Reseña: Argentina, 1985: Los pibes que metieron preso a Videla

Escrito por el noviembre 14, 2022

La memoria. Esa potente y significativa fracción de espacio y de tiempo histórico que se reconstruyen bajo la convergencia de un determinado contexto colectivo, en donde gracias a la interacción entre individuos las narraciones de hechos y personajes antiguos se convierten en mitos latentes. Esta nace, vive, surge y trasciende en los entes de una sociedad, quienes, por medio de experiencias y vivencias, buscan mantener su permanencia a fin de marcar un aprendizaje. Asimismo, con la masificación de los artefactos de producción, y la proliferación de la fotografía y el cine, dichos relatos se han inmortalizado por quienes buscan dejar una huella. Series, documentales, películas e imágenes rondan al alcance de un clic para saber “que paso” antes. Según Lorena Antezana y Cristian Cabalín, académicos de la Facultad de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, este tipo de memoria cultural (y colectiva) que se traspasa por soportes audiovisuales o textuales corresponde a la institucionalización de los relatos compartidos por los sectores sociales. Tales archivos documentales durables y delimitados dotan de supervivencia a los discursos, lo que permite a los habitantes de una comunidad aprender, definir, y redefinir sus nociones del pasado. Todo por medio de la construcción de un imaginario colectivo, crítico y contingente. Ejemplo de esto es la nueva película del director argentino, Santiago Mitre (La Patota, La Cordillera): Argentina, 1985.

Por Juan Oportot Campillay

Crónica: Argentina, 1985: Los pibes que metieron preso a Videla

Crónica: Argentina, 1985: Los pibes que metieron preso a Videla.

Basada en hechos reales, Argentina, 1985, retrata la historia de quienes se atrevieron a investigar y a perseguir a los responsables de la dictadura militar argentina en el juicio más importante ocurrido hasta ese entonces en Latinoamérica: el Juicio a las Juntas, en donde se buscó culpar a los nueve militares que formaron parte de las distintas juntas que gobernaron al país desde 1976: Jorge Rafael Videla, Orlando Ramón Agosti, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Omar Graffigna, Armando Lambruschini, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya. A través de esto, los fiscales Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), conscientes de la dificultad que implica lidiar con esta pelea en un país con una democracia todavía frágil, reúnen a un equipo de jóvenes promesas del Derecho para esta batalla entre David y Goliat. De esta manera, entre constantes amenazas, miedos e incertidumbres, los personajes corren contra el tiempo para realizar justicia hacia las víctimas de la junta militar.

Se trata de ese tipo de películas que dejan una sensación de gusto hacia el cine, pues, entremezcla elementos de la investigación y el periodismo con el drama, el dolor y la profundidad, pero incluso incorpora elementos cómicos para dinamizar la situación presentada. Con un guion y tratamiento audiovisual perfectamente armados y ricos a la hora de la visualización, el filme deja un excelente sabor de un tema que de entrada es complejamente delicado, pues, no sobra ni falta nada. Y si falta, es tarea de quienes reconstruyen la memoria seguir buscando aquellas piezas.

Salir de la Melancolía

Sin ánimo de desmerecer a la vasta cantidad de filmes que retratan materia de derechos humanos, esta película perfectamente podría haber pasado a la historia como una más que retrata estos temas. Sin embargo, lo interesante y peculiar de Argentina, 1985 es la forma en cómo desarrolla su trama. El filme se podría haber abordado meramente desde la perspectiva de un juicio, mezclando elementos de la investigación con un cine más frío, pero decide profundizarse y seguir con mayor intimidad las motivaciones de la vida familiar y personal de su personaje: Julio Cesar Strassera. La visualización de sus preguntas, la relación con su familia, su personalidad profesional y parca a la hora de emplear su trabajo, convergen y otorgan una riqueza interesante a la cinta, lo que genera al espectador una mayor cercanía con este y los demás personajes presentes. Obviamente la película se centra en las atrocidades cometidas por la dictadura militar, como también, en la búsqueda de las huellas de quienes sufrieron sus consecuencias, pero no teme en ahondar más allá de los hechos primarios y detonantes de la idea principal.

Lo anterior no le resta en lo absoluto importancia al relato. Mas bien, lo potencia. Frente a la brecha de una generación de abogados que los personajes principales perciben como “fachos”, los fiscales Strassera y Ocampo deciden formar un equipo de jóvenes recién egresados de la carrera de Derecho. Dichas interpretaciones, mediante viajes, entrevistas y contacto directo con los testigos y afectados por el gobierno militar, van a ser los responsables de reunir la vasta cantidad de pruebas que evidencian las faltas a los derechos humanos que dejó la dictadura a miles de civiles. Todo este retrato se compone desde un lado humano. El filme se desliga de la objetividad y frialdad con la que se suele relacionar a los abogados. Al contrario, muestra el sufrimiento, penas y traumas de los testigos, y como estos también afectan a quienes trabajan el caso, pues ellos también se podrían haber visto impactados.

Curiosamente, y para tratarse de una película que retrata elementos profundos, el filme logra relacionar elementos cómicos. Si bien esto puede resultar molesto para parte de la audiencia, Santiago Mitre utiliza correcta y respetuosamente este recurso para otorgarle humanidad a los protagonistas. Ejemplo de esto es la escena en donde eligen al equipo de los jóvenes egresados de Derecho por medio de entrevistas. O antes, cuando Strassera se da cuenta de que no puede contar con los abogados consagrados con los que ha trabajado toda su vida y establecidos en el mundo de la ley porque uno es más facho que otro. Al final, si algo caracteriza a esta afectada parte del mundo llamada Latinoamérica es su sentido del humor. A mal tiempo, buena cara, como dicen por ahí. Pero ojo, esto no se incluye a la ligera, pues si bien hay humor, también hay una memoria latente, y esto es lo fundamental de Argentina, 1985.

Con respecto a las actuaciones, cabe destacar que la cinta está copada de momentos memorables. Ricardo Darín, quien interpreta un papel de un abogado algo impaciente, adicto al trabajo, pero con sentido del humor, logra transformar y evolucionar sus miedos y quejas en un personaje complejo, profundo y realista, que logra empatizar con la audiencia. Un personaje que, si en un principio temía pues sabía muy bien a la categoría de adversarios que estaba enfrentando, logra desafiar con un gran ímpetu lanzando un potente discurso final, que seguramente lo consagrará como una de las interpretaciones más emblemáticas del cine argentino y latinoamericano. No cabe duda de que dicho actor es uno de los más importantes y consagrados de las realizaciones audiovisuales de habla hispana del último tiempo. Por otro lado, Peter Lanzani, quien interpreta a Luis Moreno Ocampo, transmite de manera audaz la poca experiencia judicial del abogado, pero que logra evolucionar de manera trascendente a lo largo de la película.

Báncate ese defecto

¿Cómo volver atractivo un juicio? Es la pregunta que tanto Mitre, como Strassera y Ocampo mantuvieron a lo largo de las casi dos horas y media de la cinta. Por el lado del director, este no recurre a los típicos elementos hollywoodenses para imitar y ser un producto barato. Al contrario, necesita volver al envase lo más interesante posible para una buena recepción por parte de la audiencia. Ejemplo de esto es la riqueza del guion que provoca que, aunque se sepa cuál es el final, se mantenga al público expectante y ansioso con el transcurso de las escenas.

Asimismo, esto lo vemos con los recursos cinematográficos utilizados. Los colores, planos y el montaje son atractivos, pues impactan escénicamente en el ojo receptor otorgando una inmersión en la época presentada, lo que a su vez reducen los bostezos que implica estar escuchando a un juez. También lo es la música, que no es invasiva y molestosa, sino ayuda a impulsar los momentos más importantes y relevantes de la obra. Resulta interesante ver, escuchar y sentir a una película que te deja viajar a la Argentina de 1985 al ritmo de Serú Girán, Charly Garcia o los Abuelos de la Nada. Esto, lejos de rozar lo populista, denotan como elementos importantes para el desarrollo de la historia.

Por otro lado, en Strassera y Ocampo vemos que se acogen a los recursos publicitarios y radiofónicos de la época. Una lógica media del espectáculo, pero necesaria para captar la atención de las clases medias y altas en un juicio que resultaba tan relevante para la Argentina. La emoción se vuelve como un eje principal, algo que logra una identificación potente entre el protagonista y la ciudadanía. De esta, producto que el desafío se encuentra en convencer a las clases medias, y a los espectadores, es importante el uso de modelos comunicacionales, informativos y audiovisuales correctos, en donde se evite cualquier bostezo posible, como ocurrió cuando Strassera se dio cuenta que su hija estaba aburrida, a fin de mantener la atención del público en todo momento.

Para que nunca más

En un principio se comenzó hablando de la memoria y su importancia para la sociedad como motor de la historia. Esto, pues las experiencias pasadas permiten la construcción visionaria de un mejor futuro. De esta forma, Argentina, 1985, logra concebir este importante recurso, de manera respetuosa y estructurada, para desarrollar a personajes que se conciben como lo que son esencialmente: humanos. Humanos que, al igual que nosotros, ríen, lloran, sufren y padecen de los estragos de un tiempo tortuoso, pero que, a su vez, se levantan al son de construir una vida mejor para que los errores del pasado no se repitan. Es una historia que, si bien tiene como eje principal la tiranía de una dictadura sangrienta, va más allá, mostrando humana y profundamente lo que estas pueden provocar en sus afectados. Es una enseñanza. Un llamado de atención. Un golpe de conciencia a la memoria colectiva.

Pero, ¿por qué es tan importante la construcción de la memoria? No se puede luchar por una nueva y mejor sociedad si al mismo tiempo no se reconstruye y evoca al pasado. Esta es parte fundamental para la formación de nuestra ética contemporánea, la de nuestros miles y miles de desaparecidos, torturados y asesinados en nuestra golpeada Latinoamérica. Con todo proyecto artístico, ya sea grande o pequeño, que busque traer al presente lo ajeno, y por más minúsculo que pueda parecer, podemos criticar nuestras acciones a fin de construir una sociedad mejor.

Recomiendo expresamente ver esta película. No importa si es en el cine o vía streaming, solo invito a verla ya que constituye un importante paso a la reconstrucción de una identidad cultural, colectiva y personal. La recomiendo pues, y citando al filósofo argentino Néstor Kohan, la memoria ardiente de nuestras compañeras y compañeros desaparecidos, torturados y asesinados seguirá viviendo en la medida que nosotros estemos decididos a que no mueran. La recomiendo para que, como dijo Strassera, “nunca más”.

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