Mujeres entre el estallido social y la pandemia

Escrito por el abril 8, 2020

Análisis de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres frente al COVID-19, la crisis sanitaria y cómo esto afecta a las mujeres

Los últimos seis meses han remecido a Chile: mientras una profunda crisis social se expresaba en las calles contra el modelo imperante y la institucionalidad que lo sustenta y buscaba cauces en sus propias fuerzas, llegó el COVID-19 aceleradamente, causando estragos en gran parte del territorio nacional y obligando a la población a confinarse en sus casas, comunas y ciudades. El mismo marzo, que el día 8 iniciaba una nueva etapa de la protesta con millones de mujeres en las calles, paradójicamente terminó con millones de habitantes en sus casas.

En ambos momentos, que involucraron a la mayoría de la población, los distintos sectores sociales y políticos han respondido de acuerdo a la historia, intereses y valores que guían su visión de mundo.

Las desigualdades, injusticias y abusos del Chile neoliberal que desataron la crisis social y política durante cinco meses de revuelta popular, hoy se evidencian de forma extrema. En un sistema en que el rol del Estado está sometido a las lógicas de mercado y las decisiones de la élite empresarial, la crisis sanitaria significa una amenaza mayor para los sectores más explotados y empobrecidos. Y, aunque estamos incluidas en ellos, los roles históricos que nos ha impuesto el patriarcado como madres, esposas y dueñas de casa, agudizan especialmente esta explotación y violencia sobre la vida de las mujeres.

Consecuentes con sus intereses, el gobierno ha respondido priorizado la economía por sobre la salud y la vida de las personas, dejando a la deriva a miles de trabajadores y trabajadoras que son obligados a continuar con sus labores a riesgo de su salud; a quienes han sido despedidos/as injustificadamente; o a quienes salían a ganarse el sustento día a día y ahora están confinados en sus hogares. Y tal como venía operando desde la revuelta social, manifiesta su autoritarismo histórico declarando estado de catástrofe e imponiendo la militarización del territorio, amenazando con sanciones y cárcel a quienes no acaten las escasas y tardías medidas adoptadas.

Entre tales medidas, la cuarentena voluntaria o impuesta y el toque de queda en todo el territorio nacional, que implica el encierro en el espacio doméstico, y aunque es fundamental para detener la progresión de contagios, encendió las alertas de feministas sobre el particular impacto que este confinamiento tendría en la vida de las mujeres: por la  precariedad laboral o riesgo de perder el empleo, la excesiva carga de trabajo doméstico y la violencia en el contexto del hogar.

Las mujeres, hoy más que nunca, deben encargarse de los cuidados de otros y otras. ¿Pero quién cuida a las cuidadoras? ¿Cómo soportarán el estrés las mujeres que deben cumplir simultáneamente con su jornada laboral, labores domésticas y de crianza? ¿Cómo podrán sobrevivir las mujeres que no están hoy ejerciendo el trabajo informal con que alimentaban a sus familias, las trabajadoras de casa particular obligadas a trasladarse hacinadas en la locomoción colectiva, las migrantes que no pueden realizar los trabajos informales que efectúan para subsistir, las feriantes o almaceneras cuyos puestos han debido cerrar?

¿Cómo enfrentarán la violencia si mujeres y niñas se ven obligadas a ocupar el mismo espacio durante todo el día no sólo con esposos o parejas maltratadores, sino también con padres, padrastros, hermanos, tíos y abuelos agresores sexuales?

En el actual contexto de aislamiento social, como sucede también en Asia y Europa, la violencia contra niñas y mujeres tuvo un explosivo aumento. El Ministerio Público informó que en el mes de marzo se registró un aumento de un 250% de los delitos de femicidio frustrado, mientras que el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género hizo público el aumento de un 70% de llamadas al fono de orientación que disponen para mujeres víctimas de violencia. Sin embargo, no se avizoran políticas públicas efectivas para hacer frente al auge de violencia, ni mucho menos orientaciones tendientes a considerar que el problema es estructural.

Esta crisis sanitaria global ha vuelto a poner en el centro cuáles son realmente las tareas necesarias para sostener la vida y quiénes las han asumido a lo largo de la historia. Debería ser también el momento para repensar la esfera de lo cotidiano y establecer como necesidad central la gestión colectiva de la reproducción de la vida.

Cuando el COVID-19 llegó a Chile se encontró con muertes, torturas y mutilaciones, con cientos de asambleas territoriales y organizaciones barriales y con más de dos millones de mujeres en las calles. Si en el resto del mundo el virus llegó a correr la cortina del neoliberalismo para hacer visible su incompatibilidad con la vida, en Chile se encontró con un camino iniciado hacia nuevas formas de relación, existencia y vida.

La respuesta histórica popular de anteriores crisis nos enseñó que ante la indiferencia de la élite dominante nuestra más certera posibilidad es la autogestión. Organizaciones territoriales, barriales, gremiales y comunitarias se activaron en prácticamente todos los territorios y ante la crisis sanitaria han sido las primeras redes capaces de proveer elementos de primera necesidad: alimentos, medicamentos y productos de higiene, así como colectivización de cuidados y asistencia ante situaciones de violencia.

En este escenario de transformaciones, para las mujeres quedarse en casa adquiere otro significado. El viejo paradigma que indicaba una separación entre el espacio público -político, masculino y valorado- y el espacio privado -íntimo, familiar y despolitizado- aparece hoy cada vez más desdibujado.

Las esferas laborales, sociales, culturales y de ocio están en casa, mediadas por dispositivos tecnológicos y tienen lugar en los comedores, escritorios o piezas de cada una. La calle, el colegio, la universidad, el trabajo y el supermercado de pronto aparecen en una pantalla. Bien viene preguntarse ¿qué formas nuevas adquiere la violencia patriarcal?, ¿cuáles son sus manifestaciones, configuraciones y efectos?, ¿qué define la violencia doméstica cuando todos los ámbitos de la vida acontecen en el hogar?

En este contexto, el estar en la casa debe ser un ejercicio elementalmente político, en el que están en juego nuevas formas de gestión de la vida.

Coordinación Nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

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