Lucía Guerra, escritora: “hay que inscribir las experiencias femeninas silenciadas”

Escrito por el diciembre 13, 2017

La académica y escritora chilena residente en Estados Unidos, Lucía Guerra, regresó al país para presentar la sexta edición de su obra feminista “Más allá de las máscaras”, con la que saltó a la ficción en 1984 y que fue reeditada en Chile.

La carrera de Lucía Guerra ha sido tan prolífica como exitosa. Ella ha sido una de las primeras mujeres que desde la cátedra universitaria, empezó a teorizar en torno a la escritura femenina.

En aquel entonces, en la Facultad del Departamento de Español de la Universidad de California en la que se desempeña, había aproximadamente doce académicas y 140 profesores. La escritora explicó que tuvo que luchar por muchas cosas: “Desde que se legitimara el estudio de la literatura de mujeres, que no se tomaba en cuenta para nada. Era es un mundo completamente discriminatorio”.

En el caso la literatura chilena, Lucía colaboró en reposicionar desde una perspectiva crítica a las escritoras María Luisa Bombal y Mercedes Valdivieso. La autora ha trabajado en críticas de libros, artículos, novelas, cuentos y en la traducción literaria, donde ha obtenido importantes reconocimientos como el Premio Gabriela Mistral, por su obra “Más allá de las máscaras” (1997).

Pese a que este texto fue publicado por primera vez hace 30 años en México, su temática sigue vigente. En el libro se cuenta la historia de Cristina, una periodista de 34 años que empieza a sentir los primeros indicios de la vejez. No está a gusto consigo misma y experimenta las incomodidades de una sociedad patriarcal. La señora decente -como lo señala Lucía Guerra- está casada hace 10 años con Alberto, un hombre que cree que las mujeres sólo sirven para la cocina y la cama.

A partir del machismo al que se enfrenta Cristina y las etiquetas que a las socialmente se ve atada, la protagonista intenta descubrir su propia identidad en un mundo en el que las mujeres han sido históricamente menoscabadas. En este contexto, la novela plantea una reflexión sobre los roles y las caretas que asumen los individuos en una sociedad que se ha quedado con las imposiciones del patriarcado.

Para la académica, su proceso escritural se asemeja al flujo menstrual. “Cada escritor tiene un modo distinto de hacerlo, pero yo lo conecto con eso porque es algo que me llega de manera imprevista. Casi toda mi literatura surge espontáneamente”, señaló Guerra.

Esta lucha por visibilizar la escritura de mujeres, le significó enfrentarse a situaciones de mucha rabia e impotencia hacia las estructuras de poder. “Nos hicieron creer que de alguna manera nosotras éramos inferiores. En la escuela sólo me enseñaron la historia de los hombres y nunca la de mujeres. Todo el mundo estaba configurado desde una perspectiva masculina. Cuando en realidad hay muchos otros modos y saberes alternativos que no se toman en cuenta”, indicó la autora.

 

En “Más allá de las máscaras”, ¿cómo plasmas esa rabia que sientes hacia el machismo?

Para empezar, en la voz de la protagonista que es la que cuenta su historia. Es una voz cargada de rabia frente a un mundo en que hasta los chistes son una especie de hipérbole de lo masculino. Todas esas son bromas sexuales de mal gusto. También, en el modo como Cristina va descubriendo poco a poco las trampas del patriarcado. Porque el patriarcado es muy tramposo.

La colonización genérica es muy sutil porque además endiosa a la mujer. Entonces, si esto es así ¿cómo te vas a dar cuenta que estás bajo una estructura de poder? Ese es el gran problema y por eso yo creo que mi novela es tan vigente hoy día, porque el patriarcado es muy lento para aceptar cambios.

Todavía existe la dualidad del lenguaje. Tú hablas con un caballero de la universidad y te dice: “sí, yo ayer fui con mi mujer a tal lugar”. Entonces, tú te preguntas: “¿por qué mi mujer?”. Nosotras no decimos “mi hombre”. Entonces, son rezagos de una estructura patriarcal que todavía está muy vigente.

Me imagino que en los años ’80 cuando se publicó este texto por primera vez, no estaba tan instalado el feminismo en la sociedad. Entonces, haber escrito esta obra ¿generó cierta controversia?

Sí, fue bastante controversial. Pero tuvo muy buena reseña, cuando se publicó por primera vez en México. A nivel personal, de repente había una especie de escándalo porque yo me preocupo de inscribir del cuerpo de mujer.

En la literatura y en la pintura lo cuerpos femeninos son generalmente vistos desde una perspectiva masculina. Entonces, para mí y otras escritoras de mi generación era muy importante inscribir vivencias femeninas, que por razones obvias los hombres no experimentan. Porque ellos por ejemplo, no tienen idea lo que es un parto. Por lo tanto, tampoco lo van a poner en una novela porque no lo saben.

Todas esas experiencias, como la menstruación que son tan típicas de nosotras, es necesario inscribirlas porque siempre han estado en silencio. Son una página en blanco. Por eso, yo me demoro tres o cuatro páginas en hablar de Cristina cuando está teniendo la menstruación. Detallando lo que le pasa a cualquier mujer. Que está trabajando, le llega y tiene que correr al baño.

Tras eso hay un problema social que en Chile no se toca, que son las injusticias del trabajo para la mujer. Realmente si tenemos una menstruación cada 28 días y se ignora, entonces el sistema no está consiente que esa mujer está funcionando doble que los compañeros hombres. Porque está con una tensión y con el cuerpo que le duele. Esto no se concibe, pero se debería tener algún tipo de facilidad, como un día libre al mes o algo así.

La historia de Cristina es el reflejo de una mujer reprimida de sus deseos y que sufre del machismo de su esposo Alberto. ¿En qué te basaste para crear esta historia?

Básicamente, yo me crié con la “señora decente”. Son parientes y amigas de mi mamá, que estaban llenas de recovecos.  Lo pasaban bastante mal, con las típicas presiones del subalterno para lograr algo del marido. También, hay experiencias autobiográficas como lo es el caso de la menstruación. Excepto que en vez de ser periodista, yo soy profesora. Cuando pasó eso, no podía salir de la sala. Estaba con las piernas cruzadas, ahí parada hablando de lo fantástico y con esta tensión de lo que estaba pasando con mi cuerpo.

Por supuesto, otras novelas me inspiraron. Por ejemplo, cuando yo hablo del adulterio que es tan castigado en el caso de la mujer y para el hombre es como un trofeo para su masculinidad. Siempre se ha aceptado que el hombre sea adúltero. Pero cuando es la mujer, ella es la pecadora. Esto es muy latente como en obras como “Ana Karenina”, donde la mujer es adúltera pero al final la castigan. Pero para el hombre no, los don juanes abundan.

A los hombres se les ha validado su eroticidad y su sexualidad por sobre la de la mujer. Actualmente en Chile, ¿cómo ves ahora este panorama?

Yo diría que en Chile se ha logrado una cierta conciencia frente al machismo. Pero los cambios van a ser muy lentos, porque así son cuando se trata de las mujeres, porque el patriarcado es tan largo y estamos hablando de siglos de siglos. Yo creo que está también está en las estructuras mentales, no es algo que se puede cambiar de un día para otro. Recuerdo que en mi infancia me pasaba que en mi familia comentaban que el tío tanto tenía un amante. Entonces, ellos decían: “bueno, total es hombre. Lo necesita”.

La parte más seria de todo esto es que nos han hecho creer que la diferencia entre hombres y mujeres es biológica. Porque si es así, no se puede cambiar. Pero es una construcción cultural. Por lo tanto, se puede desconstruir en cualquier momento. Que la sexualidad del hombre sea mucho más intensa que la de la mujer… ¿De dónde sacaron eso? Anda a saber tú. O, que la mujer tenía que ser casta y pura. La famosa virginidad que truncó la sexualidad de muchas mujeres. En ese tiempo, había que esperar a casarse para tener recién una primera experiencia sexual. ¡Qué cosa más injusta!, ¿no? A los hombres les encantaba pensar que la mujer era su propiedad.

¿Cuál es la importancia de escribir desde lo femenino?

Es muy importante. Primero que nada, para abrir una brecha en la cultura que mayoritariamente ha sido creada por los hombres y dar una perspectiva alternativa. También, para generar una conciencia en las mujeres, porque muchas de ellas no tenían una percepción política respecto de la subordinación.

Entonces una persona genial como María Luisa Bombal, tan inteligente y tan maravillosamente artística, era víctima de que la mujer es puro corazón y que su existencia dependía de la realización del amor. Ese tipo de cosas se daba muchísimo. Es hora de que las mujeres estemos más conscientes de la sociedad en la que vivimos y cuáles son las estructuras de poder que nos rigen.

En Chile, hace 15 años atrás nadie tenía conciencia feminista. En cambio, ahora las mujeres están muy conscientes de esto y del lenguaje. Por ejemplo de que hoy no existe la palabra “miembra” o que costó mucho decir “presidenta”. Situaciones como los salarios tan injustos y las desiguales condiciones laborales para nosotras, hay que pelearlas.

Yo no sólo aspiro a que la mujer tome conciencia y que de alguna manera, modifique la historia. Sino que cualquier subalterno como las minorías étnicas u homosexuales, comprenda cuáles son los mecanismos de poder en esta sociedad para poder deconstuirlo. Es la única manera.

 

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