Crisis alimentaria en Chile: Proyecciones y estrategias colectivas desde las comunidades
Escrito por Diana Bernal Allendes el julio 24, 2020
Luego de cinco años de alza consecutiva del hambre en Latinoamérica se vislumbra, según la FAO, la imposibilidad de erradicarla durante los próximos diez años. Éstas críticas cifras junto con los efectos de la pandemia del COVID-19 han activado las alarmas a nivel internacional. En nuestro país las comunidades, al igual que en otros momentos de la historia, se han organizado en ollas comunes para hacerle frente al hambre con el lema «sólo el pueblo ayuda al pueblo».
Por Diana Bernal
El hambre en América Latina y el Caribe aumenta a niveles considerables, tan solo en el año 2019 afectó a casi 48 millones de personas siendo el quinto año de alza consecutiva. Así lo indica el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020” elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) junto con otros organismos internacionales.
Dicho documento no sólo advierte que la región no alcanzará el Objetivo de Desarrollo Sostenible “Hambre Cero” de la Agenda 2030, sino que también proyecta que el hambre afectará a 67 millones de personas en diez años más, sin considerar el impacto de la pandemia COVID-19 en su investigación.
Es por ello que la FAO advierte que es un hecho que la crisis alimentaria se está instalando en la región, por lo mismo, hace un llamado a los países y a todos los sectores a tomar medidas a gran escala para frenar la situación y evitar un retroceso de 40 años en la lucha contra el hambre.
El origen del problema
Si bien África es el continente que registra los niveles más altos de inseguridad alimentaria, es América Latina y el Caribe donde ésta aumenta más rápido. Esto se debe a la gran cantidad de población que está en una situación laboral vulnerable o que trabaja de manera informal. En este sentido, “el nivel de renta de esas familias no les permite generar ahorro. Una disminución de la actividad económica genera muy rápido cesantía y deja a esas personas desamparadas”, la doctora en economía y académica de la Universidad de Chile, Sofía Boza.
Hambre cero ¿ un objetivo que no se adaptaba a la región?
“En algún momento fue una meta realista. Si bien es difícil pensar en una cifra completamente cero, yo creo que son metas simbólicas con las que se está buscando tender a unas cifras casi marginales”, explicó la docente e investigadora.
Agrega que “hasta hace un par de años estaba muy bien encaminada esa meta. Entre 2005 y 2015, América Latina bajó casi un 5 por cien en los niveles de malnutrición por defecto, es decir, de hambre. Se había avanzado mucho y era previsible que se pudiera llegar a cifras de menos de dos dígitos y más cercanas a cero en el 2030 si se seguía con esa tendencia”.
No obstante, debido la recesión económica que han vivido muchos países desde hace un par de años junto con la actual crisis sanitaria estas cifras podrían cambiar. Frente a esta nueva realidad, muchas son las personas que se ven expuestas a perder sus empleos, a caer en la pobreza, y por ende, a vivir inseguridad alimentaria.
Chile: Del estallido social al estallido del hambre
Hasta el año pasado 2,9 millones de personas en Chile tenían algún tipo de inseguridad alimentaria, es decir, su capacidad para obtener alimento era incierta o estaban obligadas a consumir alimentos de menor calidad o en menor cantidad.
Sin embargo, el acceso a alimentos no fue parte del debate público sino hasta que la ciudadanía se rebeló ante la deficiente respuesta gubernamental para enfrentar la crisis sanitaria causada por la pandemia del coronavirus. «Estamos pasando hambre», fue la consigna de la primera manifestación que protagonizo un grupo de adultos mayores de la comuna de El Bosque, quienes la mañana del 18 de mayo se tomaron la avenida Nueva Imperial para cacelorear contra el gobierno.
Para la antropóloga Eva Carmona lo ocurrido en El Bosque significó un antes y un después para la sociedad, «el sacudirse y decir esto no puede ser, volver al pueblo más unido». Y añadió que, “cuando el hambre te arrecia, es una necesidad básica que supera todo. Cuando tú tienes hambre, no hay nada más que importe».
La misma noche del 18 de mayo y luego de la fuerte represión de Carabineros en El Bosque, el colectivo Delight Lab proyectó en el edificio de Telefónica la palabra «Hambre», tal como lo hacían para el estallido social con diferentes consignas. “Ese tipo de intervenciones son sumamente movilizadoras y despertadoras. El poder proyectar una palabra tan potente, hace que te identifiques con lo que estás viviendo, te lleva a validar esa necesidad. Te lleva a plantearte cómo la resuelves y a buscar la posibilidad de resolver esa necesidad; ya sea levantando una olla común, levantando una cooperativa o una organización de abastecimiento. Te lleva a encontrarte con otro, porque somos millones los que estamos afectados hoy día por esta realidad”, comentó la antropóloga, Eva Carmona.
El resurgimiento de las ollas comunes
Uno de los elementos más simbólicos de la crisis económica por la que atravesó Chile en los años 80 fueron las ollas comunes. Durante la dictadura militar, las comunidades se organizaron para hacer frente a la necesidad de alimentarse y la estrategia colectiva se transformó en un ícono de la resistencia a la represión y la miseria.
En la actualidad, una de las consecuencias de la pandemia es la reaparición de las ollas comunes. Para la Doctora en Economía y Académica de la Universidad de Chile, Sofía Boza, estas iniciativas «tratan de salvar un poco la lentitud con la que a veces, por un tema burocrático, opera el sector público. Además, operan desde la comunidad con un conocimiento más cercano a cuáles son las necesidades de los vecinos».
Por su parte, la antropóloga Eva Carmona explicó que las ollas comunes son una herramienta que se recupera y se reactualiza para las organizaciones, «es patrimonio organizativo de la resistencia chilena».
“Toda aquella forma organizativa que te permite enfrentar una situación, es positiva porque hoy día tenemos a las abuelas transmitiendo esa experiencia a las generaciones más jóvenes. Aunque, sí hay un doloroso recuerdo de lo que fue. Lo que se vive dentro de una olla común es una mezcla entre la satisfacción profunda que te da el sentir que como grupo humano puedes organizarte y ayudar a tu comunidad; y, por otro lado la frustración. No hay que sentirse orgulloso del que hayan ollas comunes. No debería haber ollas comunes, porque no deberíamos estar pasando hambre. Pero sí es un orgullo el que podamos responder a esto, el que no estemos fomentando ni conformándonos con el ‘resuelve tú solo tus problemas’, sino que hayamos salido nuevamente como pueblo a resistir”, concluye la antropóloga.
Un elemento nuevo de la organización de las ollas comunes, es que éstas hoy se encuentran apoyadas en la tecnología. Ejemplo de lo anterior es la iniciativa Olla Solidaria, creada por Rodrigo Salinas Corona, que tiene por objetivo la difusión de estas instancias y la recolección de fondos para las mismas.
“Hasta el momento, hemos dado aportes en dinero a más de 200 ollas comunes de Santiago y de regiones, también a familias en necesidad”, comentó Salinas. Además, en la página web de Olla Solidaria hay más de 200 ollas disponibles para ser conocidas por el público.
Dicho espacio se suma a cientos de articulaciones vecinales, comedores solidarios, cooperativas de acopio, redes de reparto que hoy crecen en el territorio nacional.
La preocupación por la alimentación de nuestras comunidades se transformó hoy en una prioridad fundamental para hombres y mujeres no sólo de sectores considerados vulnerables, redefiniendo y desafiando los lazos comunitarios tejidos antes y durante el estallido social, re enfocando las relaciones con los gobiernos locales y el estado, y profundizando banderas de lucha contra el modelo. La seguridad alimentaria se levanta como derecho humano en urgencia ante el dificil horizonte para América Latina.
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