Vayan a la otra entrada, por acá derecho —dijo señalando con el dedo—.

El rumbo había cambiado.

Llegaron a la entrada de Avenida La Paz, esta era totalmente distinta por donde ingresaron en un principio, llevaba un aspecto mucho más neoclásico con puertas enormes y pinturas en los techos que hacían perder miradas.

A su lado estaba una chica en la misma situación, era estudiante de Diseño, tenía su misma edad y llevaba un vestido en su mano, contó que necesitaban permiso para tomar fotos a los diseños de sus ropas.

Una vez conseguido el permiso, se embarcaron nuevamente a su verdadero destino, esta vez con la guía de un guardia.

—Es interesante esto.

—¿Qué cosa?

—Observar cómo toda la gente tiene distintos destinos y sentidos aquí en un mismo espacio… Para los guardias es su forma de subsistir, para nosotros es una forma de aprendizaje, ¡e incluso para esa chica de Diseño también es distinto! Aunque nuestros caminos se entrelazan, son paralelos, ella busca inspiración y nosotros contamos una historia… —reflexionó Angie— … Incluso para otros es un lugar sagrado… —dijo mientras miraba un grupo de personas en un velorio—.

Todos asintieron en silencio. Era innegable la trascendencia del lugar.

Siguieron el camino, cruzaron las tumbas de los presidentes, algunos muy queridos con cientos de cartas y flores como Balmaceda, y otros no tanto, como Manuel Montt y los múltiples rayados en su mausoleo con frases como “asesino” o “lxs obrerxs no olvidan”. La búsqueda de justicia también se hace presente a través de la historia, el sentir de un pueblo permanece en sus cicatrices.

En el transcurso, ya casi a mediodía, llegaron a una parte mucho más amplia y llana dentro del cementerio, repleto de lápidas decoradas, algunas cubiertas con toldos y fotografías de sus seres queridos. Era notable una diferencia social en cuanto a las demás ya vistas, estas eran mucho más simples, hacían notar una cultura que desiste de lo que en su tiempo fue una aristocracia. No había estatuas, mausoleos y carecía de árboles.

—Parece que llegamos —señaló Sebastián al ver, un par de metros más lejos, un gran espacio con cruces metálicas abandonadas y tumultos de tierra—.

—Este no puede ser el lugar… —dijo Pablo— ¡Está totalmente abandonado!

La decepción dominó el ambiente. ¿Dónde estaba la memoria?

—¡Es acá!—gritó Kako desde lejos—.

Estaban en el patio de al lado, sin embargo, las expectativas no se mantuvieron positivas al llegar.

—“Patio 29, para que nunca más”… “monumento histórico”… “¿quiénes fueron?”… ¿Qué dice después? ¡No alcanzo a leer, está todo oxidado!

Si bien estaba el reconocimiento del sitio a través de placas, el deterioro y la nula preocupación del espacio eran evidentes.

—Deberían preocuparse más de la mantención de estos lugares antes que una posible demanda por una foto… —dijo Carlos, pensando en la señora que los intervino antes—.

Habían hileras de cruces de hierro oxidadas e inclinadas por el tiempo, no había pasto y yacían un par de decoraciones en cada nicho. Un memorial frente a las tumbas llevaba grabada frases como “En este patio 29 fueron sepultados como NN (nombre desconocido) víctimas de la dictadura militar”, “Patio 29, recuperación de un espacio público que nos invita a reflexionar sobre el profundo respeto que debemos tener por la vida y a llenar de sentido el nunca más que todos y todas anhelamos” o “…quisieron asesinarte y te asesinaron, quisieron quemarte el cuerpo y te quemaron, quisieron arrancarte de la lucha y eso, no pudieron ¡De la lucha no te arrancaron!”.

Aquellas vidas, espíritus que soñaron un mundo mejor, o que simplemente tuvieron la mala suerte de encontrarse con la ferocidad de la deshumanización, ahora reposan con su única identificación: el anonimato. ¡¿Por qué tuvo que terminar así?! El destino parece tener juicio, ¿o es el avaricioso aquel que porta el lápiz de la historia? El polvo y la oxidación son el espejo de una consciencia olvidadiza, de un país que lleva una bandera sin colores, de una lápida sin nombre.

—Sentémonos acá.

—Estaba pensando que para el trabajo podríamos escribir una crónica, ¿qué les parece?—propuso Kako—.

—Podría ser algo más narrativo quizás… —dijo Rorro— algo así como “era una mañana fría…”

—¡Ya, no empecí con tus cuestiones enredadas! —bromeó Pablo—.

—A mi me gusta la idea—dijo Sebastián—.

—A mi igual—asintió Angie—.

Entonces todos callaron, mirando el hondo espacio que guarda la historia, allí dentro de cada cruz y adorno desgastado, porque los lugares sagrados toman nuevos matices y reencarnan en figuras llenas de odio y dolor, pero también pueden ser reunificadas hacia la esperanza. Quizás, luego de 50 años de ocurrido el golpe de Estado, pueda existir justicia en nuestra memoria.

Tal vez también te interese: CASO CARAVANA DE LA MUERTE DE VALDIVIA: EL CAMINO POR LA JUSTICIA LLEGA A SU FIN Y MANO DERECHA DE PINOCHET ES CONDENADO POR PRIMERA VEZ

Sigue leyendo en Radio JGM

Especial 50 años golpe cívico-militar: «Caso quemados», la juventud combatiente en el año decisivo

 

Comentarios

Opiniones

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *



[No hay estaciones de radio en la base de datos]