Sebastián Lelio, el hombre detrás del Oscar

Escrito por el abril 26, 2018

Con un premio Oscar y un país que lo aclama, Sebastián Lelio no ha perdido su esencia. Nómada, astuto, apasionado e inquieto, así lo definen sus amigos y conocidos. El próximo 17 de mayo, el director estrenará su primera cinta internacional sobre una pareja lésbica llamada “Disobedience”.

Todas las butacas de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica están llenas. Ya no hay espacio ni para un alfiler. La expectación crece a medida que pasan los minutos. Los niños y niñas, estudiantes y profesores quieren conocer al gran invitado del Festival Académico de Cine Universitario (FACIUNI) y al realizador que le dio el Oscar a Chile con ‘Una Mujer Fantástica’, Sebastián Lelio.

En el medio de la sala y sobre una pequeña mesa con un mantel oscuro está la luminosa estatuilla, acompañada de unas cintas antiguas de video, una claqueta y unas flores blancas que brillan junto al galardón. Sebastián irrumpe con paso lento y sereno, mientras sonríe distendidamente. Como si hubiese sido un acto programado, todos los invitados lo aplauden sin cesar. Los fotógrafos lo acorralan y los flashes lo ahogan. En nuestro país, él es una figura del tamaño de Hollywood.

De tener en los años ’90 una microempresa de grabación de matrimonios y fiestas junto al productor Andrés Mardones, Lelio pasó a ser una estrella en el cine chileno y en mundo. Pero aún con el Oscar bajo el brazo, él es un hombre sencillo, humilde, con un gran sentido del humor y que le gustan los estudiantes.

 

La alfombra roja y el salto al estrellato de ‘Una mujer fantástica’

Sebastián viaja por su recuerdos hasta esa noche del 4 de marzo en el Teatro Dolby de los Ángeles, California, donde La Mujer Fantástica se coronó como la Mejor Película Extranjera en los premios Oscar. “Antes de que Rita Moreno dijera: ‘¡A Fantastic Woman!’ yo realmente no sabía y estábamos muy preparados como cada año, a que ganara el maestro ruso o la sueca con ‘The Square’”, contó el cineasta.

La cinta ganadora retrata la vida de Marina, interpretada por la actriz Daniela Vega, una transexual que tras la muerte de su pareja debe enfrentarse al rechazo y a los prejuicios de una sociedad machista y heteronormada. ‘Una mujer fantástica’ no sólo se llevó el Oscar. También ganó el Goya a la Mejor Película Iberoamericana, el Oso de Plata al mejor guion, obtuvo tres Premios Fénix y el premio Spirit del cine independiente, al mejor filme internacional.

 

¿Cómo surgió la idea de hacer ‘Una mujer fantástica’?

Siempre me ha impresionado la gente que busca napas subterráneas. De repente se acercan y dicen: ‘aquí’. Desde afuera se puede ver como algo absurdo, mágico o irracional. Pero para mí ese instrumento es la emoción. Cuando yo ando buscando y digo: ‘aquí’, es porque estoy atravesado por una corriente de emoción. Empezamos a trabajar con ideas desde la anécdota, sin tener a los personajes.

‘¿Qué pasaría si la persona que amas muere en tus brazos y tus brazos son otro lugar, donde esa persona no pudiese morir porque tú eres el o la indeseada y tienes que avisarle a la familia y nadie te quiere ahí?’ Eso sonaba como un terreno interesante para explorar. Pero cuando aparece la idea de probar con distintos tipos de personas que pudiesen experimentar esta historia y que fuese vivido por una mujer transgénero, ahí yo sentí un mazazo en la cabeza. Sonó tremendamente emocionante y paralizador, lo que era la mejor señal.

Sin embargo, cuando empezaste a trabajar en esta cinta todavía no estaba en la palestra el tema de las personas trans…

Claro, todavía no figuraba en las primeras portadas de revistas en Estados Unidos. Pero cuando empezamos a filmar el tema empezó a aparecer no sólo en la discusión política, sino que en la farándula. Una presencia mediática que también es una señal de conquista de un lugar.

Cuando ya estábamos a punto de estrenar había aparecido en la National Geographic un número que se llamó ‘El panorama cambiante del género. Género: La revolución’. Yo me acuerdo que justo antes de haber estrenado la película, revisé el Instagram y los miles de comentarios de esa publicación. La mitad decía que esto era una ‘aberración’, ‘Dios creó al hombre y la mujer’, ‘qué asco’, ‘enciérrenlos’. Toda esa línea de pensamiento que representa el sentir de un sector de la humanidad.

La otra parte sostenía que ‘esto es emocionante, es inspirador’, ‘me hace pensar en cosas que nunca antes lo había hecho’, ‘esto es arte’, ‘quizás podamos aprender a vivir todos juntos’. Otra mirada, otro sentir. Yo estaba absolutamente sorprendido que estuviera pasando eso. De pronto la película era eminentemente urgente. Pero para mí era emocionadamente urgente al estarla escribiendo. Resulta que cuando la cinta aparece, era también urgente para los demás.

¿Cómo fue adquiriendo forma esta producción?

La planteamos como un caballo de Troya. En el sentido de que ojalá la cinta tuviese cierto esplendor estético y de caligrafía básica, para que el espectador pudiese sentarse a verla y no sentirse agredido. Sino más bien, el estar hipnotizado por ella. Entrar casi en un melodrama de los años ’40, partir con una presentación de una relación amorosa y de a poco ir mutando en el viaje que propone la película, que no es sólo el viaje de Marina sino también el de la identidad misma de la cinta que va oscilando por distintos géneros y tonos.

La noción de que ésta es una película transgénero sobre un personaje transgénero y todo eso como subproducto de un anhelo principal, que era ojalá crear un canal puro de conexión emocional con el personaje. Porque cuando tú estás ante algo que te vincula emocionalmente estás desarmado. Entonces por ese canal pasa la dimensión política, la causa y la urgencia social.

¿Cómo influyó que tu estadía en Berlín, tu proceso de escritura de ‘Una mujer fantástica’?

El estar allí me sirvió para lo que yo llamo ‘pensar más allá de la cordillera’. Porque la cordillera así como es hermosa, también aplasta y su sombra puede ser pesada. Yo me sentí un poco sofocado. No sé si hubiese podido escribir Una Mujer Fantástica desde Chile. A pesar de que sólo se trata de este país. Hubo algo que Berlín permitió, porque es una ciudad donde pasan cosas imposibles y ahí todo confluye. En la calle puedes encontrar una versión de El Capital de Marx con una patineta. Eso pasa todos los días.

Entonces, es muy interesante poder sacudirse de nuevo de todas estas emociones de cómo supuestamente, se tienen que hacer las cosas. En este caso, de cómo debe ser la película de un personaje trans. Que la manera correcta por decirlo así, debería haber sido filmada con la luz cruda del realismo social. El poder pensar así creo que se lo debo mucho al haber podido tomar distancia.

¿Cuáles fueron los desafíos que enfrentaron y porqué crees que a la película fue tan exitosa?

El gran desafío es lograr que la película tenga la visibilidad. En nuestro caso, se alinearon las estrellas. La película partió muy fuerte en Berlín. Después se estrenó en más países y a donde fuera generó ruido y una gran aceptación. Se alineó que la película tuvo esa potencia, que la crítica estuvo de su lado, que todo el mundo estaba hablando de ella y que el tema estaba en el aire.

De pronto la película estaba siendo como un símbolo de todo lo que estaba siendo expuesto como el movimiento #MeToo, la mujer, los derechos de las personas trans y que Trump les haya negado ser parte de la milicia y de las Fuerzas Armadas. Además, de la presencia de Daniela como una embajadora natural entre la película y la realidad. Fueron muchos eventos que contribuyeron en este proceso.

 

El director detrás de cámara

Sebastián Lelio nació en Mendoza, en 1974. Su mamá es una bailarina de ballet chilena y su papá un arquitecto argentino. Luego de vivir dos años en el país trasandino, regresó junto a su madre a Chile cuando ellos se separaron. Fue en esa época en que ella comenzó una nueva relación con el que sería su padrastro y su segundo papá, por lo que decidió cambiar su apellido a Campos.

Sus padres y los hijos de ese vínculo, nunca estuvieron más de tres años en un mismo lugar. Al pueblo de Cholguán, una pequeña localidad de la Región del Biobío, llegó cuando tenía 12 años. También vivió en Viña del Mar, Concepción y Estados Unidos.

En sus años de quinceañero descubrió la poesía de Vicente Huidobro y de Nicanor Parra, al mismo tiempo que cursaba la enseñanza media en el Colegio Concepción, de Chillán y se asombraba por vivir en el mismo lugar que el escritor Gonzalo Rojas. Estudió periodismo en la Universidad Andrés Bello, aunque no era lo que le movía realmente. Sebastián no fue un cinéfilo precoz. Pero en la época en la que vivió en su pequeño pueblo del sur y llegó la adolescencia, nació en él la rebeldía y el hambre de devorarse el mundo.

“Eso que amplificó esa voracidad y tenía intereses variados. Me interesaban eventualmente las artes. Por ejemplo la música y la fotografía. Siempre escribí. Estuve muy metido en la escritura. Pensé también en ser actor. Yo hice un viaje a Estados Unidos y cuando volví ya sabía, un poco sin querer queriendo, que el cine era posiblemente el camino por su misma condición renacentista y porque reunía todos estos intereses multidireccionales que yo tenía en un solo medio”, sostuvo.

Con la convicción de que su pasión era el séptimo arte, entró a estudiar cine en la Universidad Arcis. Su docente preferido era el realizador Carlos Flores, cuya máxima era “ataque irreflexivo y retroceso metódico”, cuya frase pasó a ser su lema. Cuando su maestro fundó la Escuela de Cine de Chile, Sebastián lo siguió junto con otros amigos.

El periodista y crítico de cine, René Naranjo, recordó que “tuve el honor de ser su profesor, hace ya 21 años en la Escuela de Cine Chile. Lelio era un joven cineasta que quería conquistar el mundo y hacer muchas películas”. Para Sebastián, las clases de René eran las mejores. Sus más cercanos lo comparaban con El Principito. Un ávido lector de Carl Sagan y los clásicos rusos, escribía textos por los cuales los profesores de redacción le elogiaban y creaba poemas.

 

La madurez de la carrera de Lelio

Sebastián Lelio sentía la necesidad cada vez más intensa de crear. Fue así que años después trabajó con Sergio Lagos en el programa ‘El futuro de Chile’ y juntos se pasaron 24 horas seguidas grabando el piloto de ‘Tiempo Real’ (2002), donde recorrían Santiago durante un día y lo comprimían en un episodio de una hora.

Luego filmó ‘La Sagrada Familia’ (2005), que narra un fin de semana frenético y sexual de dos parejas en la playa, en el que descubren cosas que no sabían de ellos mismos. Una cinta con la que pretende fustigar el rol del padre y del hombre.

“Ésta es una película que ocurre en tres días, de viernes santo a domingo de resurrección sin apuros. Yo en esa película estaba pensando en el cine chileno del ’65 al ’73. Entonces, estaba tratando de hilvanar de una manera muy inconsciente lo que había sido cortado. De saber el origen de uno y dónde estamos. En ese momento era como descubrir el Nuevo Cine Chileno”, comentó el director.

Lelio siguió a sus protagonistas durante todos esos días con la cámara colgada al cuello y de esa grabación sacó más de 90 horas de material para montar. Sin embargo, “hubo todo un sector de la crítica, especialmente la masa mayor que sostenía que ’este señor no sabe filmar’. Pero yo les decía que la película estaba filmada así a propósito”, contó el realizador.

Fue un año después de haber creado su primera obra, que el cineasta adoptó nuevamente su apellido de nacimiento por una necesidad espiritual y de sanación interna. A los 30, su padre biológico lo buscó y él quiso ordenar la casa. Pero para sus amigos, Sebastián seguía siendo el “Cebra”.

Antes de brillar con ‘Una mujer fantástica’ (2017), Lelio atrajo la atención del mundo con el largometraje ‘Gloria’ (2013) protagonizado por Paulina García. La cinta cuenta la historia de una mujer cercana a los 60 años, que tiene un espíritu libre, está soltera y ya ha educado a sus hijos, por lo que quiere dedicarse a tener momentos de gozo y disfrute.

“Con Gloria yo quise hacer una película ‘pop’, que era como un musical oculto. El filme reclama el derecho al placer, los personajes lo hacen cada cual a su manera. Yo reclamé ese derecho como director”, expresó Sebastián Lelio. Además, agregó que “en Chile la vieron más de 170 mil personas, pero en el mundo la vieron más de un millón. Ese alcance fue súper fuerte. A mí me abrió muchas puertas de lo que una película hecha por mí podía hacer. Me liberó de muchos manuales de Carreño».

El actor Néstor Cantillana ha trabajado en varias películas de Sebastián Lelio, como en “Fragmentos Urbanos” (2002), La Sagrada Familia (2005) y Una mujer fantástica (2017). Para él, el realizador “es genial y talentoso. Lo interesante es que tiene una mirada y que corre riesgos. No tiene una receta para hacer las cosas, sino que está siempre investigando y probando. Además, de que tiene un punto de vista particular y muy potente que lo hace ser el director que es”.

En todos los años que han trabajado juntos, el actor  rescata de sus obras “todo lo que tiene que ver con la dignidad de las personas, con el respeto a la diferencia y a la particularidad que tiene cada uno y que cualquier ser humano pueda hacer lo que quiera sin dañar al otro, es una cualidad que está en todas las películas del Sebastián. Eso me parece necesario que exista”, concluyó Cantillana.

Hoy, Sebastián Lelio está muy satisfecho de haber vuelto por unos meses a Chile y haber obtenido el galardón más importante que puede aspirar un cineasta. Pero para él es sólo un premio que lo motiva a seguir haciendo cine, su gran pasión y amor.

Este 17 de mayo estrenará en la cartelera chilena su primera entrega en inglés “Disobedience”, un drama basado en la novela homónima de Naomi Alderman. La cinta cuenta la vida de Ronit Krushka (Rachel Weisz), una mujer que vuelve a Nueva York después de la muerte de su padre rabino y su regreso a la comunidad de judíos ortodoxos que la repudió durante décadas, por sentirse atraída por su amiga Esti Kuperman (Rachel McAdams). Ahí se desencadenará el inminente encuentro y un descubrimiento por la sexualidad de estas mujeres.

 

Revisa el trailer de “Disobedience”, aquí:

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