Chip n’ Dale Rescue Rangers: estrellas y Franquicias

Escrito por el noviembre 14, 2022

Del estudio Disney, responsable de clásicos de nuestra infancia como Cinderella (1950), Alice in Wonderland (1951) y Peter Pan (1953). Chip n’ Dale: Rescue Rangers (Schaffer, 2022) es una película cuya mirada gira en torno a los pecados de la industria del entretenimiento, pecados de los que no puede escapar.

Por Rodolfo Figueroa

Advertencia de Spoilers.

Chip n’ Dale: Rescue Rangers es una sátira protagonizada por el epónimo dúo de ardillas, viejas personalidades de la tv que no pueden evitar rememorar los «viejos tiempos» mientras se embarcan en una travesía por el mundo criminal de Los Ángeles. La película inevitablemente trata sobre estrellato, su poder en nuestras mentes y su inquietante fragilidad.

Chip y Dale: Estrellas a la venta

Chip y Dale en las alcantarillas.

Chip y Dale en las alcantarillas.

Lo que distingue a Chip n’ Dale Rescue Rangers de películas como The Unbearable Weight of Massive Talent (2022). Es que mientras en una la estrella es Nicolas Cage, un actor de carne y hueso, en la otra, las estrellas son Chip y Dale, personajes animados, propiedad intelectual. La película, al difuminar las líneas entre franquicia y estrellato, nos otorga dos plausibles lecturas respecto a la industria que satiriza. Ninguna es halagadora.

Chip, Dale y el resto de los  personajes, se hallan en una perpetua encrucijada por demostrar su valor a un sistema que los ha dejado atrás. Si pensamos en estos personajes como propiedad intelectual, sale a la luz la implicancia de que toda parte de nuestra cultura, mientras se le considere como valor comercial, corre el riesgo de ser desechada. Chip y Dale dejaron de ser comercialmente viables hace mucho tiempo. Dado ese caso, Disney no tiene problema encerrándoles en su bóveda. Warner Bros. Discovery ha asumido una estrategia similar con su departamento de animación. Nuestra cultura, nuestra historia, abandonada por quienes ya no la consideran «monetizable».

Si los pensamos como reflejo de nuestra propia humanidad (como lo es en toda historia clásica), el equipararlos a propiedad intelectual es el equiparar nuestras propias vidas a ella. Los personajes no sólo ofrecen su trabajo para ser explotado, sino además su propia imagen, su identidad, para así sobrevivir. Dentro de la era de la información, estamos a la venta, lo queramos o no. Y tal y como estas empresas consideran a nuestra cultura dispensable, así resulta su actitud hacia nosotros.

Universo de franquicias

En Chip n’Dale: Rescue Rangers, personajes de una y otra propiedad intelectual interactúan como parte del mismo universo. Una masiva demostración del catálogo animado tanto de Disney como de otros estudios. Además de los diversos estilos de animación que han proliferado a través del tiempo.

Este no es el primer film en llenar tal descripción. En el pasado han existido tanto intentos cínicos, tales como Ready Player One (2018), un film que confundía referencia y adoración por humor e historia. Como películas, tales como The Lego Movie (2014), que destacaban por su sentido de imaginación y potencial.

Pero de entre todos los predecesores a Chip n’ Dale, el que invita más a la comparación es inevitablemente Who Framed Roger Rabbit? (1988). Tanto película noir como cartoon, el film evocaba nostálgicos sentimientos mientras narraba una (ficcionalizada) historia sobre el pasado oculto de Los Ángeles. Han pasado más de treinta años desde el estreno de Roger Rabbit, treinta años de transformaciones a nivel industria. Cambios hechos evidentes mediante la comparación entre estas dos películas.

Una, un monumental triunfo de parte de una compañía al borde de la ruina. La otra, un lanzamiento directo a streaming de la mayor compañía de entretenimiento del mundo. Estamos en la era de las franquicias, lo queramos o no, y las enérgicas interacciones que hacían de Roger Rabbit un espectáculo revolucionario, ahora son el pan de cada día gracias a franquicias y multiversos como los del MCU, propiedad del mismísimo ratón.

Mientras la animación en Roger Rabbit es definida por su dinamismo y plasticidad, replicando la cualidad de los cartoons de la época. En Chip n´Dale casi todos los personajes, sean animados o no, se mueven como si se encontrasen en una película live-action. Pueden caminar, correr y malabarear, pero dios les castigue si ellos deforman su figura. En un cartoon como Roger Rabbit, una bala de cañón no es más que parte de una broma inofensiva. En cambio, en Chip n’ Dale, la misma bala resulta en un peligro mortal. Esto no es una condenación del film, sino un ejemplo de como la película refleja el estado actual del entretenimiento hollywoodense. Además del de una corporación más que contenta de convertir sus clásicos animados en insípidos remakes «live action».

Pecados de la Industria

Peter Pan frente a un espejo, sin rasurar su barba de adolescente

Peter Pan frente a un espejo, sin rasurar.

Mientras el mundo animado en Roger Rabbit servía como alegoría de marginalidad, lo que tiene sentido en una historia sobre gentrificación. En Chip n’ Dale, los estudios de Hollywood mezclan y reciclan propiedad intelectual tras propiedad intelectual. Todo mientras los creativos detrás suyo son desechados, envejecen, se endeudan y mueren en el olvido. Ambas tratan respecto al abandono de los sistemas a quienes prometen proteger, sean comunidades marginalizadas o trabajadores creativos. Sin embargo, sus actitudes al respecto no podrían ser más distintas.

Y es que tanto Chip (John Mulaney) como Dale (Andy Samberg) han sido abandonados. No solo por la industria en la que aún guardan fe, pues es el sueño de Dale hacer un remake de la serie que protagonizaron. Sino además el uno por el otro. La historia comienza treinta años tras su quiebre, cuando para salvar a un viejo amigo, tienen que investigar juntos- forzosamente- una conspiración que involucra al mundo criminal animado.

Su enemigo, Sweet Pete (Will Arnett), conocido alguna vez como Peter Pan, es otra víctima de la máquina explotadora del sistema de estudios. Él sufrió abandono por la misma industria que lo acogió de niño. Por lo que decide formar su propia industria, una en la que él esté en la cima. Un reflejo quebrado de los protagonistas, Pete es una advertencia del futuro al que llegarán si no hallan solidaridad el uno en el otro. Lamentablemente, es mucho más que eso.

Independiente de la intencionalidad de los creadores, la historia de Sweet Pete invoca a la memoria pecados del propio Disney. Como lo es la trágica fortuna del actor de voz original de Peter Pan, Bobby Driscoll. Robert Driscoll era el joven estrella de Disney hasta alcanzar la pubertad, tiempo en que le aparecieron granos y dejó de ser apto para la industria. Abandonado por Disney a su suerte, su fama pasada le resultó ahora un peso del que no se podía desprender. En 1968, a la temprana edad de 31 años, Driscoll había fallecido.

Sea coincidencia o no la elección de Peter Pan como antagonista; una sátira como esta- que demanda a su audiencia examinar su lugar dentro de la industria- no puede escapar la sombra de tal historia, sombra que recae sobre la misma compañía responsable por ella. Especialmente cuando el mismo texto discute al respecto.

Independiente de ello, incluso si Charlie Brown hubiese sido el villano (como en algún punto se ideaba), la sensación con la que me dejó la película no cambiaría. ¿Qué sensación? Una de mera desesperanza. Roger Rabbit era una historia de rebelión, una en que los cartoons desconfiaban de la Institución y al enfrentarse a ella, obtienen el final feliz que tanto merecían. En Chip n’ Dale, la Institución existe más allá del alcance de los personajes, ni héroes ni villanos pueden desafiar la forma en que las cosas son, meramente les queda intentar adaptarse.

Para el final de la historia, el Sistema, la Institución detrás de la historia de Bobby Driscoll, permanece intocable. Pero no todo es malo, al menos Dale obtuvo su remake.

Chip n’Dale: Rescue Rangers (2022) está disponible en Disney Plus en estos momentos.

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