Guerras invisibles: República Democrática del Congo (RDC)

Escrito por el junio 13, 2025

La RDC es el segundo país más grande de África. Ubicado en el corazón del continente, hoy experimenta uno de los conflictos más desgarradores de la actualidad. Disputas territoriales, étnicas y políticas, han desplazado a millones de personas y acabado con la vida de miles. El inicio de esta década no ha sido gentil con la región, lo cual se ve agravado por el distanciamiento de la comunidad internacional.

Por Rafael González

El presente no se puede entender sin el pasado. Hoy, la población congoleña ubicada en las provincias Ituri, Kivu del Norte, Kivu del Sur y Tanganyika, enfrentan la embestida del movimiento rebelde “M23”, el cual tiene sus raíces más profundas en la colonización por parte de Bélgica.

Soldados del M23 patrullan alrededor del Estadio de la Unidad en Goma (Kivu Norte, este de RDC) durante una concentración pública convocada por el grupo armado, 6 de febrero de 2025 - Créditos: Alexis Huguet / AFP

LA RDC Y LA MALDITA HERENCIA BELGA (1885-1960)

Antes de dormir, abuelos congoleños cuentan a sus nietos historias de grandeza de los imperios Luba y Lunda o de los reinos del Congo y Kuba. El cuento acaba antes de la colonización europea, para evitarles pesadillas. La colonización belga en África fue una de las ocupaciones más brutales de las que se tiene registro. No solo se esclavizó, torturó y acabó con la vida de entre 10 y 25 millones de personas, sino que también se vieron alteradas las estructuras sociales, sentando las bases del conflicto actual con el Movimiento 23 de marzo (M23).

Además de poseer el Congo, Bélgica también se hizo con Ruanda y Burundi tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. En estos territorios se aplicaron tácticas de racialización, las cuales sobreponían a las etnias entre sí, instigando un odio que no existía anteriormente. Bajo la pseudociencia racista de la época, los tutsis, quienes representaban un 14% de la población, fueron escogidos para gobernar por sobre la mayoritaria población hutu, quienes conformaban el 85%.

El Programa de Divulgación sobre el Genocidio de Ruanda de Naciones Unidas señala: “Antes de la época colonial, hutus, tutsis y twa vivían en relativa armonía. Los tutsis eran pastores de ganado, soldados y administradores, los hutus eran agricultores, y los twa, marginados (1%), cazadores-recolectores o alfareros. Las personas podían, y de hecho lo hacían, pasar de una categoría a otra según sus altibajos económicos, y los matrimonios mixtos no eran infrecuentes”.

La subyugada población hutu empezó a acumular resentimiento, no en contra de los europeos, sino en contra de los tutsis. Este hecho no hizo más que empeorar cuando en 1932 se implementó un carnet de identidad racial, los cuales institucionalizaban la discriminación. Tras la independencia de Ruanda, esta ira acumulada se reflejó en la masacre de 20.000 tutsis en 1963 y el genocidio de entre 500.000 – 1.000.000 en 1994.

Refugiados ruandeses esperan en filas para la distribución de agua en 1994, cerca del campamento de Kibumba. Goma, Zaire. Créditos: Sebastião Salgado

 

EL M23: UNA HISTORIA FRONTERIZA (1998-2021)

El genocidio en Ruanda comenzó a inicios de abril de 1994, cuando un misil de origen desconocido derribó el avión del dictador ruandés Juvénal Habyarimana y el presidente burundés Cyprien Ntaryamira, ambos hutus. Los radicales hutus no perdieron tiempo y tomaron las armas. Asesinaron a la primera ministra Agathe Uwilingiyimana, una hutu moderada, y a sus escoltas de la ONU. Tres meses de horrores sólo estaban empezando.

El genocidio fue interrumpido por la victoria militar del Frente Patriótico Ruandés (FPR), un grupo rebelde tutsi que se encontraba en guerra contra Habyarimana. Hoy es un partido político liderado por el presidente, Paul Kagame, quien en marzo cumplió 25 años en el poder. Cuando el FPR conquistó la capital, las milicias hutus culpables del genocidio se refugieron en la región fronteriza congoleña de Kivu, al este del país.

Ruanda fue clave en el derrocamiento del dictador de Zaire, Mobutu Sese Seko en 1997. Zaire pasaría a ser la República Democrática del Congo aquel año, bajo la dirección del nuevo gobernante Laurent-Désiré Kabila. En 1998, Ruanda rompió relaciones con la RDC por la expulsión de asesores militares ruandeses y el resurgimiento de figuras del extinto régimen de Mobutu. Aquella era la excusa perfecta para adentrarse en territorio congoleño y exterminar a las milicias genocidas, y de paso, robar recursos naturales.

El tiempo pasaría y la influencia tutsi en el este de la RDC aumentaría, viéndose reflejada en la creación del predecesor del Movimiento 23 de marzo (M23), el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) en 2006. Este grupo paramilitar, apoyado por el gobierno de Ruanda, decía proteger a los tutsis congoleños de la milicias hutus en la frontera, pero rápidamente pasó a la ofensiva militar, ocupando territorio y enfrentándose directamente al gobierno de Joseph Kabila.

El conflicto en Kivu no hacía más que escalar. Human Rights Watch estimó que al menos un millón de personas fueron desplazadas de Kivu del Norte para finales de 2008. Los muertos se contaban en cientos. La presión internacional logró un acuerdo entre el CNDP y la RDC el 23 de marzo de 2009. La milicia rebelde nunca se desbandó y en 2012, alegando el incumplimiento del acuerdo, volvieron a reagruparse bajo el “M23”. Cifras de ACNUR estiman que, en 2025, casi 7 millones de personas viven como desplazadas internas en las provincias fronterizas debido a la operación del M23.

Área afectada por el M23.

ACTUALIDAD (2021-2025)

A pesar de una derrota inicial en 2013, la milicia volvió con fuerza en 2021, apoyada -no- oficialmente por Ruanda. Radio JGM conversó con Eduardo Carreño, profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Él es Doctor en Ciencia Política y máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos. Carreño declara que la relegada posición en que se encuentra el continente en el plano mundial, se refleja en la indolencia que ha adoptado la comunidad internacional a la hora de incidir en estos conflictos.

“Hablamos de tres décadas de alta conflictividad. Occidente ha tenido entradas y salidas en la búsqueda de soluciones que permitan enfrentar el alto número de víctimas y la reconstrucción del Estado. Esta última es la principal causa que enfrentan la mayoría de los escenarios de conflictividad en África y particularmente de Sudán, Sudán del Sur y la RDC”.

Sobre la situación congoleña responde: “el caos muchas veces es más funcional para los intereses extrarregionales y de las potencias que el orden y la estabilidad. La RDC es uno de los países más ricos del mundo desde el punto de vista minero, y eso constituye una oportunidad para muchos actores”.

A Félix Tshisekedi, presidente de la RDC, se le acusó de fraude tanto en su elección en 2019, como en su reelección en 2023. La débil institucionalidad africana queda expuesta en este tipo de situaciones. Le consultamos acerca de cómo construir democracia en el continente, Carreño responde:

No podemos pretender que los países africanos desarrollen un proyecto democrático similar al de Occidente. Cuando el modelo se ha transplantado o impuesto, ha sido totalmente un fracaso. Yo me quedaría con el trabajo que viene realizando la Unión Africana. Desde 2002 ha intentado asumir con sus propias manos la gestión de este tipo de conflictos, intentando prescindir del interés por involucrarse que han tenido las potencias internacionales”.

“Se ha desarrollado una arquitectura para la paz y la seguridad, cláusulas democráticas y mecanismos de resolución de conflictos. Estos consideran las lógicas, las tradiciones y las culturas de los pueblos africanos. El fracaso de las iniciativas supera a los éxitos, pero creo que hay que dejar en manos de los africanos la reconstrucción de la paz y la institucionalidad política”.

El día de ayer, Bintou Keita, jefa de la Misión de Naciones Unidas en República Democrática del Congo (MONUSCO), visitó Goma, ciudad congoleña limítrofe con Ruanda ocupada desde finales de enero por el M23. La personera se reunió con representantes de la milicia para discutir las prioridades del mandato de la MONUSCO, incluyendo la protección de civiles. Su visita supone un rayo de esperanza en una de las noches más oscuras de la RDC.

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