Tito inolvidable

La noche del sábado se confirmó la partida de este mundo del ex jugador y ex comentarista Alberto «Tito» Fouillioux.

Nacido en noviembre de 1940, Tito se formó en las inferiores de Universidad Católica, club con el cual ganó diversos títulos y tuvo homenaje en vida: la tribuna andes del Estadio San Carlos de Apoquindo lleva su nombre.

Además de vestir la camiseta de la franja, Fouillioux defendió los colores de Unión Española, Huachipato y el Lille de Francia.

Fue tercero del mundo junto con la selección de 1962 en el Mundial que se disputó en nuestro país. Compartió camarín con importantes figuras de nuestro medio y en 1968 fue escogido como el mejor futbolista del país.

Pero Alberto no se quedaba solo en lo buen deportista, ya que su estampa europea sacaba suspiros en la adolescentes de los ’60. Tanto fue el revuelo que causaba el futbolista que hasta canción tuvo. «Tito mi amor«, cantaba Luz Eliana en el apogeo de la nueva ola.

También, el multifacético Fouillioux incursionó como director técnico y tuvo a su cargo el primer equipo de Huachipato en 1976 y a Colo Colo en 1977.

Desde comienzos de los ’80, Tito comenzó una carrera en la que la mayoría lo recordará: comentarista en el área deportiva de Canal 13. Con las clásicas chaquetas blancas, realizó diferentes coberturas de mundiales y compartió con varios destacados de las comunicaciones como Julio Martínez, Néstor Isella, Pedro Pavlovic, Hans Marwitz y tantos más.

El legado de Tito es tremendo. No solo nos habló de fútbol, sino de todos los deportes mientras trabajó como comunicador, y en el fútbol, además de destacar como delantero en los distintos clubes y en la selección de nuestro país nos dejó en claro que la sana competencia existe. El ariete reforzó a Universidad de Chile en cuatro encuentros en el verano de 1961 y, en uno de ellos, anotó un gol.

Tito, un inolvidable nos dejó, pero su figura seguirá latente en los hinchas cruzados, hispanos, acereros y en todos quienes crecimos viendo sus comentarios y recordamos la chaqueta blanca y el logo de la, entonces, estación católica en el pecho.

Adiós, Tito. Inolvidable ídolo.