Acoso en universidades: Una violencia en camino a la desnaturalización

Escrito por el mayo 13, 2017

En la legislación chilena, el acoso sexual sólo está tipificado dentro del ámbito laboral. La violencia de género dentro de las universidades, ya sea por parte de profesores o estudiantes, no está normada, a menos que la misma comunidad universitaria se organice por levantar iniciativas y protocolos que visibilicen y sancionen estas conductas.

por Camila Magnet Morales

Es viernes y el campus Juan Gómez Millas lo sabe. Son cerca de las ocho de la noche y los y las estudiantes de la Universidad de Chile se reúnen en los espacios comunes a tomar cerveza, terremoto y tropical. La cumbia suena de manera aislada y el humo de la marihuana baila recorriendo las narices de los y las jóvenes.

Un hombre y una mujer, ambos estudiantes, conversan entre la bulla general en evidente estado de ebriedad. Él se abalanza a su boca y ella lo esquiva. Con el impulso, él la abraza y, al alejarse, roza su mejilla con la intención de robarle un beso. “Ya po, Cata, un piquito, un piquito”, le insiste entre risas. Ella también ríe, pero mantiene la distancia con sus brazos y niega con la cabeza.

Son las diez de la noche y Cata con el chico que la acompañaba se están besando… en evidente estado de ebriedad. El patrón de conductas se repite viernes tras viernes: alcohol, hostigamiento, negación y resignación.

“Estoy en un grupo de la universidad en el que hacemos intervenciones artísticas. Fui a una junta de estos chicos hace un tiempo atrás y estábamos todos tomando. Éramos como 10 personas y siempre había un chico de ese grupo que no es de mi facultad, pero siempre me invitaba a salir y yo le decía que no estaba ni ahí. Esa noche me empezó a jotear y yo le dije que no, que me dejara de molestar. Seguimos tomando, quedamos muy ebrios y nos fuimos a dormir. Desde que me acosté en la cama yo ‘morí’ y este loco se acostó al lado mío. Sólo recuerdo algunas imágenes, y es que intentaba besarme todo el rato, me empezó a tocar y yo lo alejaba. Me desabrochó los botones del pantalón y de tanto moverme desperté a mis amigas que me salvaron y me preguntaron si estaba bien. Él se hizo el hueón y se fue al baño” – Constanza Romero.

Estas situaciones son comunes en el carrete universitario y, probablemente, más de alguna persona se sienta identificada con las historias, en menor o mayor grado. Nada menos que el 26 por ciento de las integrantes de la Universidad de Chile ha conocido situaciones de acoso sexual en la universidad y un 14,7 por ciento lo ha sufrido directamente, de acuerdo a una encuesta realizada por la Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género de esta casa de estudios.

Se entiende por acoso sexual “una conducta de naturaleza sexual o cualquier otra conducta basada en el sexo, no deseada por la persona que la recibe y que afecta a su dignidad al resultar ofensiva, hostil o amenazadora para ella”, según la definición del Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH).

Pese a que no hay más estudios que lo respalden, el resto de los recintos de educación superior no están exentos de esta problemática. Es por esto que las y los estudiantes de distintas universidades han creado secretarías y vocalías de sexualidades, géneros y diversidades. Estos organismos de carácter feminista tienen la función de educar a la comunidad universitaria sobre sexualidad, acompañar a víctimas de acoso sexual y llevar adelante investigaciones sumarias contra los denunciados, que, según la misma encuesta, en su mayoría son hombres (alumnos o profesores).

Acoso docente

El 6 de abril del 2016, el profesor Fernando Ramírez de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile fue desvinculado de sus labores, tras cinco meses de una investigación sumaria por acoso sexual a la estudiante María Ignacia León.

Ramírez le habría dicho a su alumna que no podía pololear con nadie si es su ayudante “porque se podía desconcentrar del trabajo o, derechamente, abandonarlo”, según relata un reportaje de The Clinic. Cuando el profesor se enteró que ella salía con alguien, “me trató de traidora, que pololeando no iba a hacer bien mi trabajo, que el Felipe me iba a cagar. Me gritoneó tanto, que tuve que decirle que no podía seguir conversando en esas condiciones”, cuenta María Ignacia.

Cinco meses después de ese episodio, la estudiante de Historia denunció al profesor con decanato y relató públicamente la manera en que Fernando Ramírez la manipulaba psicológicamente: “Es tan carismático y jugó tan bien con mis sentimientos como para que yo me sintiera en deuda con él, que no me di cuenta en la mierda que estaba metida”. Sus compañeras y compañeros empatizaron con ella y la facultad se vio envuelta por la seguridad y confianza que otorgaba el estudiantado.

Este caso no sólo provocó el despido de Ramírez y la visibilización de otros casos que protagonizaban más estudiantes, sino que también sacó a la luz situaciones de años anteriores y envalentonó a otros espacios a denunciar estas prácticas.

El caso más reciente de acoso por parte de profesores que ha sido publicado, también cabe dentro de la Universidad de Chile. Se trata de César Arriagada y Francisco Gutiérrez, profesores de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, que fueron a una salida a terreno con estudiantes de Geología y, según indican 11 testimonios, se insinuaron insistentemente a las alumnas.

“Prácticamente todas las noches, el profesor Francisco Gutiérrez me pedía que bailara con él, siendo insistente ante las negativas. Varias veces se acercaba a hablarme mientras estaba ebrio, aproximándose demasiado, o se sentaba al lado mío durante las fogatas ofreciéndome de lo que él estaba tomando o si quería que me rellenara el vaso. También se insinuaba y me decía cosas inapropiadas, como ‘¿estai pololeando?‘, ‘si sabís que erís linda‘, ‘wachita rica‘. Hacía lo mismo con otras de mis compañeras”, narra uno de los testimonios enviados al decano Patricio Aceituno, quien inmediatamente inició un proceso de sumario.

Respuesta estudiantil

“En el pasado, el acoso se mostraba como un elemento muy invisibilizado para la comunidad universitaria de la USACH. Sin embargo, el problema se empezó a visibilizar el año 2016 con lo ocurrido en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. El impacto del caso gestó la necesidad de que varías vocalías y secretarías de género empezáramos a demandar la creación del protocolo de acoso y a exponer estas prácticas naturalizadas”, cuenta Stefano Buscaglia, vocal de género de la Universidad de Santiago.

La creación de las secretarías y vocalías de género, en general, coinciden en el tiempo. Hay algunas que se formaron antes, como la Vogesex de la Universidad de Concepción en 2014, y otras que aún están en pañales, como la de la Universidad del Desarrollo, pero la mayoría se levantaron -o fortalecieron- entre el 2015 y el 2016. Todas son una demostración del movimiento feminista creciente que está inundando todos los espacios, a modo de organización y de cuestionamiento de prácticas cotidianas.

En algunos casos, la organización de las vocalías y secretarías ha derivado en la creación de mesas de trabajo para la elaboración de un protocolo para casos de acoso en la universidad. Hasta el momento, sólo la Universidad de Chile lo ha concretado, mientras que la Diego Portales y la USACH están trabajando hacia esa dirección.

La caracterización que se le ha otorgado al acoso sexual, en general, está dirigida al ámbito laboral, incluso en nuestra legislación. La Ley 20.005 tipifica y sanciona el acoso sexual, pero tiene vacíos, en el sentido de que es aplicable exclusivamente en la condición de trabajador o trabajadora.

Myrna Villegas, abogada especializada en Género y Derecho Penal, explica que la ley “no se refiere a estos casos universitarios en que (la agresión) suele ser verbal. En los casos en que ha habido contacto físico, un manoseo o un agarrón, se pone al mismo nivel de un zamarreo a un alumno, pero es bien difícil de probar también”.

Frente a esta realidad, la Respuesta institucional ante el acoso sexual en la Universidad de Chile manifiesta que “el aparente vacío legislativo sobre el acoso u hostigamiento sexual en la educación no puede significar que estas conductas estén permitidas en ese ámbito o suponer un obstáculo para su debida investigación y sanción. (…) Las instituciones educativas deben reconocer que el acoso sexual es una violación del derecho a la igualdad y el principio de no discriminación de las personas”.

La opción que sugiere Villegas es la creación de protocolos de actuación que se basen en normas internacionales de Derechos Humanos, ante la dificultad de encontrar una norma penal que regule este tipo de conductas, porque no hay una referencia explícita al acoso universitario como tal.

Pocas claridades

“Son muchas las estudiantes que vienen con un caso, pero deciden no hacerlo”, cuenta Fer Sánchez, vocal de género de la UDP. Lo mismo relata Javiera Cabello, integrante de la Secretaría de Género y Sexualidades de la Universidad de Chile: “esas denuncias no las hacemos, porque un principio básico es lo que la persona denunciante quiere hacer”.

Según la encuesta de la Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género, mayoritariamente las víctimas no denuncian, debido al desconocimiento de los procedimientos, el temor a sufrir represalias o a que se vea afectada su carrera, y la desconfianza en la institucionalidad universitaria y sus mecanismos de investigación.

Aun así, en un año de funcionamiento de la Sesegen FECh, llevaban alrededor de 30 denuncias. Cabe considerar que ha pasado un año desde la última actualización, por lo que este número ha sido superado en creces.

Otro de los motivos por los cuales las personas no denuncian estos comportamientos es porque no saben reconocer el acoso o las características de las denuncias que levantan las vocalías y secretarías. En realidad, sólo basta que las personas involucradas sean parte de la comunidad universitaria y que la víctima quiera iniciar el proceso de sumario.

“Tenía un compañero con el que nos hicimos muy amigos, pero él se empezó a pasar rollos y me tiraba tallas con que yo le gustaba, pero no parecía en serio. Además, yo en ese tiempo estaba pololeando y no estaba ni ahí con nadie más. A fin de año terminé con mi pololo y me llegó un mail de mi compañero donde me declaraba todo su amor. Decía que yo era una princesa y le encantaba tocarme, olerme, estar cerca… que todo lo que yo hacía era perfecto. Y así siguió por muchos meses, mandándome mails de 20 páginas y era muy hostigoso. Después yo anduve con otra persona y para mi cumpleaños me mandó un mail de amor despechado, donde me decía que me amaba mucho, pero que era lo peor que le había pasado en la vida”.

“…Pero no sé si eso cuenta como acoso”.

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