Crónica: Machalí, la ciudad que cultiva condominios

Escrito por el junio 17, 2022

Los condominios emergen de la doble impronta campesina y minera de la zona, el futuro de Machalí, que lo observa sentado en los yacimientos minerales de la Mina el Teniente, es un futuro hecho de cobre, acero y cemento. Será culturalmente homogéneo, citadino, estresado, contaminado, poco distinguible de otras comunas de Santiago. Urbanísticamente habrá más edificios para vivienda, puede que incluso un Metrotrén. Además de una amplia periferia que desapercibidamente instala construcciones ligeras, con habitantes locales, venezolanos, colombianos, tailandeses.

Por. Nicolás Encina Ruiz

Los condominios emergen de la doble impronta campesina y minera de la zona, el futuro de Machalí, que lo observa sentado en los yacimientos minerales de la Mina el Teniente, es un futuro hecho de cobre, acero y cemento.

Los condominios emergen de la doble impronta campesina y minera de la zona, el futuro de Machalí es un futuro hecho de cobre, acero y cemento.

Rancagua, capital regional de O’Higgins, donde las chupallas posan sobren las cabezas de los huasos en la Medialuna Monumental, una ciudad fantasma que solo los actores contratados por el gobierno afirman que existe. Rancagua, más allá de ser la fotocopiadora favorita de Schalper, fue alguna vez un pequeño pueblo impreso con la pluma del imperio español, pero que ha recibido el comercio y la burocracia como una necesidad que sus nuevos hijos e hijas la adornan con vida, jovialidad y entusiasmo.

Dirigiéndose hacia la Cordillera de los Andes, sin ser tan exagerados de llegar hasta Coya y mucho menos a Sewell, se encuentra Machalí.

En Machalí el verano es caluroso, pero el invierno llega a ser peor, como un témpano hecho viento. El mar no interviene en el funcionamiento del clima, posee un inexistente aire salino que Octavio Cortez, oriundo de Valparaíso, añora desde que se fue el año 2006 con dirección a Machalí: “En el cerro, eres observador y observado” expresa Cortez. “Me demoré en acostumbrarme a las montañas oscuras de noche y a que nuestra ventana sólo muestre un par de casas ubicadas al frente”.

Los campos verdes de cultivo, que en la actualidad se secan más que una momia chinchorro de Arica, fueron reemplazados por asfalto, cemento y ladrillo.  El estrés se toma el volante y la tarjeta de crédito o débito es la batuta de un ciudadano de 24 horas que lanza opiniones pulsando una pantalla para un auditorio extenso, pero sin rostro estable ni compromiso.

“La gente de esta zona tiende a sospechar de las malas intenciones que puede tener el otro, aunque seas de su mismo barrio”, explaya Joaquín Donoso, originario de Calama que vivió y estudió un par de años en Machalí. Donoso mencionaba que a su madre muchas veces las personas, sin ánimo de colaboración, la trataron de forma hostil. El excesivo color del césped, que se contrastaba con la arena del desierto más árido del mundo, fue infundido con un estrés proveniente del trabajo y del colegio que finalmente hizo un giro de 180 grados para devolverse a Calama.

El hecho de expandirse, tanto horizontal como verticalmente, ha permitido tener ventajas y lujos a Machalí iguales al de una urbe como lo está haciendo Rancagua, pero, igual que toda ciudad con señal satelital, la extensión aplacó la sincera sonrisa del ayer con una desconfianza e impaciencia de hoy. Sin embargo, se fue perdiendo el peso y ganó espacio la tranquilidad.

Se puede transitar por calles limpias, nuevas, con personas amables y atentas, al menos en el entorno cercano, porque no se puede desconocer los otros dos extremos muy marcados. Uno, distante, compuesto por personas que no buscan trabajo sino trabajadores. El otro, carente, belicoso, estancado.

Machalí, que poco a poco deja la vida rural al estilo de vida citadino, se fusiona con su vieja ciudad compañera comercial y financiera Rancagua, unidas por la Avenida San Juan como principal columna vertebral. Cualquiera que quiera llegar a Machalí sabe muy bien que esa avenida es la conexión fundamental y más directa, pero una vicisitud a la hora de trasladarse.

Probablemente todo se deba a que en la Avenida San Juan se encuentran colegios fundados en este siglo, como el San Alberto, Nahuelcura, Mozart, San Ignacio, Villa María, etc. Cabe destacar que los condominios tienen sus entradas, directa o indirectamente, hacia la Avenida San Juan y todo comercio, futuro o ya establecido, planea operar en la ruta.

Sea como sea, Machalí está creciendo, con una mirada fija en lo que hacen las ciudades de las grandes ligas, esperando su momento de brillar, a costa de dejar de lado lo que una vez lo hizo especial en su propio sentido.

“Me carga que las tierras que son cultivables y bien cuidadas sean arrolladas por la excavadora y la máquina de cemento”, expresa molesto José Carvallo, quien vive en Machalí desde que se mudó de Santiago cuando tenía cuatro años. A pesar de que Machalí se moderniza al pasar los años, para él, sigue siendo solo casas y depende de Rancagua para los trámites más importantes.

Los espacios que, con dificultad, aún dan cuenta de un pasado de haciendas, amplios patios interiores enmarcados en corredores añosos y de un peso decreciente de la mano eclesiástica, serán parte de un enmudecido pasado que reviviremos en fiestas dieciocheras. No sería raro contemplar la falsedad de un huaso que a lomo de caballo estará consultando su WhatsApp mientras espera que le tomen una foto sin flash.

Los condominios emergen de la doble impronta campesina y minera de la zona, el futuro de Machalí, que lo observa sentado en los yacimientos minerales de la Mina el Teniente, es un futuro hecho de cobre, acero y cemento. Será culturalmente homogéneo, citadino, estresado, contaminado, poco distinguible de otras comunas de Santiago. Urbanísticamente habrá más edificios para vivienda, puede que incluso un Metrotrén. Además de una amplia periferia que desapercibidamente instala construcciones ligeras, con habitantes locales, venezolanos, colombianos, tailandeses.

La fusión Rancagua – Machalí es inevitable, es el norte natural de su desarrollo, el polo tenientino ha de unirse al empresariado, comercio y vida citadina propia de una mega urbe que generará, en conjunto, un alto porcentaje del PIB nacional. Machalí, con una determinación cuestionada por sus habitantes más antiguos, quiere juntarse con Rancagua para parecerse a Santiago, porque Santiago es rapidez y te sabe a un aire misceláneo. Santiago y Rancagua se entienden como centro, es la punta del lápiz con que se ha escrito nuestra historia, aunque el humo y ruido dificulten su lectura.

Ya se ha visto llegar colegios, farmacias, supermercados, bencineras, comida rápidas, deliverys, ferreterías y tacos, eternos tacos de más de media hora. Faltaría poco para ver los primeros edificios de departamentos en la zona, siguiendo con un centro comercial idéntico al Open Plaza de Rancagua, calles que cubran hasta tres carriles o que los nombres de estas sean tan originales como La Risa de los Tomates, Con las Muelas del Dragón o La Inspiración del Poeta.

Sea como sea, Machalí está creciendo, con una mirada fija en lo que hacen las ciudades de las grandes ligas, esperando su momento de brillar, a costa de dejar de lado lo que una vez lo hizo especial en su propio sentido.

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