Crónica vivencial 1: Pateando piedras
Escrito por Radio JGM el noviembre 6, 2023
Estallido, pandemia y proceso constitucional, tres momentos que ocurrieron en poco menos de 4 años y que marcaron los procesos políticos que vive Chile, sin embargo, a nivel personal los jóvenes vivieron diversas experiencias. Desde la cátedra de Reportaje de la académica Ximena Poo, estudiantes comparten a través de una crónica vivencial su relato que llega hasta el actual escenario: un segundo plebiscito de una segunda redacción constitucional, sin los movimientos sociales y con un llamado «comité de expertos».
Por Mai Fernández
En 2019 yo tenía 16 años y lo que más recuerdo son las piedras. Esas que gran parte de los chilenos llevábamos cargando en nuestras mochilas con resignación, hasta que la tela no dió más y las piedras comenzaron a volar por los aires. Su sonido al caer era una canción de resistencia y esperanza.
El entonces presidente, Sebastián Piñera, decía que el país estaba en guerra, pero yo sentía que la batalla estaba dentro mío. En mi cabeza había una disputa constante entre mis deseos y deberes. Mis manos temblaban por el deseo de salir y quemarlo todo, me quedaba en la calle hasta que sólo la iluminaban las barricadas, todo para volver a mi casa y seguir descifrando todos los contenidos que mi colegio no me enseñaba. Porque aunque el mundo se construyera de nuevo, yo seguía en tercero medio, seguía siendo hijo de madre soltera y sin título, y ese puntaje junto a mis otras continuaban siendo la única forma de conseguir algo mejor.
De pronto, entre el bullicio de los cacerolazos del 2020, suena una tos horrible y luego otra y otra. En todos los países la pandemia representó la pérdida de contacto, libertades y vidas, pero en Chile también fue la pérdida de un sueño. En un año y medio presencié cómo se evaporaron los 30 años de luchas y desahucios.
Proceso constitucional es una palabra que conocí a los 17, era como un letrero luminoso puesto sobre la cordillera de los andes. Lo recuerdo como mi primer amor, por el cual di todo lo que pude y hablaba sobre él en mi casa, en la micro, en todos lados. Con una fé ciega creí que lo haríamos funcionar. Nunca pensé que un grupo de vándalos de cuello y corbata con la bandera impresa me lo quitaría, mucho menos que ellos serían propietarios de este letrero, el que ahora está rodeado por alambre de púas y restricciones. Me arden los ojos cada vez que debo mirarlo.
Algunos describen este interminable proceso como una bola de nieve que ha ido creciendo, pero para mí es una piedra. Una de esas muchas piedras que en algún momento se lanzaron con fuerza y ahora son pateadas en el asfalto caliente, varias se han vuelto polvo en el camino. Ahora tengo 20 años y sólo me queda soñar con que bajemos la cabeza y tomemos esas piedras otra vez.
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