Paulina Bravo: Mujer que camina entre ladridos
Escrito por RADIO JGM el septiembre 26, 2024
Paulina Bravo, abogada litigante, defensora de los derechos humanos y candidata a diputada por el distrito 10 en 2021, perdió por completo su visión a los 24 años por Retinitis pigmentosa. En esta entrevista nos cuenta cómo ha sido su camino para transitar el mundo sin verlo, pero ejerciendo su autonomía.
Por Sofía Cruces P
Paulina Bravo Guzmán, quien a los 24 años perdió por completo su visión debido a una condición llamada Retinitis pigmentosa, es una abogada litigante que se destaca no solo por su profesión, sino también por su activismo y su trabajo como conferencista en el ámbito de los Derechos Humanos y la discapacidad.
Su compromiso se refleja en su participación en diversos espacios dedicados a la construcción de un país inclusivo: en el año 2003, fundó y asumió la presidencia de la Corporación de Usuarios de Perros Guía de Chile, organización que hasta el día de hoy preside y que se dedica a apoyar a personas con discapacidad visual a través de la utilización de perros guía; entre los años 2010 y 2011 se desempeñó como abogada de la Unidad de Protección de Infancia del Sename; y en 2021 postuló al Congreso como diputada por el distrito 10.
Visiones de infancia
Paulina Bravo, que de pequeña vivía en una parcela junto a su familia en Paine, aprendió a andar en bicicleta, se subía a los árboles y hacía guerras de tomates con sus hermanos. Desde muy joven sabía que iba a quedar ciega debido a la Retinitis pigmentosa que la aquejaba.
«El trato que me dieron desde que recibimos el diagnóstico fue pensado como que en cualquier momento yo iba a perder la vista, por lo tanto, siempre me dieron el trato de una persona con discapacidad. Por ejemplo, mis hermanos aprendieron a manejar desde muy chicos y yo aprendí también, pero no porque mi papá me enseñara, sino porque yo me sentaba en el asiento de atrás mientras él le enseñaba a mi hermano» – Paulina Bravo Guzmán.
Entre risas relata que aprovechó la buena vista que tenía en ese momento para aprender mirando y que, cuando sus papás no estaban, tomaba el auto de su mamá para manejarlo dentro del campo y practicar sola. “Lo mismo ocurrió con los caballos; aprendí por mi cuenta montando el caballo a pelo porque no estaba ensillado para mí. Ahí estaban las ganas de aprender cosas por mi cuenta porque sabía que me iba a quedar ciega”.
Sin embargo, entre los catorce y dieciocho años tuvo una baja de visión. En ese intermedio intervino su abuela materna, quien, al ver que sus padres se ponían un poco histéricos con la idea de que Paulina iba a perder la vista, la llevó a un centro de rehabilitación en el hospital El Salvador en Santiago, donde le enseñaron cosas como aprender a leer en braille.
Cuando cumplió 19, su abuela falleció.
“Ella fue previsora, sabía que si se moría yo podía quedarme sin rehabilitación y me dejó un tremendo catálogo de cosas que yo aprendí antes de perder la vista”.
Postuló a la carrera de derecho en la Universidad de Valparaíso y quedó. Al principio tomaba apuntes, pero a medida que fue perdiendo la visión le pidió a sus compañeros que le grabaran sus apuntes para que ella pudiera estudiar. “Cuando entré a la universidad yo ya ocupaba unos lentes fotocromáticos, porque los cambios de luz me provocaban una ceguera de segundos. Mi estadía en Valparaíso fue mi primera vez viviendo en una ciudad, y ahí me di cuenta que mi visión había bajado mucho porque toda mi vida había vivido en el mismo campo, un ambiente extremadamente seguro y que yo dominaba muy bien. Cuando salí de la universidad, que fue la última etapa en la que tuve una vista útil, yo salía cuando oscurecía y en la tarde veía todo gris, hasta que ya no vi más a los 24 años”.
–¿Alguna vez alguien cuestionó tu ceguera en la universidad?
–Oh, sí, muchas veces. De hecho tuve una pelea una vez con un compañero que todo el tiempo me estaba mostrando los dedos para ver cuanto yo veía y me estresó tanto que llegamos a un punto bien extremo de la discusión: él utilizaba mis recreos para reírse de mí.
–¡Qué irrespetuoso!
–Sin duda, y en otra ocasión él me preguntó “¿por qué no te buscas una carrera más facilita?”. Lloré la pena más grande de la historia, pero recordé que yo aprendí a manejar y a montar a caballo sola, al día siguiente el tipo ese me hizo lo mismo y lo agarré del cuello de la camisa y le dije “si me seguí’ webeando, concha de tu madre, te voy a dar un combo en plena cara y te va a quedar clarísimo cuanto veo”. De ahí nunca más lo vi, lo echaron de la universidad, no alcanzó a pasar ni el primer semestre, pero fíjate cómo son las cosas de la vida. Una vez lo pillé en tribunales aquí en Santiago, me fue a saludar y me contó que recién estaba haciendo la práctica. Hace más de 20 años que nos topamos en la universidad y él recién estaba haciendo la práctica, entonces creo que fue un poco apresurado el diagnóstico sobre mi capacidad para hacer la carrera de derecho.
–¿Y cuál era la actitud de los profesores?
–Me decían prácticamente lo mismo, pero el derecho siempre fue una pasión en mi vida, no recuerdo haber querido estudiar otra carrera. Además, estoy segura de que en cualquier otro lado me hubieran tratado igual.
Le pregunto qué la impulsó a tener perros guías, con voz suave pero severa me responde que se trató de un accidente muy grave que tuvo en Valparaíso. “A la salida de la universidad, me caí en una alcantarilla que estaba abierta producto de que no dominaba bien el bastón, eso me obligó a congelar la carrera un año. Había perdido la vista hacía poco y, debido a que la fractura fue súper grave, estuve en una silla de ruedas durante casi un año… Sentí que mi autonomía se había reducido a un nivel realmente mínimo”.
El pie izquierdo de Paulina fue a parar en el hoyo y su cuerpo cayó sobre su pie derecho que estaba en la vereda, resultando en una fractura de tobillo. Tras una operación y un año de recuperación, una amiga de carrera, Paula González, le habló sobre la existencia de estos canes adiestrados que acompañaban a personas ciegas y con baja visión.
“Siempre me han gustado mucho los perros, pero como crecí en el campo, lo habitual era que estos estuvieran afuera de la casa; no eran parte integrante de la familia como lo fue mi primera perrita guía Cheyenne. La verdad es que nunca estuvo en mis planes tener un perro
guía hasta que empecé a recibir consejo de Paula y ella comenzó a hacer las averiguaciones”.
Así fue como contactaron a Leader Dogs for the Blind, una fundación filantrópica estadounidense que ayuda a personas con discapacidad visual. Esta tiene como único requisito que los solicitantes cubran el costo del pasaje para acceder a sus servicios.
–¿Fue muy complicado acceder al servicio de perro guía?
–Hice la postulación y se demoró como un año más o menos en la tramitación; finalmente me llamaron y pude viajar a tomar el entrenamiento para volver con Cheyenne, pero ahí surgieron varias complicaciones. Bueno, yo viajé sola, como es requisito de la escuela, con un inglés prácticamente nulo. Recuerdo que tenía una escala en Dallas, sin embargo, todo era tan enredado que terminé perdiendo el vuelo, fue realmente muy angustiante. A mi regreso me fui pensando en eso, “esto seguramente tendría que ser un poco más organizado para que ojalá a la menor cantidad de personas les pase lo que me pasó a mí” y con esta misma amiga que me había recomendado el uso de un perro guía, organizamos la Corporación de Usuarios de Perros Guías de Chile y ahí comenzamos a trabajar en eso.
Hasta la fecha, esta es una institución sin fines de lucro de rehabilitación y servicio asistencial de personas ciegas en cuanto a su movilidad, que busca además difundir en la sociedad chilena la cultura del perro guía y ayudarlas a acceder a canes de Leader Dogs for The Blind.
En 2018, la periodista Antonia Domeyko le preguntó a Paulina Bravo cómo fue la relación con Cheyenne, a lo que ella respondió que se amaron desde el primer momento: “Era un perrita de laboratorio, de selección genética y todo, casi que la habían dibujado, era hecha a mano”. Además relató la primera vez que caminó con ella: “La sensación cuando me volví por primera vez sola con la Cheyenne desde la universidad a mi departamento fue tan bacán. Tenía mucho miedo acumulado, mucho desgaste emocional, pero lo hizo tan bien, que ahí nos soltamos juntas a la vida”. Estuvieron juntas hasta 2013, año en que la perrita se jubiló y una segunda can, Holly, la relevó hasta principios de este año.
***
–En los medios de comunicación se menciona anecdóticamente que entre los años 2010 y 2011 te desempeñaste como abogada de la Unidad de Protección de Infancia de la institución Mejor Niñez, ex Sename, ¿pero cómo fue tu paso por ese lugar?
–Cuando quedé seleccionada para tomar el cargo en el Sename fue una cosa muy grandiosa para mí, porque tenía mucho tiempo postulando absolutamente a todos los cargos para abogados en el servicio público, pues yo hacía mucho tiempo que quería trabajar en esa área. Me acuerdo que el primer día de trabajo una amiga me acompañó porque necesitaba orientarme en el espacio junto a mi perra. Una vez llegué, me recibió todo el personal de la Dirección General, que me recibieron muy bien y una de estas personas me dice “mira, nosotros aquí nos hemos organizado para asistirte” y empezó a darme los nombres y las funciones de lo que iba a pasar en lo sucesivo: “tal persona te va a acompañar al baño, tal persona te va a ayudar a comer” y así. Yo que escuchaba todo eso, entre la sorpresa y el dolor de guata, les dije de la forma más diplomática posible que yo no necesitaba eso, que soy una persona autónoma, que de hecho vivía sola hace muchos años y eso a ellos no les gustó. No les gustó que les dijera que no necesitaba toda esa ayuda que pretendían darme.
Me cuenta que tras eso, acabó la reunión y fue a tomar sus instrucciones para comenzar a trabajar. Se dirigió a la Unidad de Protección de infancia y la jefa le entregó dos carpetas. «Ahora tienes que irte a la audiencia», le dijo.Paulina revisó los documentos con la mano, pero no pudo leer nada, estaban en papel y no tenía digitalización en braille.
–Ya, pero ¿cómo voy a ir a la audiencia ahora si yo necesito leer las carpetas? Están en papel y yo soy ciega, necesito que esto esté digitalizado.
–No sé, tendrás que arreglártelas de alguna manera.
–Bueno, entonces por lo menos dime dónde está el tribunal.
–No sé pues, ¿no eres tan bacán? Arréglatelas tú.
El chofer de la Dirección General que escuchó todo esto, le dijo a Paulina “no se preocupe, yo la voy a llevar en el auto” y aunque la jefa le dijo que no lo hiciera, él le respondió “tú no eres la que me da las instrucciones, así que yo voy a llevar a la abogada”. En el camino, la
amiga que la acompañó le fue leyendo las carpetas y ella pudo presentarse a la audiencia. Esa fue la cerilla que prendió fuego al infierno que viviría Paulina en esa institución, los malos tratos eran una constante, hasta que finalmente la situación se hizo insostenible en
2011.
–Tras varias audiencias, dejé mi computadora encima del escritorio y salí a fumar un cigarro al patio, pero cuando volví mi computador no funcionaba. Lo encontré raro así que me puse a revisarlo por todas partes, si estaba enchufado y eso, hasta que de repente siento una cosa por el lado izquierdo. Entonces descubrí que era un clip de los grandes y fui a ver a una asistente social, quien tras presionarla me dijo “fue el Mauro”, el jefe de personal de por aquel entonces, me quemó el computador. Me dirigí a ver al director y sin ánimos de pelear le dije “necesito que me autorice para faltar mañana a la oficina, no voy a poder ni siquiera tomar el audio de las audiencias porque no tengo computador y no tengo para comprar uno nuevo”, pero en eso llega la asesora legislativa diciendo “no, no, tú no puedes faltar”.
–¿Y qué les dijiste?
–“A costa de lo que sea, yo no pienso venir aquí, porque sin computador no puedo trabajar”. Renuncié con una carta que le presenté al Director Nacional Rolando Melo diciendo todo este tipo de cosas y varias más, aceptó mi renuncia y él mismo instruyó la apertura de un sumario el año 2011, pero ¿sabes qué? Es 2023 y todavía está abierto, nunca van a terminar esa investigación.
Aunque esta fue una experiencia que Paulina recuerda con indignación, sentó un precedente para su candidatura a diputada en 2021. Ese mismo año, causaría sensación por ser una persona ciega con un perro guía y le entrevistaron en varios medios. En El Mostrador le
preguntaron si creía que el Congreso estaba preparado para recibirla, a lo que respondió con un rotundo no. “Nunca están preparados, entonces para mí no significa un problema que no lo estén, porque yo misma me voy a encargar de prepararlos”.
–¿Volverías a postular?
–El proceso fue súper bonito, la campaña se hizo en conjunto con amigos, toda la gente trabajó gratis y nos sacamos la cresta con plata mía, por lo tanto, no era una campaña millonaria. Pero no repetiría la experiencia, porque me quedó clarísimo que para ganar tienes
que ser una bestia política inscrita en un partido político, y que la política es para gente rica: una campaña en Chile no se gana con menos de 100 millones. Si los tuviera no los gastaría en eso.
***
La tarde del 31 de diciembre de 2022 fue dura para Paulina, la perrita Holly llevaba varios días hospitalizada por un cáncer en el campo y la abogada que estaba en Santiago recibió de los doctores la recomendación de eutanasiarla. Así fue que decidió traerla consigo a la
capital, contrató un equipo médico para que le diera cuidados paliativos para que la perrita pasara sus últimos días de la mejor manera posible. Finalmente, Holly falleció el 6 de enero de 2023 y Paulina le dedicó unas palabras en sus redes sociales: “(…) Mi compañera de viajes, la compañera de mi vida que anduvo conmigo por tantos lindos lugares hasta construir a mi lado el mundo más hermoso en nuestro pequeño castillo de arena, a las 6 de la mañana de hoy, con una paz cristalina y en un suave suspiro, emprendió su viaje a un prístino lugar de tiempo infinito, dejándome como señuelo, su jardín favorito en el campo de su abuela…”
–Han pasado varios meses desde que ya no estás con Holly, ¿cómo te estás movilizando ahora?
–Yo me movilizo con perro guía desde hace 20 años, pero claro, ahora que estoy sin perro guía, lo estoy haciendo con bastón acá en el campo, sin embargo, en Santiago es mucho más dificultoso, porque además soy sorda de un oído. Lo que estoy haciendo actualmente es esperar a que me convoquen al curso de Leader Dogs en Estados Unidos; a esa escuela le tengo toda la confianza del mundo, porque ninguna de mis dos perritas me fallaron. Una vez que estén listos, yo voy a viajar para tomar el entrenamiento allá con mi tercer perro guía.
–¿Y qué te gusta hacer allá en Paine?
–Me gusta mucho jardinear; podar, cortar el pasto y cuidar de las plantas. Me la imagino recorriendo su jardín con el tacto y sintiendo como en el aire puro que respira y en la vegetación que la rodea, la acompañan Holly y Cheyenne quienes ladran a la distancia.
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