Crónica de un fallo: El grito del pueblo mapuche

Escrito por el octubre 18, 2018

Por Gabriela Acuña Becerra

Fotografía: Lucas Cifuentes y archivo

 

Cuando son las 10.30 de la mañana, una melodía irrumpe las estrechas calles del centro de Santiago. Entre el típico sonido ambiental de la urbe brota el sonido del kultrung y la püfillka, irrumpiendo en las puertas principales del Palacio de Tribunales. Sin embargo, este acto cultural es por sobre todo político y está lleno de rabia y dolor, pues la comunidad mapuche se manifiesta en este lugar a la espera del fallo final e inapelable que revelará el futuro judicial de José Tralcal, Luis Tralcal y José Peralino, quienes son sindicados como algunos de los autores del incendio que acabó con  la vida del matrimonio Luchsinger-Mackay el cuatro de enero de 2013 en un proceso, que ha sido considerado por las comunidades mapuche, como irregular ya que incluso se realizó un testimonio bajo tortura a Peralino.

Las mujeres se protegen del frío con sus ükulla, todas están tocando algún instrumento y hacen de su música algo incesante. Los hombres, que son minoría en esta muchedumbre, preparan los mates, que acompañarán los sándwiches que traen en sus mochilas. La jornada será larga.

Entre ellos de pronto distingo a Eduardo Peralino, hermano de José Peralino. Un hombre bajo, de piel morena, pelo liso de un profundo color negro. Tiene la mirada perdida, su cara se enmarca en el sentimiento de desasosiego. La incertidumbre lo mantiene nervioso y recibe constantemente palmadas en la espalda por parte de sus peñis para calmar la ansiedad.

De pronto llega al grupo Juan Carlos Tralcal, hijo de José Tralcal, quien mantiene en su rostro la misma expresión. Cabizbajo, angustiado, sus ojos rasgados se enfocan en el suelo, aprieta su boca cada cierto tiempo, de ella emana la angustia que le provoca esperar el resultado que definirá el futuro de su padre. Su hermana lo abraza entristecida y su madre, que cada cierto tiempo se aparta del grupo para calmar al bebé que carga en sus brazos, frunce el ceño con la rabia que le inunda.

Las horas previas

Mientras corre la mañana, los numerosos cantos de protesta no callan: “liberar, liberar al mapuche por luchar”, se escucha firmemente. Pasan los grupos de estudiantes con recorridos guiados por el barrio cívico de Santiago, provocando un contraste interesante. Los transeúntes también muestran desentendimiento en sus rostros al pasar. Queda claro que la desinformación es tajante, es más, ningún medio tradicional está aquí, cubriendo la antesala del fallo.

Eduardo Peralino, frente a la situación que enfrenta su hermano, declaró con fuerza: “Somos inocentes y ahora estoy poniendo la cara con mi hermano. Somos cinco hermanos, los cinco vamos a luchar hasta donde lleguemos […]. Si hay que ir a la Corte Interamericana, voy a la Corte Interamericana, porque hay que condenar a este país. A Chile hay que condenarlo luego, porque está trabajando muy mal.

Él y Juan Carlos, son quienes sacan la voz por los parlantes ante la difícil situación a la que se enfrentan, voces quebradas, dolidas pero llenas de fuerza y convicción. Sus rostros permanecen inmutables y persiste la aflicción en ellos. Pese a aquello, la comunidad mapuche se muestra fraterna entre sí y se contienen unos a otros.

Los actos pacíficos de manifestación no cesan en ningún momento, hasta que Carabineros, quienes estuvieron en todo momento con un amplio contingente policial situado a las afueras de Tribunales, da la orden de poner vallas papales entre los manifestantes y la entrada al Palacio, generando una fuerte molestia entre los asistentes, quienes se levantaron alterados  al ver esta situación.

Tras esto, una de las mujeres que se encontraban tocando el kultrung se acerca tranquilamente al policía que dio la orden para comentarle que “nosotros hemos estado acá otros días y no es necesario que (las vallas) estén”, obteniendo por respuesta que esto era sólo una medida de resguardo.

Lo que se calla

Vi de pronto a una persona sentada detrás de uno de los lienzos pintados con mensajes de resistencia que sostenían tres protestantes. Un hombre de expresión abatida, con sus hombros caídos y que se toca las manos una con la otra en señal de nerviosismo.

Me acerqué a hablarle y se mostró abierto a conversar con nosotros.Claramente afectado, nos comenta que pertenece a la comunidad de José Tralcal. Dentro del diálogo que se da sobre el caso, me menciona que la noche del incendio, José se encontraba celebrando su aniversario en un restauran; comenta que es en ese contexto donde Tralcal giró dinero en un cajero automático e incluso se encontró con el diputado Fuad Chahín (DC), sin embargo, cuando Tralcal pidió los registros de las cámaras para utilizarlos en su defensa, éstos ya no estaban y, por su parte, el congresista no quiso ir a declarar sobre su encuentro con el imputado. Es por esto, que mi entrevistado acusó con gran convicción un juicio político y sucio.

Faltando 45 minutos para la una de la tarde, vi movimiento en la entrada del edificio, por lo que decidimos que era el momento de entrar. Recién llegan los medios tradicionales al lugar, después de horas de haber comenzado el ajetreo que conlleva la entrega de un fallo de tal connotación.

 

La audiencia y el desasosiego

Nos trasladamos hasta el tercer piso para llegar a la sala donde se realizaría la audiencia. El ambiente cada vez se vuelve más denso. Dos parientes de los Luchsinger-Mackay se hacen presente, mientras que los Tralcal llegaron en familia completa. Abogados se mueven de un lado a otro tocando sus barbillas. El contacto visual se hace cada vez más frecuente e intenso, hasta que por fin autorizan el ingreso al salón.

 

Nos acomodan a todos y comienza la lectura del fallo por parte del ministro Jorge Dahm Oyarzún: “Muy buenas tardes, se procede en esta oportunidad a la audiencia de lectura de sentencia de la causa 15.163-2018 por recursos de nulidad […]”.

Los representantes de la familia Luchsinger-Mackay, quienes están sentados en primera fila, mantienen la vista fija en el suelo y sostienen la cabeza con sus manos. Los Tralcal y Peralino intentan mantener la calma frotando sus manos y con la vista fija en el ministro de la Sala. A medida que comienza a avanzar la lectura del fallo, las expresiones faciales comienzan a cambiar.

Sí, lo que El Mercurio en su falta de ética había filtrado hacía 10 días era real: se confirma la culpabilidad de los tres imputados, pero se retira el carácter de terrorismo. “Y con esto se pone término a la audiencia. Muy buenas tardes”, fue lo último que dijo el magistrado en la sala.

Las familias Tralcal y Peralino explotaron en dolor. Esa puntada que debieron contener mientras escuchaban la ratificación de un fallo finalmente terminó desbordando en gritos y llantos desesperados de impotencia.

“¡Eso nunca fue! Es una mentira muy grande, ¡yo soy testigo! Alberto Chiffelle (fiscal del caso) hizo mentiras”, “¡¿Cuánto les pagaron?, vendidos! Esta es la Justicia en Chile, no hay justicia en Chile”, eran algunos de los gritos llenos que pronunciaban los Tralcal y Peralino mientras arrojaban monedas a los abogados demandantes, a los gendarmes y al magistrado.

Mientras que los Luchsinger-Mackay salieron escoltados del Palacio.

El morbo se desata

Al bajar por las escaleras, los medios estaban esperando con sus potentes equipos de grabación, con aquellos focos que dejan ciego a cualquiera,  y en una actitud que asimilaba a una manada de animales hambrientos. Intentaron que una hija de José Tralcal hablara, mientras ella trataba de esconderse. Cubrió su cara con un pañuelo y los periodistas sin ningún pudor intentaron arrebatárselo de forma violenta, tras lo que la misma comunidad la escoltó para que no la siguiesen molestando.

Juan Carlos Tralcal interpeló entre sollozos, en el frontis de la sede judicial, a la policía y al Ministerio Público por realizar un testimonio en condiciones indignantes.

 

«Esperábamos que la Corte Suprema no avalara esta tortura donde Amnistía (Internacional), donde la ONU incluso hablaba de irregularidades. Sin embargo, con la venia del señor Dahm, quien es parte de la misma sala penal que dejó fuera a asesinos de lesa humanidad de la dictadura, hoy día se condena a inocentes, a gente que sólo tenía la idea de dignidad, de reivindicar nuestra historia. Condenaron una ideología y no condenaron a los asesinos del matrimonio Luchsinger-Mackay. Condenaron a parte del pueblo mapuche. Sin embargo, vamos a seguir fuertes. En la cárcel o afuera, la lucha seguirá por autonomía, por autodeterminación y por la dignidad que el pueblo mapuche se merece desde siempre, desde que está este país y no sólo acá, sino que también en el Wallmapu. Todos seguirán luchando y le daremos vuelta al destructivismo, al neoliberalismo. Protegeremos la ñuke mapu, porque ella siempre vivirá mientras nosotros estemos vivos. El pueblo mapuche resistirá y José Tralcal junto a Luis Tralcal asumirán con dignidad hasta llegar a la Corte Interamericana por la libertad de los peñis. Siempre, hoy día y siempre”.

 

La caravana hacia La Moneda

La comunidad mapuche, que acompañó en todo momento a las familias involucradas, decidió espontáneamente emprender paso firme hasta La Moneda para expresar su descontento.

Abriéndose paso entre los autos, con los lienzos desplegados y las banderas mapuche flameando entre los edificios céntricos, la caravana comenzó a avanzar, mientras que el contingente policial ya estaba listo para comenzar su tarea represiva.

La multitud llega a la esquina de Morandé con Agustinas a las 13.30 hrs y no pasan ni cinco minutos para que Fuerzas Especiales de Carabineros comenzara su puesta en escena. Rodean a tres mujeres y comienzan a agredirlas. Los empujones, los gritos y los golpes no se hicieron esperar.

Mientras me encontraba transmitiendo en vivo por la cuenta de Instagram de Radio JGM, corrí hasta donde estaba ocurriendo la agresión. Es en ese momento cuando dos personas llegan a defender a las mujeres que estaban siendo agredidas y tres carabineros me aplastan contra ellas, actuar que no me extrañó luego de ver cómo se quisieron llevar detenida a la corresponsal del periódico “El Pueblo”. Es decir, el escenario en ese momento no sólo implicaba acallar a los manifestantes, sino también a la prensa que osara cubrir la violencia policial.

Luego de que Carabineros se llevara detenidas al menos a tres personas a la 3ª Comisaría de Santiago, y tras cubrir cada incidente que se dio en los límites de la Plaza de la Constitución, decidí retirarme del lugar, para ver tristemente en los noticieros sólo una visión sesgada de todo lo que pasó.

Comentarios

[No hay estaciones de radio en la base de datos]