Misionero SSCC: “Los gobiernos no hacen transformaciones sociales, vienen de los pobres”

Escrito por el noviembre 20, 2016

Simpatizante de la Teología de la Liberación, Pedro Pablo Achondo, misionero católico defensor de la lucha mapuche, advierte que el Estado ha hecho un pésimo manejo del denominado “conflicto mapuche” y reconoce que la Iglesia está en deuda.  

por Bárbara Barrera y Yoselin Fernández

Pedro Pablo Achondo, sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones, no es un cura como los demás. Su barba frondosa y expresiones coloquiales ensalzan su juventud. Con 35 años fue enviado de la capital al sur del país para misionar en la región de Los Ríos. Durante el año que lleva en el sector de Río Bueno ha trabajado con diversas comunidades mapuche y hoy en día se identifica como defensor de la lucha del pueblo originario por salvaguardar sus creencias, su cultura y sus tierras.

¿Cuál es tu impresión hoy respecto al conflicto mapuche?

Lo primero que te diría es que hablar de conflicto mapuche es complejo, requiere una explicación. ¿Quién está en conflicto con quién?, ¿por qué lo llamamos “conflicto mapuche” y no “conflicto chileno”? porque los aproblemados acá no son los mapuches, el aproblemado es el Estado chileno que no sabe qué hacer. Las demandas son claras, la historia es clara, los atropellos son claros, entonces el que está conflictuado porque se encuentra en un callejón sin salida, sin respuestas concretas, es el Estado chileno.

Yo personalmente, y con un grupo de curas, monjas, laicos, mapuches con los que estamos trabajando en estos temas, creemos que las demandas son justas, que hay una deuda histórica que tiene que ver con un pueblo que no ha desaparecido, por más que la historia chilena oficial, o la opinión winka gubernamental así lo ha querido. Es un pueblo que está vivo, en su manera de vivir su espiritualidad, su historia, su resistencia, su cultura. Ellos están y siempre han estado.

Logo de la Parroquia Río Bueno

Logo de la Pastoral de Río Bueno

¿Y cuáles serían entonces las demandas puntuales de las cuales el Estado debería hacerse cargo?

Lo más fuerte yo creo que es el reconocimiento institucional, es decir, que el gobierno de Chile diga y reconozca que este pueblo es preexistente a nosotros, el reconocimiento histórico y constitucional de decir que son sujeto de derecho colectivo como pueblo, que merecen respeto, merecen ser escuchados y reconocidos.

A partir de eso vienen una serie de cuestiones, como, por ejemplo: ¿cuáles son sus tierras, sus territorios ancestrales?, ¿cuál es su cultura?, ¿qué implica?, porque aquí llega un compadre, compra un predio donde hay un cerro y resulta que ese cerro es para el pueblo mapuche un lugar espiritual, entonces el compadre dice “bueno, pero es un cerro, hay que plantarlo, hay que explotarlo” y ellos dicen “no, no lo toquemos porque es un lugar espiritual”. Eso es un conflicto de cosmovisiones, aquí hay dos maneras distintas de entender la vida. No se trata solo de si uno le reza a un dios y el otro al otro, la cuestión tiene que ver con la manera de relacionarse entre ellos, con la manera de entender la autoridad, con la manera de entender las relaciones sociales, un montón de cosas. Todo eso merece también un diálogo, una comprensión, un entendimiento, por ahí va la cosa.

¿Cuáles son las condiciones que se debieran dar para construir ese diálogo?   

A ver, es que todo esto es muy complejo. En primer lugar, yo creo que el Estado ha manejado muy mal a nivel judicial el tema mapuche. Esto no es otra cosa que fortalecer la resistencia y enardecer los espíritus. En vez de dialogar, de comprender, de perdonar incluso, de hacer otros gestos, se sigue reprimiendo, siguen pasando cosas terribles a los comuneros y comuneras mapuches.

Sin embargo, eso tampoco quiere decir que el diálogo no exista, porque no es una cosa que dependa exclusivamente del Estado. Además de las mesas de diálogo que se buscan, y que también es importante reconocer que existen, porque acá no se trata de que en el sur de Chile estén todos peleándose con todos, no. Hay mucha gente en una posición muy pacífica, de diálogo efectivo, de comprensión, incluso autoridades están en esa posición, miembros de la Iglesia, la población civil. Hay muchos que queremos dialogar, enriquecernos mutuamente y yo creo que eso también hay que valorarlo y tiene que aparecer de alguna manera, porque lo que siempre aparece es el conflicto, la agresión, la dificultad y no aparece la fiesta comunitaria, el we tripantu, donde habíamos muchos winkas invitados con la machi, todos los curas laicos, cristianos y no cristianos que visitan a los presos, etc.  

Pedro Pablo Achondo

Pedro Pablo Achondo

Y como te decía, también hay mucha literatura que está apareciendo, diálogos, comprensión de la religiosidad. Yo creo que estamos viviendo un momento muy interesante en Chile, de por fin entender una cosmovisión que a todos nos quisieron decir que estaba muerta. Por ejemplo, en el colegio cuando nos enseñan del pueblo mapuche te dicen que en el pasado existía un guillatún y que la machi no sé qué, ¡pero resulta que la machi está viva todavía! Hay muchas mujeres y hombres que se están preparando para ser machi. El problema es que a muchos les complica reconocer que el pueblo mapuche todavía existe, porque eso significa devolver tierras, tierras que hoy están en manos de las forestales, uno de los mayores ingresos de Chile, donde además de todo esto se ha cometido una cosa terrible con los eucaliptos y pinos, generando además una deuda ecológica, hemos destruido el ecosistema sagrado donde el pueblo mapuche crecía, se desarrollaba, y eso se va a demorar cien, doscientos años en recuperar.

“TRIPLE EXPLOTACIÓN”

¿Qué te pareció el caso de Lorenza Cayuhan, que tuvo que parir engrillada y en presencia de un gendarme?

A propósito de este caso yo me he acordado de algo que decía el teólogo brasileño Leonardo Boff.  Él decía que a veces cuando se explota a un pobre se le explota una vez, pero cuando se le explota a una mujer negra y pobre se le explota tres veces: primero por ser mujer, segundo por ser afrodescendiente y tercero por ser pobre. En este caso es algo muy parecido. A Lorenza se la violenta por ser mujer, se le vulneran sus derechos humanos, segundo por ser mapuche y tercero por ser pobre, porque por eso estaba en la cárcel, por el tipo de pobreza que ella vivía en su cotidiano.

Es un caso terrible en el cual se juntan varias cosas. Primero la violencia contra la mujer mapuche y segundo una cuestión que es casi una falta de sentido común, y que tiene que ver con el gendarme de turno y la gente del hospital, o más bien de un sistema que avala prácticas de ese estilo, en donde no se es capaz de hacer un mínimo de discernimiento ante lo que está pasando; una mujer dando a luz, lo lógico es cuidarla y protegerla de la mejor manera posible.

Hay que diferenciar esas dos cosas. La torpeza humana que se cometió contra Lorenza habla muy mal de la formación un servicio público, ya sea hospitalario como gendarmería, muy mal, porque esta mujer podría haber sido cualquiera, podría no haber sido mapuche e igual sería una cosa aberrante. Yo creo que es un caso aberrante, es una tristeza y nada, ahí están las demandas hoy día, se está luchando también para que se haga justicia de alguna manera y obviamente se tomen medidas que impidan que algo así vuelva a pasar.

¿Tú haces algún tipo de trabajo u apoyo en casos así?

En este caso concreto no. El trabajo que yo hago es muy lento igual. Primero tengo que crear un vínculo afectivo con las comunidades, no es llegar y entrar y decir “oye sí, los puedo ayudar”, no. Esa cuestión media paternalista, que también la Iglesia ha tenido durante mucho tiempo, ha dado poco resultado y yo creo que no es el camino.

¿Cuál es el camino entonces?

El camino aquí yo creo que es la aceptación mutua, de que ellos me dejen entrar en ese mundo, y hasta ahora lo han hecho con mucho cariño, yo me siento muy privilegiado, muy feliz. Y bueno, respetar, escuchar y cuando llegue el momento, defendernos juntos, porque ahí ya son mis amigos, entonces no se trata de “defender la causa”, esa cuestión es distinta y da para todo también, acá tiene que ver con defender a tu gente, a quienes te han acogido en sus casas, tú en la tuya, y claro, si mis amigos son explotados, vulnerados y oprimidos, yo también.

Mi trabajo se trata de eso, de afección, respeto, escuchar y de ahí transformarse en un apoyo moral, intelectual, lo que sea que uno pueda hacer.

“EL APORTE DE LA IGLESIA”

Dentro de este contexto de errores e incluso aberraciones de parte del Estado chileno, ¿crees que la Iglesia tiene también una deuda pendiente con el pueblo mapuche?

Primero habría que aclarar que la Iglesia que llegó con los españoles, con su teología, con su manera de entender la civilización, la evangelización, no es la misma Iglesia de hoy. O es la misma, pero con una evolución en su pensamiento, en su teología, en su concepción de ella misma, así como cuál es su rol. Entonces es difícil hablar de la Iglesia, depende del momento histórico.

Obviamente en un inicio la Iglesia entró con la fuerza del conquistador y con una teología que avalaba eso, que era esta idea de que había que salvar a esta gente y salvarla significaba bautizarla, aunque fuera forzado, porque en el fondo se le estaba haciendo bien. Toda una concepción que incluso todavía queda un poco en alguna gente en la cabeza. Y hoy día, no sé, en el siglo XXI claramente nuestra opinión y nuestra percepción es otra y tiene que ver incluso con acercarnos más, con compartir la vida, entendernos.

Por ejemplo, yo trabajo con muchas comunidades mapuches y no hay ningún afán evangelizador a la antigua, es un encuentro de dos culturas, dos religiosidades que tratan de alimentarse, obviamente sin ingenuidad. Yo sé que no es lo mismo, hay cosas muy diferentes y a veces yo me topo con cuestiones que yo digo: esto no es así, desde mi visión cristiana. Entonces estas dos percepciones que tienen sus diferencias se respetan, buscan dialogar, es un poco sacar la riqueza de cada uno, sacar la riqueza que tienen ellos, que es gigante yo creo, es maravillosa y ojalá también sacar la riqueza que tenemos nosotros.

Yo creo que en Chile todavía estamos en pañales. Chile es un caso bien particular, porque lo que se ha logrado en Bolivia, en Perú, los pueblos del altiplano, los pueblos del Amazonas, nos lleva años luz, es mucho más interesante y se ha hecho un camino mucho más grande realmente con una defensa de los derechos indígenas a toda prueba.

¿Todavía tiene una deuda la Iglesia chilena entonces?  

En ese sentido sí. Una deuda, digamos, de hacer algo más intencionado, más explícito, ahí sí. Porque las iniciativas en general son de una monja por allá, un cura, una parroquia, una pastoral específica, un acento pastoral, así con cosas puntuales, todavía falta esa cosa más orgánica de decir “la Iglesia está con ellos, de esta manera y con estas consecuencias”. Yo creo que eso es muy radical y no se ha hecho. Y no se ha hecho porque claro, hay diferentes explicaciones, desde miedo a no sentarse nomás a reflexionar y a buscar caminos. Pero sí la Iglesia, a nivel de reflexión, ha hecho mucho y hay mucha literatura de teólogos chilenos, sociólogos, todos cristianos, que están pensando en este tema, que lo están reflexionando.

Se ha escrito mucho y en ese sentido, es bonito. Muchos mapuches son católicos, y no por imposición, es lo que pasa un poco aquí en la región de Los Ríos, muchas de las comunidades cuando yo voy está la gente de las comunidades cristianas, aquí no hay esa dicotomía, se pueden vivir en paz, incluso el camino sería construir una iglesia cristiana con rostro mapuche, una manifestación otra del cristianismo que peregrina en estas tierras

 ¿Crees que la Iglesia puede jugar algún rol en la relación con el pueblo mapuche?

Sin duda alguna, la Iglesia tiene mucho que aportar ahí no solo en relación al denominado conflicto mapuche, si no que en general en el momento histórico en el que nos encontramos, incluso a nivel mundial. El mismo papa Francisco en la última “Laudato si”, un texto hermoso y revolucionario, ofrece una palabra muy fuerte para los cristianos y desde la Iglesia oficial. Hay que tomarse de ese tipo de discursos, como el que le dio el mismo papa Francisco a los movimientos populares de Santa Cruz, en Bolivia, ahí él afirma que el futuro del planeta, la transformación real, viene de los pobres, de los movimientos populares, de los pueblos originarios, de los sin tierra, de los sin techo, qué se yo, de ahí viene el cambio, no del gobierno, ni de una mesa de diálogo ni de una Constitución nueva, de ahí no viene.

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