Edgardo Bruna: Trayectoria artística y consistencia política

Escrito por el marzo 24, 2017

El Clinton en “Amores de Mercado”, o Arturo González en “Los ’80”, son probablemente algunos de los personajes más conocidos que interpretó el fallecido actor Edgardo Bruna durante su carrera. A casi una semana de su partida, hacemos un paso por la que fue otra de sus más importantes facetas: el compromiso social y la dirigencia sindical de un artista ejemplar.

Una voz imponente interrumpe la catarsis emocional de un grupo de jóvenes artistas que el 19 de marzo de 2013 se reunía en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM). El motivo, el cierre del Teatro del Puente por falta de financiamiento. Edgardo Bruna, más lúcido que nunca, sentencia que basta de escándalos, que debe existir más organización colectiva, e invita a la unión de los artistas para hacer frente a los embates ya propios del oficio: las pocas lucas por parte del Estado y la falta de reconocimiento de una sociedad indiferente al trabajo artístico nacional.

Dentro de los asistentes se encuentra la actual presidenta del Sindicato de Actores y Actrices de Chile (Sidarte), Andrea Gutiérrez. La actriz y dramaturga chilena recuerda “haber sentido una enorme admiración por lo que fue capaz de decirle a toda esa gente, y el respeto que había en esa sala porque estaba hablando una persona que tenía una tremenda trayectoria artística, pero además una consistencia política, social e histórica que nadie podía discutir”.

Edgardo Bruna, “El Clinton” dirán algunos, comenzó a formarse políticamente en el Liceo Experimental Manuel de Salas. Por un descalabro familiar continuó sus estudios en el Liceo de Hombres de San Felipe y, por otro aún mayor, pasó dos años en la Escuela Militar. Insubordinado como él mismo, no aguantó las órdenes del general Sergio Arellano Stark -el mismo de la Caravana de la Muerte-, y volvió a la vida civil para terminar su etapa escolar en el Consejo Estudiantil.

Sin tener un mínimo de conocimiento en actuación entró segundo a la carrera de teatro en la Universidad de Chile. Viajó a Estados Unidos para especializarse en arte dramático, y terminó adhiriendo al hippismo al ritmo de Jimmy Hendrix. En 1971 decidió volver a Chile para formar filas junto a sus compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,  a luchar por los derechos del pueblo y de los artistas chilenos.

Desde su oficina en la Municipalidad de Providencia, el actor y compañero de Bruna, Julio Jung, cuenta que Edgardo, junto a la actriz María Elena Duvauchelle, fueron los dirigentes sociales más reconocidos de la época en el mundo de las artes. “Coraje y cojones” había que tener según el también comediante, “en una época en que la cosa era dura y las papas quemaban. Y no solamente las papas quemaban, sino que las flores quemaban y los individuos también quemaban”.

En esa misma vuelta a Chile, Edgardo Bruna lideró el Sindicato de Actores y Actrices de Chile (Sidarte). En el año 1987, en la lucha por los Derechos Humanos y la libertad de expresión de los artistas chilenos, Bruna y otros 76 actores y actrices recibieron una amenaza de muerte por parte de la dictadura de Augusto Pinochet,  con una carta manchada con sangre que, si bien logró al menos incomodar al artista, no fueron suficientes para frenar su ímpetu revolucionario.

Gracias a su alegre personalidad y a las relaciones que estableció en Estados Unidos, recibió el apoyo de grandes artistas norteamericanos, entre ellos, el dramaturgo y guionista Arthur Miller, y el actor Christopher Reeve: nada menos que Superman dando su respaldo a la lucha artística.

Uno de sus grandes logros como presidente de Sidarte fue la obtención de la casa central del sindicato, ubicada hasta el día de hoy en Ernesto Pinto Lagarrigue en el Barrio Bellavista. Sin embargo, para Julio Jung el logro máximo del actor fue haber agrupado a todos los artistas nacionales en la Unión Nacional de Artistas (UNA), organización de la cual también fue presidente.

“Edgardo era un tipo que movía a la gente. Movía porque era como lo que se llama choclonero, pero choclonero en el buen sentido. Nunca le importó mucho su seguridad, él era como los perros de casa que seguían hasta el final, hasta lograr el objetivo”, cuenta Jung.

Bárbara Negrón es la directora ejecutiva de la UNA, y asegura que Edgardo Bruna era valiente por sobre todas las cosas: “Él siempre estaba dispuesto a poner su voz y su cara para levantar demandas o levantar temas que podían incomodar. No es un papel fácil el del dirigente, el del líder en ese sentido, con temas que a veces son tan poco entendidos, o que siempre están como en segunda, tercera o cuarta plana. Poner la cara y la voz para eso no es fácil”.

Más allá de su dedicación a los problemas de los artistas, Edgardo Bruna se preocupó de temas que tenían que ver con el desarrollo cultural del país porque entendía que, en la medida en que se discutieran y trabajaran, podían beneficiar a los diferentes actores sociales.

“Cuando se preocupaba, por ejemplo, de la institucionalidad cultural se estaba preocupando porque hubiese una estructura que hiciera una mejor política cultural para todos. Tenía mucho sentido político. Yo diría que era un hombre político que entendía la importancia de todo eso”, explica Negrón.

Otra de sus grandes luchas fueron los jóvenes. Según Gutiérrez, Bruna siempre se preocupó de generar espacios laborales para las nuevas generaciones de jóvenes artistas, así como también de incorporar el arte en el currículum escolar.

 

 

Mientras que Andrea Gutiérrez cree que personas como Edgardo desafían a la sociedad a seguir sosteniendo espacios de organización, Julio Jung asegura que no quiere recordarlo con palabras cliché, pues el legado del actor y dirigente social no se puede resumir en una frase: “frases pal’ bronce que siempre sirven para estas cosas de proezas, de batallas y huevadas. […] Chile es hacedor de frases, y te puedo decir algunas que realmente eran patéticas: “Soldado amigo el pueblo está contigo”, “Luchando, creando, poder popular”. Y pa’ qué te digo el momento en que se decían”. La vida y el ejemplo de Edgardo tienen que servir para que Chile, “un país desmemoriado”,  según Jung, empiece a valorar a los artistas que han aportado a las distintas ramas de la cultura nacional.

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