Entrevista con Claudio Nash: Chile y los autoritarismos con fachadas democráticas

Escrito por el agosto 27, 2024

En medio de un complejo panorama internacional donde los conceptos de democracia y libertad se ven cuestionados, se vuelve inevitable replantearse ¿Qué futuro le depara a las ciudadanías del mundo en los tiempos que corren?. Es por esto que conversamos con el experto en Derecho Internacional de Derechos Humanos, Claudio Nash, quién nos explica los autoritarismos encubiertos actuales y analiza la compleja situación democrática y de DD-HH en Chile.

Por Catalina Elías

Tras las elecciones ocurridas en Venezuela el pasado domingo 28 de julio, donde la falta de transparencia en el conteo de votos y la vulneración al derecho a sufragio de miles de personas llamó la atención de todo el mundo – y que terminaron dando por ganador a Nicolás Maduro – han surgido un sin fin de debates respecto a este llamado quiebre de la democracia en nuestro país vecino.

Se hace imposible no preguntarse sobre qué tan lejos estamos hoy, como sociedad, de un escenario similar y cuáles son las líneas que se deben cruzar para poder definir si vivimos efectivamente en una democracia.

Es por esto que en el nuevo capítulo de nuestro podcast “Oír para Creer” conversamos con el Doctor y Experto en Derecho Internacional de Derechos Humanos, Claudio Nash, quién nos explicó sobre los nuevos autoritarismos con fachadas democráticas, cuál es la situación actual de Chile en este complejo panorama y, además, de nuevas formas de represión, persecución y de control hacia las ciudadanías que existen hoy en el mundo cada vez más interconectado en el que vivimos. 

¿Cuál es la situación actual de la democracia en Venezuela?

Claudio Nash: La situación en Venezuela es muy compleja y viene siendo desde hace varios años un escenario bastante delicado desde el punto de vista del sistema democrático, pero también desde los DD.HH. Lo que vemos hace años es una captura por parte del régimen de distintos poderes del Estado, lo cual ha hecho que el gobierno – particularmente en el mandato de Maduro – derive en un gobierno autoritario, una tendencia que vemos de una manera mucho más profunda en torno al conflicto que se ha producido a partir de la transparencia en los resultados en las elecciones últimas.

¿Cómo podemos hablar de un régimen autoritario o de una dictadura en el siglo XXI? ¿Cree que estos términos han o irán sufriendo cambios en el tiempo, y que hay autoritarismos incluso donde hay elecciones?

Claudio Nash: Esta es una materia que se viene estudiando mucho en las últimas dos décadas. De hecho, un libro que recomiendo muchísimo a los auditores llamado “Como mueren las democracias”, parte con la imagen del bombardeo al Palacio de la Moneda en Chile. Los autores dicen que esta es una imagen que impactó al mundo y que, de alguna u otra manera, hoy es más difícil ver dictaduras que se inician de esta manera brutal como lo fue el golpe de estado en Chile en 1973. Lo que ellos sostienen, es que hoy hay formas de autoritarismos que mantienen de alguna manera la fachada democrática pero, lo que sucede en la realidad, no puede llamarse democracia.

Actualmente la idea que se tiene de democracia es de una democracia fuerte y robusta. Y para esto se necesitan varias cosas, una de ellas son las elecciones. Es decir, que las autoridades sean electas a través del sufragio popular bajo cierta condiciones y garantías de libertad, pluralismo y de rendición de cuentas de los procesos electorales. 

Pero, además de las elecciones, lo que necesitamos para hablar de democracia es un Estado de derecho que funcione, es decir, de instituciones democráticas que permitan controlar el poder. O sea, que haya un parlamento que controle al ejecutivo, un ejecutivo que deba rendir cuentas a un poder judicial que proteja derechos cuando estos se ven violentados. Y, en tercer lugar, necesitamos evidentemente una garantía y protección de los derechos humanos.

Hoy no es posible hablar de democracia si no hacemos referencia a los derechos humanos. 

Por eso es que uno comienza a analizar distintas situaciones, ya sea Venezuela, Argentina y El Salvador. O si ampliamos la mirada a fuera de Latinoamérica encontrándonos casos como Polonia, Ucrania, Rusia, etc. uno se da cuenta que pareciera que estamos en un momento donde se ha impuesto un ideal democrático, pero uno se encuentra con una serie de experiencias donde lo que parece quedar es solamente la fachada de lo electoral, pero no se dan los otros elementos que permiten hablar de democracia. Esto es lo que se ha denominado de algún modo “regresión autoritaria”, es decir, se vuelve a los autoritarismos que ya conocíamos pero de formas distintas a las de las experiencias históricas recientes. 

¿En qué posiciones se encuentra Chile en este contexto de autoritarismos “escondidos” que van aumentando?

Claudio Nash: A mi juicio Chile tiene una situación más preocupante de lo que se tiende a discutir en la esfera pública, porque como país ya tiene una experiencia de retorno a la democracia, es decir, la dictadura cívico militar entregó el gobierno pero no el poder. Cuando Pinochet deja la presidencia de la república y asume Patricio Aylwin en los 90´, la estructura de poder heredada por la dictadura se mantuvo, e incluso hay cosas que mantenemos hasta el día de hoy, siendo algunas de ellas la constitución del 80, el modelo económico y una mirada cultural profundamente individualista donde no existe una valoración de lo social y colectivo.

Durante lo que se denominó la transición a la democracia, en lo que sí fuimos avanzando, es en lo que se denominaban los enclaves autoritarios. Aquí un punto especial fue en 2005 donde Ricardo Lagos, en la reforma que hizo, eliminó algunos de estos enclaves autoritarios presentes en la constitución, tales como los senadores designados por ejemplo.

Pero luego de la reforma del 2005 comienzan unas series de movilizaciones sociales teniendo como ejemplo a los pingüinos el 2006, los universitarios el 2011, el movimiento de mujeres en 2018 y lo que se conoce como estallido social de 2019, lo que fue una clara demanda de que el modelo no es capaz de absorber las peticiones de la ciudadanía

Y la respuesta ante eso fue una respuesta autoritaria y violenta donde ocurrieron grandes violaciones a los derechos humanos tales como ejecuciones extrajudiciales, tortura, vejámenes sexuales y mutilaciones oculares. A esto se sumó una criminalización de la protesta y un fortalecimiento de las herramientas represivas por parte del Estado, tales como la Ley Anti-barricadas y luego la Ley Naín-Retamal. Es decir, esa tendencia se abre como una respuesta punitiva del Estado frente a demanda social. 

Y si bien el gobierno de Sebastián Piñera terminó y luego asumió Gabriel Boric, esta tendencia autoritaria se mantiene. Lo que uno aprende de la historia es que cuando se instalan las respuestas autoritarias frente a los problemas sociales, luego cuesta mucho desmontarlas, y en Chile se legitimó la respuesta autoritaria, algo que sigue hasta el día de hoy. 

Entonces ante nuevos desafíos políticos sociales, como el desafío de la delincuencia, no vemos ninguna diferencia en la que responde hoy el Estado, pese a que hay un gobierno que se autodenomina de izquierda, pero cuya respuesta es idéntica a la respuesta tradicional a la respuesta de la derecha. Es decir, Ley Gatillo Fácil, Ley Naín Retamal, la propuesta de crear más cárceles y aumento de penas – aún sabiendo que el aumento de penas no logran resolver estos problemas– y una política restrictiva en temas de derechos, en el tema migratorio y libertades personales. 

Entonces tenemos un país donde mantenemos un sistema electoral, algo que no se puede negar, pero donde hay una baja densidad en términos de control interinstitucional. Lo que tenemos hoy es muy poco control entre instituciones y, lo peor de todo a mi juicio, en Chile hemos normalizado las violaciones a los derechos humanos. Y frente a violaciones a los derechos humanos ocurridas no hace 50 años, sino que hace solo 5 años, hemos sido incapaces de hacer justicia, establecer verdad y reparar a las víctimas.

Así que claro, tenemos un sistema democrático, pero que es débil y de baja densidad, cuando a lo que deberíamos avanzar es a fortalecer la democracia.

¿Cuáles son estas nuevas formas de represión política que existen en este mundo interconectado?

Claudio Nash: Si uno piensa cómo fue impuesto este modelo autoritario político, neoliberal, económico conservador, e individualista, lo hicieron a través de violaciones a los derechos humanos, y en 2019 cuando se pone en riesgo este sistema la reacción es la misma: las violaciones a los derechos humanos vuelve a ser un instrumento para ahora defender este modelo. Entonces se mantienen ciertas formas de represión que son las habituales, tales como persecución, encarcelamiento, práctica de tortura y etc. 

En el contexto que hoy vivimos todo ha cambiado y con ello las comunicaciones y la aparición de redes sociales. Este espacio de las tecnologías tiene la posibilidad de ser usado como instrumento para profundizar la democracia, y otros fines positivos, así como también tienen un lado oscuro, implicando la desinformación, la difusión de discursos de odio, negacionismo y también el control y persecución de personas.

Actualmente hay programas que permiten al gobierno y otros poderes saber qué están comunicando las personas y quiénes se encuentran liderando movimientos, por lo que estas nuevas formas de violencia son un nuevo desafío para la democracia, no podemos normalizar el uso de las tecnologías para estos fines violentos. 

Creo que ahí como sociedad tenemos que hacer un esfuerzo por utilizar estos espacios y dirigir sus avances a formas de mayor democracia y ejercicio de derecho. 

Mirando hacia el futuro, ¿Cuáles son los pasos que debemos seguir para proteger a las ciudadanías y las democracias de estos nuevos autoritarismos disfrazados?

Claudio Nash: Hemos creado todo un sistema para limitar el poder –que es el fin de los derechos humanos, es decir, limitar el poder de quienes lo tienen– la pregunta que debemos hacernos es ¿Cómo limitaremos estas nuevas formas de poder? 

Ya no es el Estado el todopoderoso, así mismo como el poder dejó de estar en las monarquías, el poder dejó de estar en ellos. Hay empresarios a niveles mundiales que tienen más poder que cualquier presidente y ¿Quién los controla? ¿Quién controla a la inteligencia artificial? ¿Cómo limitamos estas nuevas formas de poder?

Hasta ahora la respuesta ha sido que se debe reconocer ciertos derechos básicos, pero esa respuesta ha empezado a ser insuficiente, por lo que tenemos que mejorar los mecanismos de protección y discusión sobre los derechos. Las actuales y futuras generaciones van a tener que lidiar con una realidad que va a una velocidad mucho mayor a la que todas las generaciones anteriores se han enfrentado.

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