Violencia de género en el sistema carcelario

Escrito por el noviembre 25, 2022

Las presidiarias enfrentan una dolorosa violencia de género en el sistema carcelario hacia la que el Estado no ha dirigido políticas con perspectiva de género. En el marco de la conmemoración del Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, es importante visibilizar las vulneraciones que enfrentan todas las mujeres que no conviven junto a nosotres en el “medio libre”, y que son un grupo especialmente vulnerado de diversas formas.

Por Karina González.


En Chile, según cifras de Gendarmería al 31 de octubre, hay 3.218 mujeres privadas de libertad en cárceles, o bien, bajo un régimen cerrado. Corresponden solo al 7,2% del total de la población penal. El sistema carcelario chileno, por tanto, está pensado por y para hombres, y es doblemente carente en términos de protección de los derechos humanos de las mujeres.

Hay una serie de situaciones que no se consideran en este contexto patriarcal. La principal: el rol fundamental que cumplen socialmente las mujeres respecto a la sostenibilidad de la vida. De hecho, según datos de la Fundación Kalen, el 70% de las mujeres que ingresa a la cárcel cumplían el rol de sostenedora del hogar.
A las mujeres que viven bajo la custodia del Estado no se les garantiza el derecho básico al acceso a productos de higiene menstrual. Peor aún, tampoco se les garantiza el acceso a agua y al baño durante las 24 horas del día. La compra de los productos menstruales, en tanto, se delega a sus familiares. ¿Qué ocurre, entonces, con las mujeres que no reciben visitas y/o encomiendas o que no cuentan con redes de apoyo?
En vista de esa problemática nació la fundación Red de Acción Carcelaria. La ONG tiene como objetivo apoyar a las mujeres privadas de libertad y asegurar un piso mínimo de dignidad a través de la gestión de productos de higiene menstrual en las cárceles de Chile. Antonella Oberti, abogada y directora de Incidencia de Red de Acción Carcelaria, explicó al respecto:

“La cárcel como política pública no considera aspectos que son propios de la mujeres, de los cuerpos de las mujeres o de quienes se identifican como mujer, con esto me refiero a la menstruación, a la lactancia, a la gestación, al embarazo o al parto».

Maternidad en la cárcel

Para Oberti «la maternidad en sí misma no se considera al momento de diseñar políticas carcelarias. Eso deja a las mujeres en posición de sufrir aún más vulneraciones. Siendo la cárcel ya violenta en sí misma, es aún más violenta cuando no se contemplan estas variables en su diseño y en su implementación”.
Según un estudio realizado por World Prison Brief, aproximadamente el 89% de las mujeres presas en Chile son madres. A pesar que en todas las cárceles de mujeres existen módulos para mujeres embarazadas y madres con hijos lactantes de hasta 2 años, existen vulneraciones a los derechos humanos de la infancia y de las mujeres. Por lo mismo, se instauró la necesidad de la implementación de la Ley Sayén, la cual permitiría que las mujeres privadas de libertad con hijos de hasta 2 años no cumplan condena en un centro penal, con el fin de proteger a los menores.
Por otro lado, en el acceso a rehabilitación y reinserción social de las mujeres en las cárceles de Chile predominan actividades relacionadas a estereotipos de género. Mientras los hombres acceden a rubros tales como construcción, formación técnica o emprendimiento, las mujeres participan en actividades relacionadas principalmente a su condición de madres y a las labores del hogar. Al final, las mujeres privadas de libertad cuentan con menos oportunidades de reincidir exitosamente en la sociedad, lo cual profundiza las desigualdades de género.

Violencia de género en la casa, en la calle y en la cárcel

Las presidiarias son mujeres que han sido violentadas gran parte de sus vidas, a través de las condiciones sociales impuestas por una sociedad patriarcal. Según el Centro de Estudios Justicia y Sociedad, el 62% de ellas experimentó algún tipo de maltrato durante su infancia y el 71% declaró haber sido víctima de agresión por parte de su pareja.
Según un informe de la Defensoría Penal Pública, las mujeres son imputadas principalmente por tráfico de drogas en pequeñas cantidades, robos y lesiones. Delitos directamente relacionados con el contexto de sus vidas, ya que se cometieron con la necesidad de subsistencia y manutención de sus familias.

“Cuando un hombre cae preso mantiene su tejido social porque, en su mayoría, está compuesto por mujeres. Ellas se encargan de mantener vínculos afectivos, sociales, proveer lo que pueda requerir. Pero cuando una mujer cae presa, está sola. Esto conlleva a fuerte problemas de salud mental. Es conocido que los cuadros de ansiedad y depresión al interior de las cárceles son mayores en mujeres que en hombres”, explicó Alejandrina Tobar, directora de Leasur, organización que trabaja por el respeto, promoción y defensa de los derechos de las personas privadas de libertad.

Disidencias tras las rejas

La violencia de género en el sistema carcelario se complejiza aún más al considerar a personas y colectivos que durante décadas han sido considerados “minorías”.
Dentro de los recintos penitenciarios las mujeres trans y comunidades LGBTIQA+ cumplen miles de condenas, incluyendo aquellas sociales y de género. En prisión, no se cumple con criterios nacionales e internacionales básicos: que se respete su identidad de género o que puedan elegir conforme a aquella en qué recinto estar.
Tras las rejas, y por las condiciones carcelarias, punitivas y patriarcales, las mujeres y disidencias viven y sobreviven una violencia estructural y sistemática. En este ambiente, la violencia de género y las vulneraciones aumentan de sobremanera en comparación a lo que se percibe en el “medio libre”.
Para Karen Hoecker, del colectivo feminista transdisciplinario Pájare entre púas (que trabaja en cárceles femeninas y módulos de disidencias sexo-genérica hace más de seis años con un enfoque en las artes, las culturas y los derechos humanos):

“La violencia estructural y sistemática que han (sobre)vivido mujeres y disidencias tras las rejas, inicia mucho antes de que ellas y elles ingresen a prisión. Son vulnerades desde antes de nacer en derechos tan básicos como el de vivir una vida libre de violencia, el derecho a la educación, a la salud, a las artes y a las culturas”.

Tristemente, los tipos de violencia de género en el sistema carcelario en Chile son innumerables. Las viven desde las mujeres que van de visita a los recintos penitenciarios hasta aquellas que deben parir engrilladas de manos y pies. Al pensar en las vulneraciones del patriarcado no podemos sacar a las presas de nuestra lucha por erradicar la violencia de género contra la mujer. Porque no estamos todas, faltan las presas.

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