Trabajadoras Mineras: Inclusión, sacrificio y discriminación en un mundo de hombres

Escrito por el agosto 16, 2016

Desde 2006, la participación de la mujer en minería ha aumentado más de un 40%, incorporando desde ingenieras y geólogas hasta profesoras y secretarias. Hoy, los yacimientos mineros aparecen como una oportunidad laboral que hace 20 años estaba prohibida para las mujeres.

por Bárbara Barrera y Yoselin Fernández

Creencias populares, una sociedad mucho más conservadora que la actual y hasta el Código del Trabajo restringían el acceso de mujeres a los piques mineros por considerar que traían mala suerte a la extracción de mineral. Fue recién en 1996 cuando se destrabaron aquellas normativas e incipientemente las mujeres comenzaron a acceder a la industria.

Veinte años más tarde, el panorama es considerablemente distinto. Según el último estudio “Fuerza Laboral de la Gran Minería Chilena 2015-2024”, elaborado por el Consejo Minero y Fundación Chile, la inserción laboral de mujeres en minería alcanza un 7,5 por ciento. A pesar de que la cifra continúa siendo baja en relación a otras áreas de trabajo, la industria minera persiste en los esfuerzos por aumentarla.

Madres solteras, profesionales de otros rubros y trabajadoras jóvenes se suman a ingenieras, geólogas y administrativas que se insertan en la minería. Un rubro históricamente exclusivo de los hombres que poco a poco se ha ido reconvirtiendo para otorgarle un espacio a las mujeres.

Un trabajo impensado

María Castro tiene 49 años. Estudió su enseñanza media en un liceo politécnico de Copiapó, donde sacó la especialidad de tejido industrial. Una vez egresada se desempeñó como ayudante en el mismo liceo durante 14 años, hasta que la inexistencia y poca rentabilidad de un campo laboral tan específico obligara al liceo a cancelar la especialidad.

De ahí en más el panorama se le puso cuesta arriba. Trabajó en internados, en el Servicio Nacional de Menores y en el Hogar de Cristo. El apego a su familia le impedía irse de la región en busca de mejores perspectivas laborales y como sostén de su casa no podía darse el lujo de permanecer cesante.

Pero el 2006 le ofrecería una nueva oportunidad. “Yo tenía una amiga que trabajaba en la planta y un día ella me llamó y me dijo: ‘oye pasó esto y esto, están recibiendo mujeres, así que trae tu curriculum’. Y yo le dije, ¿para qué sería?, ‘para manejar los camiones’, me dijo ella ‘y es súper fácil, más fácil que un auto’”, cuenta María.

Se trataba de la Minera Candelaria, la más grande de la Tercera Región y cuya faena se encuentra en la comuna de Tierra Amarilla, una media hora hacia el interior de Copiapó. Los requisitos para obtener el trabajo eran contar con licencia de conducir clase B con un año de antigüedad y cuarto medio rendido.

A pesar de que no era una decisión fácil, María decidió postular. “La minería para mi siempre fue algo de accidentes, de miedo. Pero debido a las circunstancias, que estaba sin trabajo y tenía a mi hijo estudiando… uno tiene que buscar nomás”, explica.

El primer año postularon 90 mujeres, de las cuales fueron seleccionadas solo ocho. María no quedó en la primera selección. Al año siguiente se abrió una nueva convocatoria y obtuvo el trabajo de operadora de camiones de 240 toneladas para transportar el material al interior de la mina.  

“Cuando me llamaron para hacer el curso al segundo día nos llevaron a la mina y para mi fue horrible (…) pensaba: ¡dios mío, si hay un temblor acá dentro que hago!, relata María, que insiste en que en un principio fue muy duro acostumbrarse a su nuevo trabajo. “Yo tenía miedo y le rezaba a dios: esta oportunidad no la voy a volver a tener, no la puedo desaprovechar, así que dame la fuerza”.

Foto de Esteban Aravena, disponible en: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10207942307099231&set=bc.Abr-mjta5dU92duIe6N8QqO6aJyBMK66Uem94Ge1Dcg5IKjkKV0twA3BFjFKfYFzuBJQKsM1JFks1enOVW-pEQIf4SYqtCR-OzfJQMgW1UOTKVhB7OxJojdRIkeVkbE6uzY&type=1&opaqueCursor=AboAk_vbhO8VqH8zZGzjXHZ5rA8i75wVSryiPZSQDOZ268GdDGAU-AvXDVaacDAVDDAHXM0F-bhBxXpwDy5KlBHlpN3PkNxKv0vSunB5aJUAj7HlFb1koURhM51uxFEuNyA8iMAlzXG1MbqwYsUcu0FHC8OUPDMrp_bYV-YjSVYas6oYlPphEOulKImXXjWarhe2thL8209iNFdBFeKKHImol0w2UQB8WMj7oJYnsro7WrkrWv0p_9IfzThoZX2gTTRhpmr3M3buXJbk1uXxq_4hzG5DH7wIbaf3dmzjKfs6-BUywVvc_579BonTvezF9QQ&theater

Camiones de 240 toneladas que transportan material en la mina.

El año 2006, Enrique Fernández se desempeñaba como Jefe de Operaciones de Mina en la Minera Candelaria. Un día en una hora de colación, conversando con quienes entonces eran el Gerente de Recursos Humanos y el Superintendente, se les ocurrió iniciar un proyecto para incorporar a mujeres la industria minera.

“La mujer se estaba integrando a diferentes ámbitos de la industria y nosotros como ingenieros de mina sentíamos que había un espacio que estaban ocupando algunas colegas ya en el ámbito de la ingeniería y nos faltaba en el ámbito de la operación minera de equipos. Sentíamos que faltaba incorporar a la mujer de trabajo”, señala Enrique.

El programa de incorporación de mujeres a la faena minera contemplaba dos perfiles: la mujer trabajadora dueña de casa, que tenía trabajos tradicionales no muy bien remunerados; y por otro lado la mujer joven que pudiera integrarse al mundo minero y recoger experiencia para desarrollar una carrera en torno a la minería.

Enrique señala que para contratar mujeres adoptaron los mismos criterios que tenían con los trabajadores, “sólo que con la mujer quisimos darle una arista más social si se quiere, porque buscamos mujeres que tenían el rol de papá y mamá en su hogar, que en su gran mayoría eran de trabajo pero solas”.

Ser mujer y minera

Elena Maldonado tenía una hija de 18 y otra pequeña de dos años cuando entró a trabajar en la mina. A pesar de estar separada, el papá de su hija fue el mayor apoyo que tuvo cuando ingresó a Candelaria. “Si por ejemplo,  yo me tenía que ir a las seis de la mañana, él se quedaba con ella, la levantaba, la mudaba, le daba su leche y la llevaba donde mi mamá y así, hasta el día de hoy”, señala Elena.

Para ella la decisión tampoco fue nada fácil. “Me costó decidirme a postular porque yo decía mi hija tan chiquita y trabajar por turno, con quién la dejo, va a quedar sola. Después alguien por ahí me convenció,  postulé  y quedé”.

Según cuenta Elena, lo más complicado ha sido el sacrificar tiempo con su hija. Actividades del colegio, feriados, cumpleaños, Navidad y año nuevo; su trabajo no le asegura poder estar con su familia en ninguno de esos momentos. Sin embargo, ella piensa que vale la pena el sacrificio. “Igual te da pena para año nuevo, Navidad, que quieres quedarte con tu hijo y eso te parte el corazón. Pero yo pienso que a fin de mes, le voy a tener a mi hija todo lo que ella necesita”.

Otra de las dificultades que tienen que enfrentar las mujeres que deciden entrar a la minería es el adaptarse a un campo laboral prácticamente exclusivo de hombres. Respecto a lo anterior, Enrique Fernández asegura que “la industria minera en ese tiempo enfrentó un par de desafíos importantes porque la infraestructura minera no está diseñada desde su concepción para recibir mujeres, ni siquiera en temas tan cotidianos como un baño”.  

Además, en lo referido a relaciones sociales al interior del trabajo, Fernández señala que hubo un par de cosas que incorporar a la “cultura minera”, entre otras cosas “hacer muy visible el tema de la discriminación y la igualdad. El tema del respeto hacia el género, yo diría que eso se catalizó solo. De inmediato se moderó la forma de relacionarse entre los operadores, por lo menos los primeros años me recuerdo que había bastante cambios en la forma en la que se expresaban los trabajadores”.

Brechas de género y discriminación

La división social del trabajo, donde unos pocos son empleadores y unos miles subordinados, es la estructura de funcionamiento actual del mercado. Sin embargo, existe un fenómeno mucho más antiguo, previo a las sociedades capitalistas, que determina los roles de género y en consecuencia el ingreso de las mujeres al ámbito laboral: la división sexual del trabajo.

La socióloga de Fundación Sol e investigadora en temas laborales y de género, Carla Brega, señala que en la mayoría de los casos a las mujeres se les asigna el trabajo reproductivo – asociado a falta de prestigio y sin remuneración – mientras que los hombres se desarrollan en el ámbito productivo, en el espacio público.

Pero al haberse ido incorporando cada vez más a estos espacios históricamente ocupados por hombres, miles de mujeres han tenido que lidiar con el machismo y la discriminación propia de una sociedad patriarcal.

María Elena Morgado, 58 años, oriunda de Santiago. A pesar de la oposición de sus padres, empecinados en que estudiara Derecho, decidió recorrer 1.378 kilómetros para estudiar Geología en la Universidad Católica del Norte en Antofagasta. Actualmente, se desempeña como jefa de geología de exploraciones en la Compañía minera Carmen de Andacollo.

Habiendo trabajado toda su vida en minería, María Elena asegura que el machismo existe desde el trabajador minero que es capaz de decir “yo no le voy a aceptar órdenes porque yo soy nacido y criado en los cerros”, hasta los supervisores de altos cargos que patalean y rabean porque les impusieron trabajar con mujeres.

Carla Brega explica que la discriminación en un ambiente de trabajo puede ser clasificada como discriminación horizontal y discriminación vertical. La primera es la que remite a “cómo se distribuyen los oficios o las ramas de la actividad económica, donde hay algunas más masculinizadas, que emplean más a hombres, y otras más feminizadas, que incluyen a las mujeres”, señala Brega.

Por otro lado, la vertical es la que indica que, a la hora de ocupar altos cargos tanto en los poderes de mando como en la estructura general de trabajo, “las mujeres ocupan en mucho menor medida que los hombres esos puestos y les cuesta más acceder a ellos (…). Los hombres en minería observan que las mujeres siguen más los protocolos de seguridad, los procedimientos, y en ese sentido pueden ralentizar un poco el tiempo y el ritmo de trabajo», explica la socióloga de Fundación Sol.

María Elena sabe que el machismo es un tema complejo en la minería. “Te encuentras de todo. Desde el gallo que no te quiere hablar, hasta el que quiere ser el padre de tus hijos. Entonces todo pasa por observar y adaptarse. (…) Al final una va aprendiendo a moverse como una culebra por el sistema, una empieza a observar más con quién se puede relacionar bien”.

¿Y cómo manejas entonces los piropos o comentarios machistas dentro un ambiente que siempre ha sido de hombres?

– Generalmente yo voy a la faena como una bolsa, con ropa ancha, cosa que no haya ninguna posibilidad de que alguien me vaya a molestar. Pero sucede en los campamentos que por ejemplo las chiquillas que trabajan en el casino son muy arregladas y se presta un poco para este tema del piropo, de la tontera de los hombres. Como yo he sido jefa de proyecto durante años, siempre he hecho reuniones con los trabajadores para que conversemos que ellos tienen hijas, tienen mamá, tienen señora, que a ellos no les gustaría que apareciera cualquier persona que maltratara a sus hijas o las molestara, que las mujeres merecen respeto, etc. Toda la vida estamos en ese tipo de charlas con los trabajadores.

Más allá de todas las dificultades que enfrentan las mujeres en el espacio minero – como en tantos otros -, ellas están dispuestas a correr los riesgos e incorporarse como cualquier trabajador a la industria. María Elena asegura jamás haberse arrepentido de ser geóloga y si se trata de poner las cosas en una balanza, los aspectos positivos de su trabajo sobrepasan por mucho a los momentos difíciles.

Desafío pendiente

Además de las aspiraciones individuales de cada mujer, desde la industria minera continúan haciendo esfuerzos por incorporar a más trabajadoras a sus faenas. Lo anterior, aseguran, no tiene relación sólo con el criterio de equidad de género, sino que también considera los resultados obtenidos por las operadoras.

Enrique Fernández actualmente se desempeña como Superintendente de Operaciones Mina en minera Los Bronces, de Angloamerican. A su juicio la incorporación de las mujeres a la industria ha traído muy buenos resultados. “Yo me atrevería a decir, con los años que tengo en minería, que la mujer es mucho más cuidadosa con el equipo minero – que es un equipo altamente sofisticado-, no toma decisiones sin informarse y lo han hecho bastante bien, incluso hay operadoras que han llegado al más alto nivel”.

A pesar de los buenos resultados y el incremento de mujeres trabajando en el sector, los números del país distan de ser positivos. En comparación con otros países mineros, como Australia o Canadá, donde la participación laboral de mujeres en minería alcanza un 16 y 20% respectivamente, el 7,5 chileno representa una cifra muy menor.

En ese contexto, tanto desde la empresa privada como desde la estatal Codelco plantean seguir incentivando la incorporación de mujeres en sus empresas. La ministra de Minería, Aurora Williams, anunció en marzo de este año que para 2018 esperan alcanzar un 10% de participación femenina en el sector minero, mientras que Codelco espera aumentar en un 25% la dotación de mujeres de acá a 2020.

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