Sobredosis de olvido

Escrito por el diciembre 15, 2021

El pasado 10 de diciembre, fecha kámica donde se murió el Pinocho en total impunidad, escoltado y llorado por los veladores del fascismo o por el miedo a que el tata les tire las patas, hoy mismo, casi como burla se conmemora el día de los derechos humanos.

Este concepto que intenta agrupar una serie de sentidos comunes para habitarnos colectivamente en respeto y cuidado, vuelve a estar en jaque cuando el desprecio a la vida se inscribe como una posibilidad presidenciable en un país desmemoriado.

Sin ánimos de responder a esta sobredosis de olvido, no quisiera dejar pasar la responsabilidad que tienes nuestros colegas, quienes se irguen sobre los medios corporativistas en esta fiesta, o funeral, de la democracia. Las preguntas insidiosas, el negacionismo, el racismo, la difusión de los discursos trasnsodiantes y que atentan contra los derechos de las mujeres, parecieran regresarnos al siglo XIX, luego de tanto mayo, junio, agosto feminista.

Si ya fuera bastante en nuestra posición como mujeres, disidentes, precarizadas y de pensamiento crítico que nos hace estar levantando banderas y asegurando que la vecina que descansa el día domingo se tome en serio estas elecciones, se me devuelve golpeando en la cara las rabias de todas las madres, hermanas, amigas, militantes y activistas por las y los presos.

Y es que no entran en las urnas, ni el indulto, ni las reparaciones, ya sabemos que el Estado ilegalmente no proporciona mecanismos para aquellos que tiene condena menor a tres años o prisión preventiva para lograr ejercer su derecho al sufragio.

Así, el grupo más invisible de una sociedad punitivista sigue rezagado sobreviviendo en el hacinamiento de cárceles creadas sólo para condenar el delito de ser pobres, como gritaba Luisa Toledo a las fueras de la cárcel de San Miguel, mismo lugar donde esta semana volvimos a conmemorar un nuevo aniversario de la mayor tragedia carcelaria sucedida en Chile.

El 8 de diciembre del 2010, 81 presos fallecieron a causa de un incendio; a 51 de ellos se encontrón calcinados, mientras que a 15 sólo se les reconoció por sus restos; piernas, fémures, tibias o cráneos. Algunos aún no tenían juicio, otros fueron condenados por vender cds pirata en la calle.

A 11 años de esta tragedia, la combinación entre el sistema carcelario y derechos humanos caminan a tientas en un contexto donde Chile se posiciona como el tercer país sudamericano con mayor cantidad de mujeres presas o como olvidar la constante persecución que existe contra los y las jóvenes, que por el deseo profundo de doblarle la mano a la aflicción neoliberal están cumpliendo castigos políticos en los recintos penitenciarios.

Que las fechas y los pueblos nos sigan removiendo, para no caer, como dije antes, en esta sobredosis de olvido.

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