No es momento para lamentarse

Escrito por el octubre 31, 2018

El domingo 28 de octubre Brasil eligió de forma categórica al candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro. El recién electo presidente, consiguió un 55,13% de los votos, frente al 44,87% de Fernando Haddad, candidato levantado precisamente para remplazar a Lula da Silva, luego que la justicia electoral declaro inadmisible la candidatura del ex presidente condenado a prisión.

El resultado, se suma a las elecciones de Iván Duque en Colombia, Pedro Pablo Kuczynski en Perú –que posteriormente renunció por escándalos de corrupción y fue remplazado por su vicepresidente, Martín Vizcarra-, Sebastián Piñera en Chile y Mario Abdo Benítez en Paraguay. El viraje a la derecha en Sudamérica ha sido evidente, y ha estado propiciado en gran medida por los graves escándalos de corrupción que han sacudido a la región.

A pesar de esto, la elección de Bolsonaro en Brasil se destaca por si sola. El futuro mandatario, que asumirá el 1 de enero de 2019, ha sido noticia de forma continua por su discurso extremista y de fundamentalismo religioso. Desde su intención de facilitar el acceso a las armas, el apoyo que da a la tortura, su discriminación a los homosexuales y su abierto menosprecio a las mujeres, todo anticipa que el gobierno de Bolsonaro será un tremendo golpe para los avances democráticos de Latinoamérica y un peligro constante para los Derechos Humanos.

Ahora bien, sea porque los votantes de Bolsonaro hayan apoyado su discurso o hayan optado por el para evitar que el Partido de los Trabajadores volviera a ser electo, la realidad es que a partir del próximo año Brasil tendrá un presidente de ultraderecha y eso inevitablemente será un impulso para todos los movimientos y candidatos similares en el resto de la región.

Frente a este escenario, la frustración ha abarcado a la mayoría de los movimientos sociales, a los grupos de ideas progresistas, a medios comunitarios y básicamente a todos y todas quienes esperan avanzar para ir terminando con las desigualdades que afectan a millones de personas e ir dejando atrás los legados de violencia que las dictaduras dejaron en nuestros países.

Sin embargo, no es momento de lamentarse. Bolsonaro ganó y es ahora cuando más determinación se necesita. La izquierda debe asumir su responsabilidad por entregar la presidencia de Brasil en bandeja producto de la corrupción, debe dar cabida a hombres y mujeres que sean capaces de representar verdaderamente los cambios que se necesitan, jubilando a tantos políticos y políticas que llevan décadas aprovechándose de un discurso para enriquecerse a si mismos y a sus partidos.

El progresismo en Latinoamérica debe ser capaz de afrontar la crisis que vive Venezuela de forma crítica y enfrentar los errores y delitos cometidos por sus mismos correligionarios. En este sentido, también hace falta el llevar las discusiones políticas más allá de si la izquierda quiere que todos los  países sean como el modelo venezolano o si la derecha quiere evitarlo.

Tampoco se debe caer en un intento aislacionista hacia Brasil, como algunos han pretendido con Venezuela. Es ahora cuando más relevante es observar el gobierno de Bolsonaro, apoyar a quienes puedan ser victimas de sus políticas y no pasar por alto las violaciones a los Derechos Humanos que se puedan cometer.

En cuanto a las derechas sudamericanas, es hora que se decidan. O apoyan un discurso adepto a las dictaduras y vuelven a lo que fueron durante parte importante del siglo XX, como partidarios de los dictadores, o se desmarcan de Bolsonaro y se reconocen como tendencias conservadoras pero creyentes en los Derechos Humanos y la Democracia.

Son cuatro años de Bolsonaro lo que se viene por delante. Cuatro años en los que muchas cosas pueden pasar, y donde la determinación de todos y todas es la clave para cortar el avance de los extremismos. No hay que olvidar que cuando personas como Jair Bolsonaro ganan, no es por méritos propios, sino porque todos los demás han fallado en su responsabilidad con la gente, en responder a sus necesidades y en cortar de raíz a la corrupción .

Que esta derrota sirva para mejorar. No es momento para lamentarse.

 

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