Claudia Montero, investigadora: “El patriarcado ha borrado la historia de las mujeres en la prensa”

Escrito por el julio 3, 2018

“Y también hicieron periódicos” es el nombre de la publicación que recoge 100 años de historia de la prensa realizada por mujeres y que fue recientemente lanzada en la Biblioteca Nacional.

En 1998, la doctora en Estudios Latinoamericanos Claudia Montero y su colega Carola Agliati encontraron un fanzine de unas mujeres anarco-feministas llamado “Sangre en el Ojo”. Les pareció fascinante e iniciaron una tímida investigación sobre periódicos hechos por mujeres a comienzos del siglo XX que, dos décadas después, vendría a saldar una deuda que tiene el país con la prensa de mujeres.

La académica recordó que con Agliati pensaron que “si hay medios que reflexionan sobre el lugar de las mujeres en la sociedad, debe haber existido alguno en el pasado. Entonces, ahí empezamos a mirar hacia atrás y nos encontramos con algunas referencias”.

La lectura de los trabajos de Elizabeth Hutchison y Asunción Lavrin les confirmaría a estas estudiantes de historia lo que intuían. En el proceso, también revisaron la bibliografía de Ana María Stuven, quien fue una de las pioneras en analizar el primer periódico de mujeres de élite, “El Eco de las Señoras” (1865). Mientras investigaban pudieron constatar que en todos los países de América Latina existieron periódicos de mujeres desde los albores del siglo XIX.

Sin embargo, en Chile no se reconocían más de diez publicaciones, entre ellas “La Alborada” en Valparaíso (1905-1907) y los periódicos de Santiago como “La Palanca” (1908), “Acción Femenina” (1922- 1924), que fue levantada por obreras organizadas, y “La Mujer Nueva” (1935-1942).

La prensa de obreras fue lo que más les intrigó y comenzaron a investigar a ciegas. “Cuando llegamos a la Biblioteca Nacional nos dimos cuenta que era muy difícil de encontrar lo que andábamos buscando. Nos percatamos que las mujeres estamos invisibilizadas, no sólo en la historia sino que también en los archivos. Empezamos esta tarea de buscar y adivinar, haciendo un barrido de los periódicos a pura intuición”, explicó la autora.

En esta revisión de la prensa obrera, se encontraron con que muchos periódicos pertenecían a organizaciones lideradas por hombres. Un ejemplo de ellos son las obras de Luis Emilio Recabarren. Sin embargo, el trabajo de las mujeres no ocupaba el mismo lugar. Existían algunos registros de ciertas publicaciones de la élite, no así de las obreras. Muchos quedaron mal catalogados, se perdieron y se dañaron.

“Seguramente fueron considerados menos importantes y las mujeres no tuvieron el acceso para resguardar este material. Entonces, tuvimos que hacer esta labor de arqueología para poder encontrarlas”, señaló la docente.

Con estas publicaciones en mano, las autoras vislumbraron algunas referencias que hacían otros medios de la época y que ellas no lograron conseguir, como fue el caso del periódico “La Obrera” (1897). De esta manera, crearon esta primera investigación que abarcaba desde el 1900 al 1920.

“Después yo seguí con la tesis de magíster sobre 1920 y en la tesis doctoral me dediqué sólo a 1930. Con esas tres investigaciones yo hice un post doctorado y con éste terminé de dar con la versión de 100 años”, indicó Claudia Montero. En esta última edición, la investigadora logró recopilar 62 publicaciones entre 1850 y 1950, que están ordenadas en cuatro períodos: Las Pioneras (1850-1890), La Explosión de las Voces (1900-1920), La Emergencia de las Políticas (1930) y La Institucionalización y su Dilución (1940-1950).

 

El patrimonio de las mujeres y la lucha por la visibilización

Para la investigadora existe un hecho que es indiscutible: el aporte de las mujeres en la prensa ha sido muy invisibilizado, por lo que muchas de las que actualmente llegan al movimiento feminista se sienten solas y discriminadas.

“Resulta que históricamente las mujeres hemos tenido esa sensación. Hay una larga historia de mujeres que han luchado por sus derechos. Sin embargo, el patriarcado es tan eficaz que borra nuestra propia historia. Entonces, nosotras como feministas tenemos que estar muy alertas a este mecanismo”, sostuvo.

Este proceso ha facilitado a que existan pérdidas en los catálogos, como le ocurrió a Montero en su búsqueda de la revista obrera “Nosotras” (1931-1935), o que no se genere el reconocimiento del trabajo de las mujeres en la prensa.

Muchas de las autoras de estos periódicos ocultaron su identidad. Firmaban sus artículos con un seudónimo o apelaban al anonimato. ¿Ellas temían ser reprimidas?

Claro. Lo que sucede es que estas mujeres estaban rompiendo una norma de género, que consistía en no salir del espacio público, porque lo propio para ellas era lo doméstico. Las que salían de ahí eran mal consideradas y su honor estaba manchado. Por lo tanto, las mujeres no podían hablar públicamente. No podían dar conferencias ni escribir. Históricamente, lo que hacen ellas es buscar estrategias para poder emitir opinión. De ahí viene el anonimato y el seudónimo.

Cuando empieza a crecer esta demanda por aparecer públicamente, lo que sucede es que las propias normas de género empiezan a instalar nuevas normas. Como no se puede hacer que las mujeres se callen, se les autoriza. En este último caso, un varón connotado les da el pase público para que ellas opinen. Las invitaban a las academias de letras o a los salones. O, si ellas iban a sacar algún libro era prologado por un hombre. Muchas veces se les destaca que una buena escritura de mujeres debe tocar temas femeninos, porque está el prejuicio de que ellas sólo escriben cosas livianas y de amor.

Cuando las mujeres se atreven a salir del espacio doméstico donde estuvieron relegadas, ¿cómo crees que eso les repercutió al exponerse públicamente?

Estas mujeres la pasaron muy mal y tuvieron que hacerse fuertes. Algunas escritoras que trabajaban en medios las encerraron en conventos, porque decían que estaban locas. En realidad, sólo querían expresarse. Muchas de ellas nunca se casaron ni tuvieron hijos. Eso es un costo, porque en una sociedad que te obliga a hacerlo es una opción muy fuerte. Es ir en contra del mandato de lo femenino. Podemos pensar incluso en el caso de Gabriela Mistral que termina autoexiliándose.

Ellas tuvieron que cargar con una serie de estereotipos y luchar contra lo que se supone que es una mujer. Si bien ellas fueron excepcionales, siempre han existido mujeres que han estado en la historia haciendo cosas. Por lo tanto, no es que estén adelantadas en su época. Sino que están haciendo lo que tienen que hacer.

En el libro, sostienes que la omisión de estas revistas y periódicos comenzó a producirse en el momento mismo en que fueron publicadas. ¿Por qué?

Generalmente las mujeres que trabajaron en estos periódicos tenían una jornada completa, se hacían cargo del hogar, ya fueran madres, esposas o hijas, y en algún momento se juntaban a armar una publicación. Eso significaba planificar, escribir y conseguir auspicios. Todo eso sumado a que no tenían máquinas de escribir, internet y que tenían que lograr tener algún tipo de financiamiento.

Entonces en 1897, estas mujeres que son unas obreras ¿crees que iban a ir a la Biblioteca Nacional a dejar su periodiquito de cuatro hojas, pensando en que tiene que ser resguardado? Lo más probable es que no, porque la urgencia es sacar la publicación para levantar a las masas y concientizar a las mujeres. Entonces el olvido parte ahí, porque en algún momento estas publicaciones no estaban obligadas a quedar resguardadas en la Biblioteca Nacional.

 

Mujeres en la prensa: la web y el libro

En paralelo a este volumen, durante el 2017 se lanzó la página prensademujeres.cl. Este sitio levantó un primer espacio para poner a disposición de los lectores la producción periodística de mujeres en 100 años de historia. Por lo tanto, de esta investigación surgieron dos productos distintos.

La académica del Instituto de Historia de la Universidad de Valparaíso comentó que en estos 20 años, “lo que hice para poder entender la prensa fue elaborar los índices de los periódicos a los que tuve acceso. Pero no tenía sentido publicarlos en un libro, porque no iba a ser de interés comercial. Como tenía una información muy valiosa, la idea era entregar estos documentos para que fuesen ocupados. Así nació esta web”.

Este sitio de colección muestra a las mujeres que fueron editoras a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El archivo está organizado en cuatro períodos e incluye sus fotografías, biografías y los medios que produjeron. De éstos últimos se presenta una descripción, imágenes de las portadas y el índice de sus contenidos.

Con respecto al libro “Y también hicieron periódicos”, la autora expresó que esta era una obra muy esperada y que requirió de mucho trabajo para poder madurarla. Sin embargo, no descartó que hubiese más publicaciones de mujeres que no fueron consignadas en este ejemplar.

“Creo que uno tiene algunas formas de contribuir en la sociedad y ésta para mí es una manera. Este libro es muy importante porque no es sólo hacer una investigación histórica académica, sino que también es poner ese relato para que todos los ciudadanos y ciudadanas lo conozcan”, señaló Claudia Montero.

Esta publicación también permitirá remirar y repensar nuestra historia. “El aporte de las mujeres a nuestra sociedad ha sido de gran relevancia y ha sido negado, borrado. Por lo tanto, es fundamental dar a conocer esta obra”, concluyó la académica.

“Y también hicieron periódicos” se podrá encontrar en la editorial Hueders a un precio de $15.000.

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