Tras ataques y discursos de odio, distintas organizaciones y académicos explican el origen de aquellos y los atribuyen al resurgimiento del fascismo en Chile. Hoy es la sociedad civil la que levanta la voz y diseña estrategias para denunciar los discursos y acciones de odio en contra de minorías y comunidades vulneradas, ante la mirada ciega del estado.

En la madrugada del 12 de octubre, la presidenta del Sindicato de Trabajadoras Sexuales Trans y Travestis Amanda Jofré, Alejandra Soto, sufrió un brutal ataque transfóbico. Un par de sujetos la interceptó, para posteriormente golpearla, cortarla y llenarla de bencina con el fin de quemarla viva.

Además, el pasado 25 de septiembre, un grupo de manifestantes marchó en contra de migrantes que residían en Iquique. La situación, que estuvo plagada de insultos racistas y xenófobos, escaló al punto en que quemaron las pertenencias de estas personas.

Este incidente causó repudio transversal e internacional, por parte de distintas organizaciones y entidades. El origen no es claro, y si bien la fiscalía inició la investigación correspondiente, el ataque se atribuye a grupos de ultraderecha.

Situaciones como esta no son un hecho aislado, más bien responden a un resurgimiento del fascismo en Chile y en el mundo.

Por una parte, en Chile se han registrados distintos ataques a minorías, como la vandalización a espacios de la comunidad LGBT+, ocurridos en lugares como Chueca Bar o en el memorial a Mónica Briones. Por otra parte, se han registrado alzas en discursos racistas hacia la población asiática en Chile desde la pandemia del coronavirus, además de otros incidentes.

En lugares como España, el partido de extrema derecha Vox tuvo el 15,09% de los votos en las últimas elecciones parlamentarias. Por otro lado, en Estados Unidos, el candidato republicano Donald Trump, conocido por sus discursos de odio, logró ocupar el sillón presidencial por cuatro años.

En el caso latinoamericano, en Brasil Jair Bolsonaro fue electo en 2019 y gobierna actualmente. En Argentina, las primarias legislativas de 2021 arrojaron resultados comprometedores para la oposición transandina. Dentro de aquellos, el candidato a diputado de la ultraderecha, Javier Milei, obtuvo un 13,6% de los votos.

¿Qué es el fascismo?

El movimiento fascista tiene su origen en Italia, al mando de Benito Mussolini, en el período entre guerras. Distintos movimientos de corte similar surgieron en la misma época, como fue el caso del régimen de Adolf Hitler en Alemania o Francisco Franco en España.

Se caracteriza por ser nacionalista, autoritario y corporativista, además de usar técnicas como la represión, la propaganda, y disponer de un líder carismático.

Julio Cortés Morales

Aun así, los grupos que han surgido actualmente tienen un par de características que los diferencian del movimiento fascista original. El abogado y columnista Julio Cortés Morales explicó que estos grupos podrían ser considerados neo-fascistas o post-fascistas, y explicó los principales rasgos distintivos.

“En un sentido parece inevitable usar la etiqueta de fascismo para describir estos fenómenos, porque es como su raíz. Pero creo que han mutado lo suficiente para no ser el viejo fascismo. Es algo nuevo, con tintes que lo hacen muy comparables con el fascismo histórico, pero habría que decir que ha ido mutando en distintas formas. Es un animal distinto que es heredero del fascismo del siglo XX”, señaló.

Dentro de las características que los diferencian, Cortés Morales aclaró que los movimientos actuales tienen un corte neoliberal extremo, lo cual es muy distinto al pensamiento del fascismo histórico.

“Es una amalgama de corrientes donde, por un lado hay un ultraliberalismo, y por otro lado un ultraconservadurismo. Eso es lo explosivo de esto”, afirmó.

¿Quiénes son los fascistas?

Si bien las personas que siguen este tipo de ideologías puede ser variada, se han realizado distintos estudios para lograr caracterizar a quienes integran estos movimientos.

Por una parte, la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio realizó el estudio “Violencias y Discursos de Odio en Línea”, que fue publicado en 2020. La investigación se trata de un análisis a tweets emitidos desde el ataque de lesboodio en contra de Carolina Torres, ocurrido en febrero de 2019. 

El estudio indica que dentro de los mensajes en contra, un 67,64% fueron emitidos por hombres. Además, estos usuarios se escondían bajo el anonimato y eran simpatizantes de ideologías ultraderechistas.

Respaldo institucional del fascismo en Chile

Estos discursos han sido avalados por el gobierno y los medios de comunicación. Por ejemplo, a principios de 2021 el gobierno de Sebastián Piñera empezó a realizar expulsiones masivas de migrantes bajo el marco de la nueva Ley de Migraciones.

Ximena Poo

Aquellas expulsiones estuvieron caracterizadas por ser mediáticas, al tener presencia de autoridades del gobierno y convocatoria a la prensa. Por otra parte, las personas expulsadas vestían overoles blancos e iban esposadas.

La integrante de la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas de la Universidad de Chile, Ximena Póo, afirmó que la reproducción de estos discursos por parte de los medios de comunicación, tiene una implicancia enorme en lo que ocurre en el país.

“Promover la migración como espectáculo, criminalizándola o victimizándola, produce la idea de que la migración es un problema y que la sociedad chilena es homogénea, cuando no es así. Si los medios de comunicación tuvieran un enfoque de derechos, quizás no hubiéramos visto lo que pasó en Iquique. Sobre todo considerando que los medios se agencian a las políticas públicas de los gobiernos de derecha”. 

Además, tras los hechos sucedidos en Iquique, distintos candidatos a la presidencia comenzaron a establecer las medidas que tomarían respecto a la migración. Un ejemplo es la portada del diario La Segunda del lunes 27 de agosto.

El secretario ejecutivo del Movimiento de Acción Migrante (MAM), Eduardo Cardoza, afirmó en el podcast de Radio JGM, Vista Panorámica, que la idea de una crisis migratoria es parte de un discurso comunicacional creado por el gobierno.

“Nosotros caracterizamos esto como una crisis de las políticas del gobierno, más que una crisis migratoria. Tenemos que disputar ese concepto, porque es parte de la maquinaria comunicacional del gobierno, estamos en una situación construida. ¿No les parece extraño que el día que inician las campañas políticas, el ministro del Interior anuncia que se retoman las expulsiones?”, afirmó.

 

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Políticas públicas pendientes

En septiembre de 2017, la Presidenta Michelle Bachelet ingresó un al congreso un proyecto de Ley que busca tipificar el delito de incitación a la violencia. Dentro del proyecto, se declara que el objetivo es sancionar el «llamado a promover la intolerancia hacia grupos vulnerables o hacia alguno de sus miembros, a causa de expresiones  racistas o que tengan como base la identidad nacional o étnica, el sexo, la orientación sexual, identidad de género o la religión o creencias de la víctima».

La iniciativa ha avanzado a pasos pequeños en el congreso, y recién en 2020 empezó su segundo trámite constitucional en el Senado. De todas formas, no tiene ningún tipo de urgencia y su progreso es incierto.

Ximena Póo afirmó que «Chile tiene que legislar prontamente para condenar y perseguir los discursos de odio. Si uno mira, por ejemplo, los comentarios en portales de noticias, están plagados de odio. Y eso hace un eco, lamentablemente».

Negacionismo y fascismo en Chile

Por otra parte, la Convención Constitucional aprobó en su Reglamento de Ética una definición de negacionismo, que alude a «toda acción u omisión que justifique, niegue o minimice, haga apología o glorifique los delitos de lesa humanidad ocurridos en Chile entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990, y las violaciones a los derechos humanos ocurridas en el contexto del estallido social de octubre de 2019 y con posterioridad a este”.

Para la integrante de Londres 38, Erika Hennings, el negacionismo y los movimientos fascistas tienen una vinculación desde su inicio. Por lo tanto, valoró el avance de la Convención Constitucional respecto a este tema.

Erika Hennings

«El negacionismo parte de la derecha, la ultraderecha y el fascismo. Son quienes intencionan el no reconocimiento de los crímenes cometidos, y esto es reforzado por una política poco clara sin voluntad de resolver los temas de impunidad. Me parece muy importante que la Convención haya relevado el tema del negacionismo en su quehacer, y espero sea una señal para todo Chile. No se puede avanzar en el respeto a los derechos humanos cuando se camina en la negación de lo que ocurrió. Es violento para Chile en general».

La resistencia al fascismo en Chile

Las funas

Ante diversos ataques o manifestaciones de odio, distintos grupos de la sociedad civil han decidido articularse para resistir contra los nuevos grupos fascistas. Uno de los mecanismos usados ha sido el de la «funa», en donde a través de la autogestión, grandes grupos de personas se manifiestan en forma de denuncia contra una persona o un grupo, ante el rechazo de sus acciones.

La integrante de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, Nicole Rojas, afirmó que dentro de la comunidad LGBT+ se han articulado distintos grupos para llevar a cabo estos actos, y que nacen a raíz de la impunidad que protege a sus agresores.

«Como organización que promueve y defiende los derechos humanos, lo primero es denunciar y documentar estas situaciones, el fascismo en Chile nunca ha dejado de estar presente. (…) En este sentido, se han organizado distintos grupos de funa a lugares donde han ocurrido agresiones y se han articulado varios grupos de apoyo para el transitar de la comunidad LGBT+».

Las funas no son un mecanismo exclusivo de la comunidad disidente, sino que han sido utilizadas por distintas agrupaciones a lo largo de los años, para denunciar distintos hechos que no han sido procesados debidamente por la justicia Chilena. Por ejemplo, el candidato presidencial del Frente Social Cristiano, José Antonio Kast, fue funado en Magallanes por su discurso neofascista.

También, Julio Cortés Morales afirmó que para combatir este tipo de discursos se puede usar el intelecto, y desarticular los argumentos fascistas refutandolos.

«Aunque el discurso ideológicamente pueda ser ridículo, más que reírse lo que hay que hacer es identificar que elementos verdaderos tiene y refutarlos. Para que estos discursos tengan algún tipo de seguimiento deben tener elementos verdaderos, pero que se ponen en una ideología falsa (…) A  través de la razón, hay que ir desactivando el discurso fascista. Analizarlo, deconstruirlo de cierta forma».

Si bien el Estado chileno ha estado al debe en materia de protección a los derechos humanos, y no logrado combatir institucionalmente los discursos de odio y la violencia, finalmente las organizaciones y la sociedad civil se han encargado de ponerle freno al fascismo en Chile. Un desafío colectivo de suma importancia en la construcción del Chile que queremos.

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